Por: Voniac Derdritte
Si bien existe suficiente bibliografía sobre el sistema económico del Tercer Reich, he notado que ésta es a veces contradictoria, o poco precisa. Me queda claro que lo anterior se debe a que dicho tema es uno muy polémico, y que por lo tanto no es sencillo para los investigadores determinar con toda precisión y lujo de detalle cómo funcionó dicho modelo en su momento. No obstante, sabemos que gracias a él la economía alemana explotó de una forma jamás antes vista, y que mientras el mundo entero se encontraba sumergido en una crisis financiera desde 1929, el Reich, no solo no se vio afectado por ésta, sino que prosperaba mientras los otros países se hundían. Es por ello que he decidido hacer una breve exposición de cómo funcionaba la economía germana, no necesariamente para que ésta sirva como una receta infalible que nos lleve a la riqueza, sino para que el alumno inteligente se vea expuesto a ideas económicas poco ortodoxas, y de interesarle, se dé a la tarea de seguir investigando por su cuenta. Al final, es imprescindible que se sepa que existen modelos económicos alternativos al capitalismo y al marxismo, pues hoy más que nunca, está claro que ninguno de estos dos funciona.
El Estado Nacionalsocialista (NS) propone un sistema económico único en su tipo, pues mezcla características como la propiedad privada, la iniciativa privada, la competencia y el libre mercado, por un lado, y una supervisión del Estado para garantizar la no explotación del obrero por parte de los empresarios, por el otro. No sólo lo anterior, sino también, es el Estado el que se encarga de dirigir el rumbo de la economía y sus objetivos, fungiendo éste como un árbitro, mediador y guía.
En el sentido financiero, el NS propone la nacionalización de los bancos de tal forma que la emisión del dinero no se encuentre en manos privadas o semiprivadas, como sucede con los bancos centrales de muchas democracias, aboliendo así el cobro de intereses y la usura practicada por éstos, y en consecuencia, eliminando la necesidad de forzar al pueblo a pagar altos impuestos, que como comúnmente se aprecia en las democracias modernas, más que para ser reinvertidos en obras públicas, sirven para pagar la deuda externa de los propios países.
Como Alemania no contaba en los años 30s con reservas de metales preciosos, ella se desligó del patrón-oro y el Estado innovo con la creación del patrón-trabajo para respaldar su moneda. Esto creó la ventaja de no necesitar reservas de oro para respaldar al marco alemán, y aunado a que el Estado podía emitir libremente su moneda, ello le permitió éste contratar masivamente a millones de trabajadores previamente desempleados, quienes con su trabajo y esfuerzo creaban diversos productos para después ser comprados por la población y como consecuencia reactivar la economía. Es decir, de forma general, y sin entrar en detalles, el sistema económico nacionalsocialista funcionaba de la siguiente manera:
- El gobierno detectaba qué infraestructura hacía falta en algún lugar.
- Contrataba a miles de obreros para que construyesen dicha infraestructura. A final de mes, éste imprimía papel moneda y se les pagaba por el trabajo realizado.
- Los obreros gastaban su dinero en víveres.
- Los vendedores de dichos víveres necesitaban producir más para igualar la demanda. Contrataban nuevos trabajadores.
- Los nuevos trabajadores eran pagados a fin de mes por su trabajo.
- Los nuevos trabajadores compraban otros víveres.
- Se repetía el ciclo.
Paralelamente, los precios eran congelados en mayor o menor medida por el gobierno. Si un vendedor quería ganar más, tenía que producir más, si quería producir más, tenía que contratar a más gente. Si necesitaba préstamos para hacerlo, el gobierno se los otorgaba sin cobrarle intereses, pues al final lo que le importaba al gobierno era que el desempleo disminuyese, no ganar dinero. La agricultura era trabajada gratuitamente por los jóvenes que realizaban su servicio social. Las jovencitas pertenecían a organizaciones femeninas a través de las cuales se les encomendaba prestar servicios para el mejoramiento de su comunidad, tales como ser niñeras, cuidadoras de ancianos, etc. En la nueva sociedad alemana, no se aceptaba la holgazanería. Todo hombre o mujer apto tenía un rol y éste habría de tener un solo propósito: lograr el resurgimiento nacional.
A diferencia del socialismo marxista, en el Estado nacionalsocialista se fomentaba la creación de empresas privadas y su consecuente reinversión de capital, pues éstas, se pensaba, tendrían la experiencia necesaria para fabricar productos y una visión antiburocrática que agilizaría los tiempos de producción. Según la visión del gobierno del Reich, los empresarios serían clave para la salud de la economía, pues éstos serían los primeros interesados en dar trabajo a la clase proletaria para elevar su propia capacidad de producción y competitividad. A su vez, el gobierno promovería la competencia entre las empresas para que de ésta surgiese una sana diversidad de productos y un desarrollo constante de nuevas tecnologías, lo cual, premiaría la creatividad de los inventores. El éxito fue rotundo.
