Por: Jerry Gortman
“El democrático dice: creo estar en lo correcto pero
me podría equivocar; déjenme intentar y ver cuáles
son los resultados prácticos de mis acciones.
Si son malos entonces tocará a ustedes el turno.
El dictador dice: yo tengo la verdad y los resultados
de mi actividad serán siempre buenos: o conmigo o contra de mi”
Norberto Bobbio
(Considerado uno de los teóricos políticos más
importantes del siglo XX).
México es un país con grandes desigualdades sociales, en el que conviven una clase alta que cuenta entre sus miembros a personajes que son considerados los más ricos del mundo, junto a una cada vez más pauperizada clase media, una clase baja, con raquíticos ingresos, un grupo de 52.4 millones de personas pobres y 9.3 millones en extrema pobreza, (según cifras proporcionadas en 2018 por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
De esta manera, la diversidad y complejidad de un país de más de 120 millones de habitantes, con una población heterogénea y con múltiples intereses políticos, económicos y sociales, que enfrenta graves problemas tales como el narcotráfico, la desbordante inseguridad, el aumento de la violencia y los feminicidios, la deficiencia de los servicios de salud pública, ahora incrementada por la escasez de medicamentos, una educación pública de mala calidad, un nulo crecimiento económico, pobreza creciente, etc., etc., hacen de México un país difícil de gobernar.
El mismo López lo aceptó diciendo, el 1º de marzo pasado en Macuspana, Tabasco, que no es fácil gobernar, “no son tamalitos de chipilín”, contradiciendo lo que anteriormente había señalado el 25 de junio de 2019 al declarar que “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene más que ver con el sentido común que es el menos común, eso sí, de los sentidos”
Al parecer, López es uno de los que carece del menos común de los sentidos, y por ende carece del sentido común para gobernar, ya que después de un año y tres meses que ha estado en el poder, la situación en el país ha empeorado, y ha puesto en crisis, entre otros campos, la inversión privada, la economía nacional, la violencia e inseguridad y la salud pública; sin embargo, para él, todo es culpa de los gobiernos anteriores neoliberales y de los conservadores. Se le olvidó que ya no es oposición, que ya es gobierno, y que como tal debe asumir las responsabilidades que conlleva el gobernar nuestro país, a fin de buscar el bien común de la población.
López desconoce o, si lo sabe se le ha olvidado, que a pesar de que la elección presidencial de julio del 2018 le dio una legitimidad política, derivada de los 30 millones de personas que votaron por él, esta legitimidad no es un cheque en blanco que le permita tirar a la basura y dilapidar el capital político otorgado por sus votantes.
Esta legitimidad política tiene que refrendarse en el ejercicio del poder, a fin de que las acciones que emprenda su gobierno para resolver los diferentes problemas que aquejan al país en los diversos ámbitos de la vida nacional, cuenten posteriormente con el consenso y aprobación generalizado de la población, ya que ahora no sólo gobierna para sus votantes, sino que además debe gobernar para todos, incluyendo aquellos que no votaron por él y también para los que votaron contra él. Por ello, es importante que López entienda que la legitimidad puede convertirse en ilegitimidad, desde el momento en que su gobierno desdeña las demandas de la población, agudiza los problemas, en vez de resolverlos, y polariza al país con sus declaraciones de odio y enfrentamiento social, al culpar a los demás de su ineptitud y fracasos gubernamentales.
López, nuestro megalómano presidente, ha demostrado ser un traidor para el país y un inepto para el cargo, ya que ha sido desleal a México, prefiriendo destinar cientos de millones de dólares a Centroamérica, sin importarle que ese dinero lo pudo canalizar para la creación de empleos, la compra de medicamentos, la construcción de hospitales o escuelas, etc., etc., además de no contar con la sensibilidad política y humana, ni la preparación necesaria para gobernar un país tan complejo como el nuestro. Al respecto, los antiguos griegos mencionaban que para ocupar un cargo público eran necesarias al menos estas condiciones: Capacidad para el cargo, lealtad a la constitución y virtud y justicia, condiciones todas ellas que parece no tener el ganso de Macuspana.
Un gobierno debe ser capaz de poner en práctica los proyectos políticos y sociales necesarios para resolver los problemas, conciliando intereses y superando los obstáculos derivados de la compleja realidad a la que se enfrenta, buscando en todo momento el bien común de la ciudadanía.
Sin embargo, el objetivo de López no ha sido el beneficio de la comunidad y la gestión eficaz de sus problemas, sino más bien el control político con miras a mantenerse y perpetuarse en el poder. Para ello, ha tenido especial atención en seguir los dictados del Foro de Sao Paulo que recomiendan el dominio de los organismos autónomos de nuestro país, tales como el Poder Legislativo, donde ejerce mayoría a través de su partido MORENA, el Poder Judicial, a través del control de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y su presidente Arturo Zaldívar, y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde su presidenta, quien fue impuesta por López y elegida sin contar con los requisitos legales respectivos, es incondicional a las decisiones que no afecten la imagen de Obrador como protector y defensor de los derechos humanos. Siguen en la mira de López la Universidad Nacional Autónoma de México, con lo cual aseguraría el futuro del país con el adoctrinamiento de la juventud mexicana en la ideología comunista de su gobierno, y del Instituto Nacional Electoral, como instrumento que le permitiría asegurarse fraudulentamente los resultados de las elecciones cuando éstas no le favorezcan a él o a su partido MORENA.
Con ello cerraría el círculo y virtualmente México entraría en una dictadura de facto, al no existir instituciones autónomas capaces de hacer contrapeso al poder absoluto que tendría López, quien, una vez dueño absoluto del poder, tendría abierto el camino para imponer ilegalmente su reelección y romper la regla de oro del lema que ha servido para mantener a México en el camino de la estabilidad política y la ausencia de golpes de estado durante décadas, es decir, el “Sufragio Efectivo. No Reelección”.
Todo parece indicar que López no sabe gobernar para beneficio del pueblo, pero sí sabe gobernar para beneficio personal y de su partido. De concretarse el control sobre la UNAM y el INE, aunado al dominio de las instituciones que se mencionaron anteriormente, López nos regresaría automáticamente al siglo XIX porfiriano, a la era de la dictadura de un solo hombre y de un solo partido. Los mexicanos tendríamos que empezar nuevamente a luchar por obtener nuestra libertad y democracia, que, con el sacrificio de un millón de muertos durante la Revolución Mexicana y el esfuerzo y lucha de los mexicanos por construir instituciones a lo largo de décadas, hicieron posible que nuestro país se convirtiera en una nación democrática, donde las reglas para luchar y repartirse el poder están perfectamente delineadas y son respetadas por los diferentes actores políticos.
Asimismo, López se está dando cuenta que, dada la disminución que ha tenido su aceptación entre los votantes, de más del 20% en un año, al querer seguir fortaleciendo su proyecto personal de corte dictatorial, que busca prolongar su estadía en el poder e instaurar una dictadura comunista, en lugar de buscar atender y resolver los problemas de la población, dentro de poco tiempo el desgaste y disminución de su imagen, producto de su incapacidad e indiferencia para atender y resolver los graves problemas nacionales, será tal que no le alcanzará su popularidad para volver a ganar legalmente la Presidencia de la República, por lo que de ser así, necesita a toda costa el control total de las instituciones del país, por ello, para una persona megalómana y ávida de poder como López Obrador, lo más importante no es corregir sus errores, sino anteponer su ambición personal sobre la humilde súplica de un país que implora desesperadamente por ser escuchado y atendido en sus necesidades, en su dolor y sufrimiento.