Por: Gustavo Novaro García
El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, reconoció lo que muchos temíamos: este gobierno desperdició los fideicomisos y ahorros que le heredaron gobiernos anteriores.
Herrera advirtió que habrá pocos recursos públicos para el 2021 y anticipa que el país estará sumergido en la peor crisis en más de un siglo. Para quienes vivimos lo sucedido en 1976, 1985, 1995 y 2009, esto suena aterrador. Más aún considerando la evidente incapacidad de quienes están al frente de la nave.
Varios elementos se conjugan para que este escenario se prevea tal y como lo avisora Herrera: los efectos del Covid 19, que no se sabe bien a bien cómo y cuándo terminará; la incertidumbre que provocará en el mercado petrolero y la renuencia de López a contraer coberturas ante los altibajos del precio del crudo; los resultados de la elección de Estados Unidos, recordemos que López le apostó todo a Trump; y la animadversión al sector privado, que inhibirá la inversión.
López y su grupo siguen empeñados en continuar con sus proyectos inútiles -el aeropuerto de Santa Lucía, el tren Maya y la refinería de Dos Bocas-, en las que se despilfarran recursos escasos y valiosísimos; además de continuar con sus programas como Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida, que son nidos de corrupción y sólo sirven para contar con una clientela electoral cautiva.
Por otro lado, aunque el peso se deprecie no a niveles de una devaluación, pero sí de manera constante, hará que crezca en moneda nacional la deuda pública contraída en el exterior, y a eso le agregaremos que habrá una menor recaudación impositiva, producto de una disminuida actividad económica, y que lo recolectado por el SAT a las grandes empresas, que no lo habían hecho, como FEMSA, WalMart y otras, es algo excepcional y no se replicará.
Desde el sexenio de Fox, cuando se creó en 2001 el Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros (FEIP), la administración pública comenzó a prepararse para los tiempos de vacas flacas y hacer frente a contingencias.
El año pasado, sin influencias del exterior, ya que las economías estadounidense y canadiense, nuestros principales socios comerciales, crecieron, los dogmas del gobierno lopista provocaron la contracción de la economía mexicana, López empeñado en no aumentar impuestos, empleando los préstamos del exterior para subsidiar sus proyectos improductivos y con reajustes al gasto público enfocados en sus obsesiones, no en favorecer a la población mayoritaria, tuvo que recurrir al FEIP para compensar el boquete que él mismo había provocado en sus ingresos.
Así, económicamente, y en el sector salud, el Covid nos tomó por completo impreparados para atender una emergencia real. Por fortuna el temblor de junio de este año no provocó grandes daños, de lo contrario la catástrofe hubiera sido inimaginable.
De esta manera, hay que prepararnos para lo peor en el 2021. El estrés al que está sometida la economía nacional, y con ello la población, con sectores tan importantes como el turístico sumergidos en un profundo estancamiento, con el gobierno confiando por completo en un tipo de cambio semiestable y con que las remesas se mantengan, nos obliga a recomendar que usted no gaste en exceso, lo que afecta al consumo y, por lo tanto, a una recuperación más rápida.
López se vanaglorió de que la pandemia le había caído “como anillo al dedo”. Su esquema de aniquilar a la clase media le está funcionando a la perfección; los sueños, esperanzas y expectativas de quienes con su trabajo, sus pequeñas empresas y sus deseos de superación habían conseguido con dificultades una mejor vida, están en un severo peligro o de plano, ya se cancelaron.
El empeorador de Palacio logró en dos años lo que a Chávez y Maduro le tomó una década. Lo único que le queda es atacar y cuestionar a los críticos de su mala administración porque los resultados son nulos. Ahora se encuentra sin dinero y eso lo vuelve lo doble de peligroso. O reaccionamos quitándole su mayoría en la cámara de diputados o prepárese para sobrevivir en la nueva Cuba.