Por Gustavo Novaro García
El primer presidente mexicano en visitar Washington D.C., fue Miguel Alemán Valdés, en mayo de 1947, para corresponder a la visita de Harry S. Truman a la Ciudad de México en marzo de ese año.
Desde entonces, y con la excepción de Adolfo Ruiz Cortinez, todos los presidentes mexicanos han visitado la capital estadounidense. Entonces, que López vaya a reunirse con su homólogo norteño no sería nada excepcional, con la salvedad de que ese viaje tendrá circunstancias y connotaciones especiales.
La primera es que Trump visitó la Ciudad de México como candidato presidencial republicano, en agosto de 2016, lo que le costó mucho a Enrique Peña Nieto frente a los ojos de la opinión pública, y aunque Peña se reuniría con Trump en una cumbre del G20, canceló un viaje a Washington, D. C., para una reunión bilateral, luego de que el neoyorquino en una llamada telefónica con su homólogo mexicano, insistiera en que nuestro país pagara el muro fronterizo que el magnate inmboliario había prometido.
La segunda es que será la primera visita de López a un país extranjero como Jefe de Estado, había dicho que la mejor política exterior era la política interior y no saldría del país hasta el 2022. Señaló que lo hará en avión comercial y que si la Casa Blanca lo pide se hará una prueba de Covid, algo a lo que ha sido muy contrario, como lo ha sido a usar un cubrebocas.
La tercera es que López ha mencionado que no se reunirá con el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, lo que coloca a López con un claro favoritismo en el marco de las elecciones presidenciales estadounidenses, lo que en el caso de una muy probable victoria de Biden le puede resultar muy caro.
No será la primera visita de López a Estados Unidos, en marzo de 2017, estuvo en Nueva York y Washington, en donde presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) una solicitud de medidas cautelares contra dos órdenes ejecutivas de Trump. Lo acompañó el hoy muy cuestionado John Ackerman, el Dr. Houses.
Dijo en ese entonces:
«No está actuando el Gobierno de México desgraciadamente. Porque está completamente subordinado, sumiso, callado ante la prepotencia de Trump. Pues tenemos que hacerlo nosotros».
Además, planteó que un nuevo Tratado de Libre Comercio tardaría y que el acuerdo no era muy favorable para el país, pues no había logrado detonar el crecimiento de México desde su puesta en marcha, en 1994. “Está demasiado o bastante interrelacionado el comercio, y sobre todo arriba. Eso no significa que (el TLC) sea la panacea para México. Es una relación comercial de élite”. Ahora, el pretexto para someterse al llamado de Trump es celebrar el acuerdo comercial que entró en vigor el 1 de julio, y que resulta más benéfico para Estados Unidos que para México, por las pésimas negociaciones del gobierno lopista.
Los discursos en su gira por Estados Unidos y otros ensayos los reunió en un libro que se titula “¡Oye Trump!”, y que presentó en Los Angeles Theatre Center.
Así, el candidato que era un bravucón y un provocador, que prometía responder a las agresiones verbales y presiones del estadounidense, resultó un simple cachorro timorato en la presidencia, que ha reaccionado con sometimiento a las presiones del vecino del norte.
La política exterior de López ha sido la del abandono de la presencia mexicana en el mundo, golpeando al cuerpo diplomático con recortes y minimizando el accionar político. Y cuando ha operado ha sido una catástrofe, como sucedió al exigir disculpas a España por la conquista y darle asilo a Evo Morales.
Por lo tanto, al ir a Washington, López manifiesta que es susceptible a las amenazas y a la fuerza, que es un hombre medroso, incapaz de poner los intereses del país sobre los propios. López hubiera enorgullecido a sus antecesores López de Santa Anna y Juárez, por su entreguismo.