Por: Mnemea de Olimpia
Quizás uno de los mayores peligros para nuestras familias, por encima de la pornografía o la influencia de los medios masivos de comunicación, sea un enemigo silencioso, que asecha a nuestros hijos tres veces al día: la pésima alimentación. A lo largo de esta trilogía presentaré algunos datos de la obesidad y sus causas, luego en la segunda entrega explicaré el origen cultural de este fenómeno, y finalmente, en la tercera parte daré algunas sugerencias aplicables en el medio familiar para contrarrestar este desastre.
Hoy en día, desafortunadamente, vivimos en una sociedad cuyos alimentos están contaminados con todo tipo de aditivos e ingredientes artificiales, los cuales, no existían tan abundantemente cuando nuestra generación (jóvenes de 20 a 35 años) era pequeña, mucho menos en el caso de nuestros padres (50 a 65 años de edad) y casi inexistentes en la de nuestros abuelos. Es decir, nosotros, crecimos con una alimentación diferente a la de nuestros hijos, y aunque hoy en día compremos las mismas marcas, y aparentemente los mismos productos, basta y sobra con leer los ingredientes de las etiquetas de los alimentos que compramos y percatarnos como ahora contienen substancias que antes no tenían, como es el caso del aspartame, colorantes artificiales, etc. No por algo muchas veces decimos coloquialmente “antes X producto sabía mejor”. ¡Pues claro que sabía mejor! ¡Si tenía menos “porquerías”! Sin duda alguna lo anterior ha tenido un impacto en nuestra sociedad. Prueba de lo anterior es que 7 de cada 10 adultos y 3 de cada 10 niños mexicanos padecen de obesidad. Claro que la culpa no es sólo de las toxinas de los alimentos que consumimos, sino que es el resultado de la suma de muchas variables, como lo son nuestra vida sedentaria y nuestros hábitos alimenticios. Tomemos por ejemplo el consumo de la Coca-Cola, quizás la bebida “nacional” por excelencia en México. Durante 2017, en nuestro país, cada consumidor habitual del producto ingirió alrededor de 100 litros del mismo, según Euromonitor International. Y bueno, ¿qué tiene eso de malo? Exacto. La persona promedio es inconsciente, y por lo tanto, consume sin preguntarse lo que contiene aquello que se lleva a la boca. Cuatro puntos a resaltar. Cada Coca-Cola de 600 ml:
- Contiene 12½ cucharadas cafeteras de azúcar, lo que cubre de 180 a 252% de lo que un adulto debe de consumir para todo el día, de acuerdo con la Asociación Americana del Corazón.
- Si un niño consume una botella de 600 mililitros de Coca-Cola (el tamaño más consumido de este producto) está ingiriendo del 315 a 420% de la azúcar máxima tolerada para todo el día.
- Contiene Caramelo IV, colorante asociado al riesgo de padecer cáncer.
Y si a lo anterior le agregamos la comida con la que acompañamos a nuestro refresco preferido, y que muchísimos mexicanos usualmente comen, el escenario es desastroso. Para tener un punto de referencia, no olvidemos que la OMS recomienda un consumo diario de 2,000 calorías y un máximo de 22 gramos de grasa por día. Ahora sí, revisemos lo que contienen los manjares mexicanos:
Los tacos. Sólo uno de lengua tiene aproximadamente 100 calorías, uno de canasta, 200 y uno de carnitas 400. Reitero, SÓLO UNO. Además, cada taco contiene entre 4 y 24 gramos de grasa. ¿Quién se come sólo uno?
Los chilaquiles. Una porción del tamaño de un puño con queso crema, queso, salsa y bistec equivale 200 calorías, o sea que en un plato consumimos entre 400 y 600 calorías y 32 gramos de grasa.
Un tamal, dependiendo de sus ingredientes, tiene alrededor de 600 calorías, y si es consumido en la tan famosa torta de tamal, entonces las calorías se disparan a 950 y los gramos de grasa ingeridos a 50.
Como podemos apreciar, nuestros hábitos alimenticios, sumado a nuestro desinterés por el ejercicio diario, o al menos frecuente, han dado como resultado que culturalmente sea visto como “normal” padecer de sobrepeso y obesidad, cuando al contrario, la gente con estos padecimientos debería ser la excepción. Si bien es cierto que la normalización de un problema no lo transforma a éste en una excusa, cierto es que nuestra más importante prioridad no deben ser los adultos, sino nuestros hijos, y es por ello que para darle solución a este enorme problema, primero deberemos comprender las causas del mismo. Eso es justamente el tema que trataremos la próxima vez.