Por: Justo Mirón
Los mexicanos podremos no ser los mejores para organizarnos, ser ordenados o disciplinados, pero para ser criticones y poner apodos estoy seguro que nos contamos entre los primeros del mundo.
Las esposas de los presidentes, pese a no haber sido electas, están sin embargo en el ojo público y por lo tanto son un feliz objeto de nuestra observación, comentarios, chistes, chismes y lo que se acumule. ¡Y vaya que por lo general nos dan buen material!
Limitémonos a las que hemos visto en este siglo, si no, el espacio sería insuficiente.
Comencemos cronológicamente por Marthita Sahagún, la mamá de los “Bribones”, digo, de los Bibriesca, la de la voz modosita, que empezó el sexenio como Vocera del presidente, para luego casarse con él. Quizá pensó que se veía mal un mandatario soltero, despachando en ese entonces desde Los Pinos.
Marthita que llegó a pensar que si había conquistado el corazón de Vicente Fox bien podía hacerlo con el de todos los mexicanos y convertirse así en la primera mujer en encabezar el país. Obvio, eso no procedió.
Ella llegó a acumular gran poder palaciego en el caótico gobierno de su marido, pero nosotros, el pueblo nunca la quisimos, sentíamos falsa y muy limitada a la zamorana. Vimos a una persona ambiciosa a quien le encantaba estar en el escenario. Era la vecina a la que le gusta ser mandona, pero a la que en el fondo nadie le hace caso.
Margarita Zavala brilló por su discreción durante los años en el poder de su cónyuge. Con trayectoria política propia, se hizo a un lado y cumplió de buena manera las funciones ceremoniales. Pero claro, en un ambiente de encono y crispación como fue el sexenio 2006-2012, no estuvo exenta de los señalamientos a su peinado, vestimenta o maquillaje, o de negocios de sus hermanos.
Pero, digamos que el perfil de la Zavala pasó a un aspecto más negativo ya fuera de Los Pinos, cuando buscó como candidata independiente la presidencia de la república y fue rebasada hasta por El Bronco. Se vio completamente perdida en el debate presidencial en el que participó.
Ese afán por mantenerse en el candelero ha dañado su imagen. Junto con su esposo se involucró en la creación de un nuevo partido, “México Libre”, y allí se le ha señalado por dividir al panismo, por no sumar para unificar a la oposición anti-López. Es alguien que ha perdido lo ganado en imagen.
Llegamos al caso escabroso de Angélica Rivera, “La Gaviota”. Sin duda una de las primeras damas más hermosas que ha habido, si no es que la más. Actriz desde muy joven, su foto en traje de baño adornaba cualquier taller mecánico que se respetara cuando estuvo en el grupo musical Los fantasmas del Caribe.
Su matrimonio con Peña Nieto parecía un drama televisivo, con sus pleitos, reconciliaciones y desplantes públicos. Al menos lucía muy bien la ropa y fingía felicidad, de vez en cuando hasta hacía obra social. Su Waterloo fue la famosa Casa Blanca cuando salió a regañarnos por televisión y su imagen se resquebrajó.
Fue un buen adorno en Los Pinos. Terminando el gobierno de Peña se acabó el amor (o el contrato). Se dice que quiere volver a las telenovelas. Lo único cierto es que Peña la remplazó por otra rubia, una más “millenial”.
Y llegamos a Bety G. la “no primera dama”. La que se ha pretendido cantante, poetisa, historiadora, humanista, ideóloga. Sus huestes (pagadas) en redes sociales la presentan como una mujer educada, estudiosa, ejemplar.
Pero cada que escribe un Tweet, tiembla el gobierno. Su insensibilidad, prepotencia y piel delgada son proverbiales. En los bajos fondos de las redes sociales se le conoce como “La Zopilota”, afectuosamente “La Zoppy”, por oposición/complemento a “La Gaviota”.
Los malquerientes -como su servidor y amigo- amamos hacerla enojar, ya que se cree intocable. Bety G., cometió un error muy grave cuando validó el apodo de “Chocoflan” -por tener el pelo teñido de dos colores- de su hijo Jesús. Ella ama los oropeles del poder pero no acepta responsabilidad alguna, el otro lado de su posición extra oficial.
En un país divido por su esposo sus fieles son cada vez menos y menos. ¿Cómo la recordaremos? Es pronto para decirlo, pero seguramente no estará entre las más queridas o respetadas. Así, veremos más a menudo su gesto adusto y su cara de fastidio, pero quería vivir gratis en un Palacio, y todo en la vida tiene costo.