Por: Gustavo Novaro García
López nunca presentó un proyecto creíble para contener la violencia e inseguridad que azotan al país, con su creencia primitiva que la delincuencia se produce porque la pobreza obliga a robar, creyó que con propaganda y buenos deseos asesinatos, asaltos y extorsiones se iban a ir terminando paulatinamente. Ese planteamiento nació sin recursos ni un plan estratégico, acabó con la Policía Federal, y nunca se enfocó en atacar al crimen organizado.
Pero, las cosas no son tan sencillas y la realidad tiene su propio curso. Así, sus constantes promesas para regresar a las Fuerzas Armadas a los cuarteles, y luego desaparecerlas, como declaró en una entrevista a La Jornada, fueron topándose con sus desaciertos de gobierno. Debido a esto, no sólo las Fuerzas Armadas no perdieron poder, sino que incrementaron tareas y privilegios.
El lunes 11 de mayo, tras un extraño Día de la Madre, en el Diario Oficial de la Federación se publicó un Acuerdo que permite a las Fuerzas Armadas realizar labores policiales hasta el año 2024, por el fracaso de su creación: la Guardia Nacional.
Dicho Acuerdo no sólo viola todas las promesas y declaraciones de López en torno al tema de utilizar a las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior, sino que llega a extremos que sus seguidores consideraron violatorios de garantías individuales en las administraciones de Calderón y Peña.
De esta forma, López volvió a mostrar lo cínico y mentiroso que es. Pero esa no es mi preocupación, ojalá las Fuerzas Armadas sí se utilizaran para garantizar la paz y tranquilidad de la población, y no sufran vejaciones y humillaciones por parte de grupos delincuenciales, como hemos visto a lo largo de este sexenio. No.
Mi temor es que ante la severa crisis económica derivada por la pandemia del Covid19 y agravada por las erróneas decisiones de López y su gabinete, la tensión social se desborde. Y, por lo tanto, se agudicen las protestas sociales y López recurra a la represión para acallar voces y movimientos críticos.
Un régimen autoritario usando la violencia para controlar el descontento de la población es una constante en la historia latinoamericana, tenemos tres ejemplos vigentes en la actualidad en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Desde que era gobernante del Distrito Federal, López se ha pronunciado contra las manifestaciones que no encabeza él, y el uso de grupos de choque en las marchas por parte de sus simpatizantes está muy bien documentado.
Además, la peligrosa identificación de López con sus deseos, es decir “Lo que el pueblo quiere”, equivalente a “que se haga lo que yo quiera”, lo llevará a que si la población sale a la calle a exigir mejores condiciones de vida, o a cerrarle paso a su autoritarismo, lo conducirá a aducir que está en marcha un golpe de Estado y, por lo tanto, la violencia para defender la integridad del Estado será legítima.
Las intentonas de este gobierno para identificarse con la Patria, son cada vez más grotescas. Hemos visto un cuartel militar en el que el rojo de la bandera adopta los colores de Morena y el intentar que las cartas de créditos a los solicitantes llevaran la firma de López.
Entonces, un gobierno acorralado y paranoico, con cada vez menores márgenes de maniobra, que desprecia a las clases medias, y que ha otorgado poderes policiales a las Fuerzas Armadas, fácilmente puede emplearlas contra quienes no estén de acuerdo con el.
El riesgo está allí latente, hemos visto a los cuidadores de López gasear a diputados de oposición en las puertas de Palacio Nacional y emplear a sus hordas de bots para intentar silenciar a sus críticos en las redes sociales.
Darle tanto poder a un megalómano siempre fue una apuesta destinada a perder, ahora que las circunstancias en el panorama nacional e internacional se han alineado para entorpecer su proyecto socialista, y con una población cada día más consciente de que López quiere empobrecimiento y sometimiento incondicional, es probable que las muestras de inconformidad se trasladen a calles y plazas, y que López obligue a marinos y a soldados a dispararle a los ciudadanos, con tal de mantenerse en la silla presidencial.