En el sentido moral, elemento constantemente ignorado por muchos economistas, el Tercer Reich promovió el ideal de “el bien común antes que el propio”, de tal manera que tanto obreros como empresarios renegaran de la mentalidad individualista o de clase y en su lugar la sustituyeran por una identidad nacional, donde todos también viesen por los intereses de los demás y no sólo por los propios. Al final, ricos o pobres, todos eran alemanes.
Otro aspecto interesante. La Economía Nacionalsocialista es partidaria de la creación de una autarquía nacional, de tal manera que el Estado no dependa de la importación de productos foráneos, eliminando la posibilidad de que los enemigos del Estado logren crear escasez de tal o cual recurso en caso de crisis diplomáticas o comerciales, previniendo así que la nación sea víctima de presiones o chantajes externos.
En el caso del Reich, el comercio internacional se hacía mediante el trueque, intercambiando la producción de bienes de un país, es decir, el resultado final del trabajo de su población, por la producción de bienes de otro Estado, de igual manera, la conclusión material del esfuerzo del otro pueblo. De esa forma se evitaría la inútil compra-venta de divisas externas para comprar o vender en el mercado internacional. Esto último particularmente enfureció a los banqueros internacionales, pues no solamente habían perdido ya su poder dentro de Alemania, sino que ahora comenzaban a perder su utilidad en el mercado internacional.
Y… bueno, ¿cuáles fueron los resultados?
Antes que nada, no debemos olvidar que Hitler recibió en sus manos a una Alemania totalmente destruida políticamente, económicamente y moralmente, y con el pasar de sólo tres años, él completó la hercúlea tarea de acabar con el desempleo de 6 millones de cesantes aunados a otros 2 millones que contaban sólo con empleos de medio tiempo; con el segundo plan cuatrienal, independizó a Alemania de todos los productos y materias primas que necesitaban ser importadas, por ejemplo, se utilizó proteínas de pescado para manufacturar huevos en polvo, los autobuses funcionaban con gas, se utilizó el vidrio para la fabricación de tuberías y material aislante, se llevó a cabo la regeneración del hule, el reciclaje del aceite usado; se convirtió el aserrín en una harina de madera que se empleó como forraje; la celulosa fue utilizada para elaborar pan; almidones, azucares y jarabes fueron producidos a partir de papas y las envolturas de las salchichas fueron hechas de celofán. En el área automotriz se diseñó el Volksauto (auto del pueblo) con el fin de crear un automóvil que fuese accesible para todo el pueblo y no sólo para los ricos. Para que con estos autos el pueblo alemán pudiese conocer su patria completa, en 6 años se terminaron 3,065 kilómetros de carreteras, otros 1,387 kilómetros se concluyeron parcialmente y se iniciaron los trabajos para 2,499 kilómetros más. En tan sólo tres años se construyeron 701, 552 viviendas populares, con un alquiler que no habría de superar la quinta parte de los ingresos del inquilino. A esto debemos sumarle que en dos años se terminaron 21,301 casas de colonos y 59,000 más se hallaban en construcción. Para el Nacionalsocialismo, el trabajador era una de las piezas claves del bienestar de la nación y por lo mismo, su vida debía ser no menos que feliz. Para facilitar esto, las viviendas construidas dispondrían de una sola planta, con jardín suficiente para tener un pequeño huerto donde las amas de casa pudiesen cultivar sus propios alimentos. Oportuno es resaltar aquí que cuando una pareja se casaba, el gobierno le otorgaba un crédito para hacerse con una casa, a lo cual, por cada hijo que produjese la familia, se le descontaría una cuarta parte del adeudo. Esto se hacía con el fin de aumentar la tasa de natalidad y a la larga tener una masa trabajadora más grande que aumentase la productividad nacional. Para Hitler, un pueblo sano y joven era sinónimo de una nación con futuro.
