Por: Gustavo Novaro García
La cita era a las 11 de la mañana en el Ángel de la Independencia. Diversas organizaciones de la sociedad civil, a la que se sumaron partidos políticos de oposición, habían convocado a la ciudadanía a manifestarse en contra del ataque a las instituciones autónomas que desde el gobierno ha emprendido Andrés Manuel López Obrador.
Era también la oportunidad para elevar la voz por el aumento a la violencia que produjo en 12 meses más de 32 mil muertos por asesinatos, incluyendo más de 20 el último fin de semana en Villa Unión, Coahuila; por el nulo crecimiento económico tras las promesas del entonces candidato de hacerlo por lo menos al 4% en 2019 y de disminuir el precio de la gasolina; por el desabasto de medicinas y el empeoramiento de la atención médica y el cierre de estancias infantiles; por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco y por el asilo al ex presidente boliviano Evo Morales.
Antes de la hora señalada ya había ciudadanos con pancartas en la base de un Ángel que se ha ido hundiendo desde su inauguración en 1910; el monumento está protegido con una barda móvil tanto por las reparaciones producto del temblor del 19 de septiembre de 2017, como para evitar que manifestantes violentos, sean anarquistas o feministas encapuchadas, lo pintarrajeen.
Alrededor de las once, bajo un sol pesado, comenzó el movimiento a lo largo de la avenida Reforma hacia el monumento a la Revolución. El gobierno de la ciudad no había suspendido el paseo dominical de ciclistas ni otras actividades, como clases de zumba, que en una carpa y a todo volumen, se intentaban dar sin éxito en la glorieta de la Palma, en la esquina de Niza.
En el trayecto uno se encontraba diversas expresiones de descontento fueran los gritos en repudio a la presencia de Evo Morales en el país, contra el presidente, en favor de la independencia del INE; estudiantes de Baja California Sur externaban que el gobierno local no había cumplido con la promesa de entregarles recursos; otros daban a conocer que estaban contra el aborto. La mayoría de los marchantes vestían de blanco en señal que la protesta era pacífica.
El PRD también llevó su contingente con sus banderas; panistas destacados como el presidente de ese partido, Marko Cortés, senadores, Santiago Creel, marchaban unidos.
La asistencia, quizá no tan numerosa como esperaban los convocantes, ascendió entre 25 mil y 40 mil, que contrastaron con la apatía, la resignación o el desinterés, fue mayor sin embargo, a lo que suponía el gobierno, que tuvo que recurrir al acarreo descarado para intentar llenar el Zócalo para otro informe presidencial más. Los asistentes se concentraron al comienzo de la avenida Juárez, en la Plaza de la República. Se podía observar gente de edad mediana, pero pocos jóvenes y niños.
Allí estaban grupos del municipio de Chalco Solidaridad, con banderas blancas que contrastaban con las numerosas de México. Desde el templete se informó que en total en 37 ciudades del país como San Luis Potosí, Querétaro, Monterrey, Guadalajara y Puebla los ciudadanos también marchaban.
Helicópteros y drones observaban a los manifestantes desde el aire cuando entonaron el himno nacional. Comenzaron los discursos y se pidió a miembros de la familia Lebaron que subieran al estrado. Se gritó “Justicia, justicia” ante el crimen que sufrió esa familia.
Varios oradores expresaron las causas de inconformidad con el rumbo de la nación. Los asistentes se retiraron en orden a otras actividades con la satisfacción del deber cumplido y con la idea de que en el porvenir tendrán que seguir luchando porque el silencio es complicidad.