Por: Jerry Gortman
El miércoles 13 de mayo el gobierno de López dio a conocer su estrategia para la reapertura de las actividades económicas del país, a tan sólo unas horas en las que se dio a conocer que nuestro país había alcanzado su pico máximo de contagios por Covid-19 y también un pico de muertes causadas por la enfermedad en un periodo de 24 horas (los casos nuevos se habían incrementado 5.5 por ciento y las defunciones aumentaron 8.99 por ciento en una jornada, registrándose un nuevo récord de casos acumulados positivos de 38,324 y de 3,926 decesos en el mismo periodo de 24 horas).
En este sentido, cabe recordar que el martes 28 de abril la Organización Panamericana de la Salud (OPS), perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), había declarado que en México faltan todavía que se presenten las semanas más críticas de la pandemia por COVID-19, pidiendo adicionalmente al gobierno que “no baje la guardia” en relación a las medidas de prevención, porque el número de enfermos seguirá aumentando.
No obstante la información proporcionada el martes 12 de mayo sobre el pico en el número de contagios y de muertos que se presentaron en nuestro país y a las advertencias hechas por la Organización Panamericana de la Salud, López decidió reabrir la economía.
Cabe preguntarse, ¿a qué se debe que López haya decidido reanudar las actividades en el sector económico y social pese a la gravedad del problema del coronavirus en México?
¿Hubieron presiones externas que provocaron que el ganso macuspano se decidiera por el reinicio de actividades?
El gobierno lópezobradorista siempre ha negado los actos de presión que el gobierno norteamericano ha ejercido sobre el gobierno mexicano para la pronta apertura de las actividades económicas del país, especialmente aquellas en las que están involucradas las cadenas de producción de los Estados Unidos.
De esta manera, el lunes 11 de mayo la secretaria de economía, Graciela Márquez, rechazó que hubiera presiones de parte del Gobierno de Estados Unidos para que México reiniciara actividades productivas que son necesarias para las cadenas de suministro de empresas en el país vecino del norte.
Sin embargo, Márquez olvida las múltiples declaraciones de funcionarios estadounidenses que insistían constantemente sobre la necesidad de que México reiniciara sus actividades económicas.
A principios de mayo, un grupo de legisladores del estado norteamericano de Iowa enviaron una carta al secretario de Estado, Mike Pompeo, solicitándole que ejerciera presión sobre el Gobierno Mexicano para que hiciera la apertura económica, declarando que: “Es claro que nuestras cadenas de distribución seguirán sufriendo disrupciones hasta que el Gobierno mexicano aclare su definición de negocios esenciales. Pedimos particularmente que presione a su contraparte mexicana para incorporar a industrias que proveen componente en los sectores de la comida, médico, transporte, infraestructura, aeroespacial, automotriz y defensa”, señalaron.
Asimismo, el Pentágono envió un mensaje al embajador de EE UU en México, Christopher Landau, para “pedir ayuda para reabrir proveedores internacionales” de insumos para industria de la defensa. Landau contestó que “Estoy haciendo todo lo que puedo para salvar las cadenas de suministro que se crearon a través de las últimas décadas” y añadió que “La integración económica de Norteamérica exige coordinación”.
El doble discurso que caracteriza a López no podía dejar de estar presente en la decisión de reabrir nuestra economía. Ante las demandas del pueblo mexicano siempre se ha mostrado renuente a escucharlas y mucho menos a resolverlas, pero siempre se ha mostrado receptivo y abierto a las sugerencias y solicitudes provenientes del gobierno estadounidense y en especial de Trump.
Al parecer, el presidente Trump tiene el privilegio de ser el único capaz de merecer la atención y la solución de sus demandas, mientras que los mexicanos, incluidos los 30 millones de electores que votaron por él, seguimos esperando a que se digne en escucharnos.
Los efectos negativos que ha dejado el Covid-19 en el aumento del desempleo, el cierre de empresas y la pobreza, hacen necesaria la reapertura económica de nuestro país.
La situación económica de los pobres en México es actualmente desesperante. Con la economía cerrada, o parcialmente cerrada, se encuentran en peligro de perder sus empleos y quedarse sin ingresos.
Asimismo, bajo las actuales circunstancias y decisiones del gobierno, los micro, pequeños y medianos empresarios no podrán mantenerse abiertos sin vender, pero a pesar de ello, tienen la obligación de seguir pagando sueldos íntegros a sus trabajadores e impuestos al gobierno.
Si el país decidiera prolongar la declaración de emergencia sanitaria, se estaría en posibilidad de salvar vidas y se podría atender a más enfermos.
Por otro lado, si se decide mantener cerrada o semi-cerrada la economía, podría tener efectos devastadores en las condiciones económicas de millones de mexicanos.
Por ende, nadie cuestiona la necesidad de reabrir la actividad económica y social; sin embargo, el error de López radica en haberlo hecho empujado por presiones externas, cuando sigue existiendo carencia de equipo médico, medicamentos y la infraestructura hospitalaria suficiente que permita atender dignamente a los pacientes afectados por el coronavirus.
Por ello, la nueva “normalidad” de López será la reapertura en medio de la incertidumbre, ante el miedo de morir por la falta de atención adecuada y oportuna en los centros hospitalarios de nuestro país.