Todo esto, y mucho más, se hizo sin endeudar al pueblo alemán con otros países, ya que el modelo económico empleado, el nacionalsocialista, estaba totalmente en contra de endeudar a la nación con préstamos provenientes del extranjero. Recordemos que la doctrina económica del Reich afirmaba que la riqueza no venía del dinero, sino del trabajo. Con esto en mente, el gobierno nacionalizó la banca y subsidió a las empresas para que hubiese una mayor producción y por lo tanto, una mayor demanda de trabajadores, los cuales serían pagados, y quienes a su vez, con sus ingresos, consumirían bienes y servicios, lo cual, obligaría a los productores a emplear a aún más personal, cerrando el círculo económico y por lo tanto potencializando la economía, y al mismo tiempo, reduciendo el desempleo. A lo anterior, habría que sumarle la reducción de impuestos, las facilidades de los ciudadanos para obtener créditos y el congelamiento de precios para evitar la inflación. Por supuesto, los especuladores serían removidos de la sociedad y sus actividades ilegalizadas. Hitler dijo “Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en cambio la fuerza productora del pueblo alemán…En los países capitalistas el pueblo existe para servir a la economía y la economía para servir al capital. Entre nosotros ocurre al revés: el capital existe para servir a la economía y la economía para servir al pueblo” Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el bien del pueblo. Nuestra industria de armamentos podría repartir dividendos del 75, 140, y 160 por ciento, pero no hemos de consentirlo. Creo que es suficiente un seis por ciento…Cada consejero, en los países capitalistas, asiste una vez al año a una junta, oyen un informe, que a veces suscita discusiones, y por este trabajo reciben anualmente 60,000, 80,000, ó 100,000 marcos. Estas prácticas inicuas las hemos borrado de entre nosotros. A quienes con su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que sirve grandemente a nuestro pueblo, les otorgamos, y lo merecen, la recompensa apropiada, ¡pero no queremos zánganos!”.
En el aspecto social, se crearon organizaciones como el Deutschearbeitsfront (El Frente del Trabajo alemán) y la Kraft durch Freude (Fuerza a través de la Alegría) que tenían como propósito eliminar las diferencias de clase de tal manera que empresarios y obreros conviviesen y se comprendieran los unos a los otros, de tal manera que se eliminaran los prejuicios de clase tan fomentados por las corrientes aristocráticas-burguesas, por un lado, y marxistas, por el otro, alcanzando así la meta no de provocar una artificial eliminación de clases, al estilo marxista, sino de una natural cooperación entre ellas. Ante la internacionalización del obrero proclamada por el marxismo, el gobierno promovió el sentimiento de comunidad nacional. Se le enseñaba al obrero que su valor cualitativo no era, como daba a entender la burguesía, el de un paria o una simple herramienta, ni tampoco era su destino convertirse en un aristócrata de overol, como susurraba el marxismo. El obrero era los brazos y piernas del cuerpo nacional, y los empresarios, con su iniciativa e innovación, la cabeza. Ambos fundamentales para el buen funcionamiento nacional, que como un cuerpo, no podría servir de mucho sin un cerebro y éste mucho menos, sin un cuerpo que comandar. Así, al empresario se le persuadió a participar en los llamados “Tribunales de Honor Social”, donde se buscaban acuerdos que sirvieran en primer plano al resurgimiento de la nación y en segundo orden, a los intereses egoístas tanto del patrón como del trabajador. Por ejemplo, a los obreros se les canceló el derecho a la huelga, pues averiaba la cadena de producción, ultimadamente afectando no sólo al patrón, sino a la nación entera, pero también, al patrón se le impusieron estrictas normas que lo disuadían de cometer abusos contra el trabajador, por ejemplo, la indemnización por despidos injustos ascendía a un año de salario completo. Cabe resaltar que no fueron los tribunales ni las nuevas reformas lo que lograron la cooperación entre clases, sino el fomento al ideal de una patria grande y fuerte, y a la idea del amor a la propia raza, como una extensión de la propia familia.
Como conclusión, podemos afirmar que la implementación del Sistema Económico Nacionalsocialista fue un absoluto y rotundo éxito, un milagro económico, no sólo por la prosperidad material que provocó en el Reich, sino por su uso de la moral como fuerza nacional reconciliadora de clases. Cabe mencionar que el modelo aquí descrito, a pesar de sus innegables logros, no se enseña en las universidades ni tampoco se discute públicamente, no porque los resultados de su aplicación hayan sido insatisfactorios, sino porque no resulta conveniente para la Alta Finanza Internacional que las masas sepan que no sólo podemos sobrevivir sin su usura, sino que sin ellos viviríamos mil veces mejor. Finalmente, no debemos olvidar que hoy en día el mundo en el que vivimos es vastamente distinto al de hace un siglo, y por lo tanto, aplicar dicho sistema a nuestras economías globalizadas no sería tarea fácil, ni tampoco se podría garantizar que hacerlo provocaría la prosperidad previamente experimentada.
La Historia ha avanzado, y pese a todo, vivimos en un mundo diferente al de nuestros ancestros. Quizás, al final del día, como ya lo he expresado en múltiples ocasiones, estudiar lo que aquí se ha expuesto no sirva precisamente para salvar a esta sociedad moribunda, sino para aplicarlo a un nuevo mundo, aquél que nuestra generación habrá de forjar en el porvenir.