Por: Por Gustavo Novaro García
El espectro de una intervención militar estadunidense en México tras un siglo de calma, resurgió en este noviembre de 2019 debido a dos acontecimientos que tensaron las relaciones entre ambos países.
El primero de ellos fue la matanza cometida por grupos criminales a la familia Lebaron de nacionalidad dual mexicana-estadunidense y religión mormona, en el municipio de Bavispe, en los lindes de Sonora y Chihuahua, el 4 de noviembre. Nueve integrantes de esa familia entre los 30 años y los dos meses de edad fueron ultimados.
El segundo fue la ola de violencia que el llamado Cártel del Noroeste desató en Nuevo Laredo, Tamaulipas, entre el 14 y 15 de noviembre, en donde inclusive amenazó a la ciudadanía con matar a quien difundiera sus actos criminales por las redes sociales, lo que provocó un llamado de alerta por parte de autoridades estadunidenses.
En el vecino del norte empezó a rondar en sus círculos políticos y periodísticos la posibilidad de que en México los cárteles del narcotráfico fueran organizaciones terroristas, lo que de acuerdo con las leyes estadunidenses les permitiría intervenir directamente, debido a la ampliación de la jurisdicción penal extraterritorial para proteger la vida e intereses de sus ciudadanos.
El senador Tom Cotton, republicano de Arkansas, calificó la política oficial del gobierno lopezobradorista de “abrazos no balazos”, como “cuento de hadas”. Y añadió ominosamente: “Si el gobierno mexicano no puede proteger a los ciudadanos estadounidenses en México, entonces los Estados Unidos tiene que tomar el asunto con nuestras propias manos”.
Aunque a través de agencias como la DEA y la CIA, y de manera encubierta con asesoría al Ejército y la Marina de México mediante sus fuerzas especiales, los Estados Unidos participan en la política interior de nuestro país con elementos armados, el hecho que sus tropas invadan el suelo patrio no ocurre de manera oficial desde la presidencia de Woodrow Wilson, cuando estábamos sacudidos por la Revolución.
Wilson, un mandatario que es visto en su país como un pacifista, ya que al término de la primera guerra mundial propuso 14 puntos para reconstruir Europa y ayudó a que se creara la Liga de las Naciones, el antecedente de la Organización de las Naciones Unidas, fue un promotor de las agresiones contra México para vigilar los intereses de su país.
Opuesto al gobierno de Victoriano Huerta, al que se negó a reconocer, Wilson mandó a uno de sus hombres de mayor confianza a sondear el ambiente mexicano, William Bayard Hale, porque desconfiaba del embajador que había contribuido a la caída de Francisco I. Madero, Henry Lane Wilson; el reporte de su enviado preveía que Estados Unidos tendría que intervenir por la fuerza en su vecino del sur.
Wilson fue conduciendo, con el apoyo de su secretario de Estado y los legisladores demócratas en el congreso, una política intervencionista para provocar la caída del gobierno huertista. Así, los marines desembarcaron en Veracruz el 21 de abril de 1914, lo que provocó manifestaciones antiestadunidenses en varios países de América Latina; sin embargo, la marina estadunidense ocupó el puerto durante seis meses, lo que contribuyó a la renuncia de Huerta en junio de ese año.
Pero aún habría otra acción bélica de mayor envergadura, cuando Pancho Villa atacó Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916. En respuesta, Wilson ordenó que una Expedición Punitiva comandada por John J. Pershing se internara en territorio mexicano.
Aunque esa fuerza expedicionaria no logró el objetivo principal de capturar a Villa y se retiró en febrero de 1917, les sirvió a los estadunidenses como entrenamiento y prueba para su participación en la guerra europea.
A cien años de esa invasión surgen varias preguntas. ¿La administración Trump estaría dispuesta a mandar sus tropas a nuestro país para atrapar a líderes de los cárteles si se deteriora la situación de seguridad en México o le sirve para asegurar su relección en las elecciones de 2020?
¿Cómo reaccionaría la opinión pública mexicana ante una nueva intervención? ¿El gobierno lopezobradorista recibiría el completo apoyo popular o, por el contrario, los mexicanos apoyaríamos la presencia de soldados y marines estadunidenses ante la incapacidad de la política gubernamental?
Por ahora todo parece haber quedado en simples amagos. Empero, no puede descartarse que por razones de política interior Trump se vea obligado a recurrir a la fuerza para asegurar la tranquilidad en su estratégico vecino del sur si la inseguridad continúa afectando a sus ciudadanos e intereses. Esperemos no tener que llegar a ese punto.