EDITORIAL
Ante los hechos sucedidos en la marcha del 8 de marzo con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, cuyo tema fundamental fue el manifestarse en contra del aumento de la violencia hacia las mujeres, creemos pertinente fijar nuestra posición ante una serie de acontecimientos que desvirtuaron la esencia verdadera de la protesta de miles de mujeres que marcharon para poner en evidencia la indiferencia y la ausencia de interés gubernamental por atacar y poner solución al problema del aumento de los feminicidios en nuestra país.
En primera instancia, estamos en contra de la violencia ejercida por grupos de feministas radicales que nuevamente causaron destrozos y manifestaron su odio social y poca disposición por manifestarse en forma pacífica, tal y como lo hicieron miles de mujeres que marcharon acompañadas por sus hijas y madres.
Asimismo, nos oponemos a aquellos grupos de feministas que utilizaron la marcha para imponer su agenda proabortista, sin respetar la posición de aquellas mujeres que se oponen al aborto y que únicamente marcharon para manifestar su rechazo a la violencia que día con día sufren las mujeres. No es lícito utilizar y manipular el derecho legítimo de manifestarse en contra de un problema, en este caso la violencia en contra de las mujeres, para que un grupo de feministas radicales se apropiara de la marcha e impusiera temas como el aborto, que no estaban contemplados en la marcha y que no son compartidos por la totalidad de las mujeres.
La violencia no se soluciona con más violencia. Por ello, nos oponemos tajantemente al feminismo radical y violento y por ende a cualquier forma de violencia, tanto la ejercida contra las mujeres, como contra los hombres y contra los niños no nacidos, que es también una forma de violencia hacia la mujer.