Por: Voniac Derdritte
Capítulo 8
Antes que nada, lancemos la pregunta: ¿qué es un sistema educativo? Para responderla, debemos analizar ambos elementos que constituyen al concepto en cuestión. En este caso, “sistema” y “educativo”. Como ya lo hemos estudiado, un sistema es un conjunto de elementos que guardan una relación entre sí, y en el caso de la segunda palabra, ésta hace alusión a la educación, o sea, a la transmisión de conocimiento mediante un emisor, el maestro, y un receptor, el alumno, de tal forma que dicho saber sobreviva al paso del tiempo y éste pueda ser heredado nuevamente, generación tras generación. Por lo tanto, dicho de forma simple, un sistema educativo es un conjunto de elementos o variables (profesores, alumnos, materias, grados, metodologías, etc.) que interactúan armónicamente entre sí con el fin de garantizar la transmisión del conocimiento de una generación a otra a lo largo del tiempo.
Una vez entendido lo que es un sistema educativo, obligadamente debemos formular la siguiente pregunta: ¿existe un solo sistema educativo o varios? Y más importante aún: ¿por qué existe nuestro sistema educativo específico, y sobre todo, para qué fin? Toda sabiduría emana de tres preguntas fundamentales, invariablemente de lo que se pretenda comprender: ¿qué?, ¿por qué? y ¿para qué? El tema que hoy estudiaremos, uno de los más importantes, no es la excepción. Comencemos con el porqué de nuestro sistema educativo en particular.
Quitemos lo obvio del panorama: nuestro sistema educativo no es el único que ha existido en la Historia, y mucho menos, el mejor que ha habido, pero sí el más efectivo para cumplir su propósito original, que no era la iluminación del ser humano, sino meramente la alfabetización de las masas con fines religiosos. Dicho de otra manera, la idea de educación básica obligatoria nace en el Sacro Imperio Romano Germánico, en el siglo XVI. Su promotor, Martín Lutero, padre del protestantismo, tenía el interés de que los creyentes aprendiesen a leer para que éstos pudiesen leer la biblia por sí mismos, restándole poder al clero, y por lo tanto, a la iglesia católica en general. Posteriormente, ya en el siglo XVIII, el Estado germánico de Prusia, crea el sistema de educación obligatoria, es decir, el modelo de enseñanza moderno que seguimos utilizando hasta hoy en día, o sea, ¡vigente desde hace más de dos siglos y medio! ¿Y cuál era el propósito explícito de dicho sistema prusiano? Como lo documenta John Taylor Gatto en su libro “The Underground History of American Education”, la meta del sistema prusiano era la de crear:
- Soldados obedientes para el ejército.
- Trabajadores obedientes para las minas, granjas y fábricas.
- Servidores públicos sumisos, bien entrenados para sus funciones.
- Empleados sumisos que trabajaran en la industria.
- Ciudadanos que pensasen de igual forma en la mayoría de los temas.
- Uniformidad nacional con respecto a la forma de pensar, opinar y actuar.
Dicho de forma clara y rotunda: una sociedad de ovejas sumisas, fácilmente manipulables. Como era de esperarse, dicho sistema resultó en una herramienta invaluable para la Élite Internacional, la cual, promovió su expansión por todo el Mundo Occidental y permanente aplicación a través del tiempo, sin duda teniendo un enorme éxito en los resultados calculados del mismo. Hoy más que nunca, podemos ser testigo de que el Sistema Educativo no sirve para abrir la mente de las personas a las mieles y glorias del conocimiento, sino para crear ciudadanos sumisos, igualitarios, acostumbrados a ser ordenados y a obedecer, so pena de recibir castigos; habituados a memorizar y a repetir instrucciones, como simples y mediocres máquinas. Para que quede más claro observemos la siguiente imagen y analicemos las similitudes entre una escuela y una prisión:
Cualquiera que haya sobrevivido al sistema educativo moderno, sabe perfectamente bien que es así. La esencia y propósito del sistema educativo vigente es el culto a la obediencia y a la autoridad, características fundamentales para crear una sociedad acostumbrada desde la infancia (escuela) hasta la adultez (empleo) a obedecer no por convicción, admiración y respeto, sino por miedo al castigo, venga éste en la forma de reprobar un examen, o quedar desempleado. Tan no es cierto el propósito de dar una educación de calidad a las masas, que son muy pocos los adultos que recuerdan con auténtica maestría lo aprendido durante todos los grados previos a su ingreso a la universidad, aproximadamente dos décadas de formación académica. Suficiente tiempo para crear sabios, de ello ser la intención real del Sistema. En cambio, sí que casi todas las personas piensan de la misma manera en la mayoría de los temas de importancia social, y obedecen a las autoridades con completa pasividad. Es esta verdad la que explica las diferencias generacionales en la forma de pensar, y por qué las opiniones de los jóvenes promedio distan tanto de las de sus padres, y a su vez, las de éstos de las de sus propios progenitores, y así sucesivamente. Cada generación ha recibido una adoctrinación diferente en las escuelas, más de una vez incompatible entre sí, debido a que la sociedad, y a la cabeza de ésta, la Élite Internacional, no siempre necesita el mismo tipo de esclavos, ni el mismo tipo de mentes manipulables. Cada generación de esclavos debe pensar de una u otra manera determinada para que éstos sirvan de “idiotas útiles”, como decía Lenin, para su proyecto de un Gobierno Mundial.
Realmente, el sistema educativo moderno, es sin duda uno de absoluto éxito, excepto que sus logros son otros mucho más obscuros, otros que nunca ninguna autoridad del Sistema se atreverá a reconocer. Tan viejo es ya este paradigma educativo, que todos, maestros y alumnos, gobernantes y gobernados, todos por igual excepto la misma Élite Internacional y su antítesis, la Resistencia, son víctimas inconscientes del mismo, cómplices voluntarios o involuntarios de éste.
¿Cuál sería la alternativa? ¿Cómo debería de ser entonces un sistema educativo auténticamente al servicio de la nación y en pro de la sabiduría y realización intelectual? Ello lo estudiaremos en la próxima ocasión, donde finalizaremos este subtema de la Segunda Edad Media con una propuesta de sistema educativo mediante el cual, el niño primero, y el joven después, puedan realmente desarrollar los cinco pilares de la superioridad, y convertirse en lo que este mundo verdaderamente necesita: padres, sabios y guerreros; madres, musas y valquirias.