Por: Hugo Pereyra Mares
Los primeros días de este año han sido un periodo de turbulencia política para los Estados Unidos de América. La autodenominada democracia más antigua del mundo se encuentra sumergida en una profunda división, la cual se ve muy difícil pueda restaurar el nuevo mandatario.
El día 6, en la fecha constitucional en la cual se reúne el congreso de ese país para certificar los resultados de la elección de noviembre anterior, hubo una nutrida manifestación de partidarios del presidente Donald Trump, se calcula entre 50 y 60 mil asistentes, llegados de todas partes de esa nación a Washington D.C., para protestar por la percepción de que hubo fraude en los comicios y que se anularan las votaciones de estados dudosos.
Una fracción de esos manifestantes se dirigieron hacia el Capitolio, donde los legisladores, encabezados por el vicepresidente Mike Pence, realizaban el proceso de validación, desbordaron a la policía que cuida ese recinto e ingresaron por la fuerza.
Los medios de comunicación mostraron imágenes de ciudadanos ocupando la tribuna de la cámara de diputados y las oficinas de los congresistas, de enfrentamientos entre el equipo de seguridad y los protestantes. La irrupción se saldó con cinco muertos, entre ellos un policía y una veterana de la fuerza aérea.
Con la anuencia del vicepresidente y de la líder de la cámara baja, Nancy Pelosi, se llamó a la guardia nacional del vecino estado de Maryland. Una semana después, el día 13, soldados fuertemente armados dormían en los pasillos del complejo de edificios del Capitolio, algo que no sucedía desde el comienzo de la Guerra Civil en 1861.
Estados Unidos acostumbrado a intervenir en otras naciones para imponer su versión de democracia, se encontró con un reflejo que no le gustó. Ya desde los mítines y violencia que en el verano del año anterior había desatado el movimiento de izquierda Black Lives Matter, inclusive en la propia capital, donde amenazaron con atacar la Casa Blanca, se vio una sociedad fracturada, donde la confrontación es la norma.
El establishment, es decir, los poderes reales del vecino del norte, decidieron cobrarle a Donald Trump, las facturas acumuladas en cuatro años de mandato. Las grandes corporaciones tecnológicas, comenzando por Twitter, y a las que siguieron Facebook, Youtube y otras, censuraron las cuentas personales del mandatario, alegando que él llamaba a la violencia.
Grupos como la Asociación Profesional de Golf (PGA) se sumaron al linchamiento, al cancelar el prestigioso campeonato de esa organización, previsto a efectuarse en 2022, en una propiedad de Trump; y el Deutsche Bank anunció que no haría más negocios con el grupo Trump.
La cámara de representantes aprobó llevar a Trump a un segundo juicio político de destitución, esta ocasión por incitar una rebelión, algo inédito en la historia estadounidense, la vez primera se había acusado al magnate neoyorquino de haber llegado a la presidencia ayudado por el gobierno ruso, algo que a pesar de los esfuerzos del ex director del FBI Robert Muller, no se pudo probar y se espera que el senado vote para confirmar o desechar el juicio, inclusive con Trump fuera del gobierno.
Así, Joseph Biden asumirá mañana el poder para convertirse en el 46to mandatario de su país, considerando que Grover Cleveland ejerció el cargo en dos periodos diferentes, no consecutivos, en una ceremonia que contrastará con la pompa de las anteriores. El hombre de mayor edad en tomar posesión se espera que siga las políticas de quien fuera su jefe, Barack Obama y prepare el camino para su vicepresidenta, Kamala Harris, a quienes muchos ya sienten será quien en realidad dirija el rumbo de la administración entrante.
Estados Unidos sigue en medio de la crisis de la Covid-19, que ha cobrado cerca de 400 mil muertos en su suelo, con una recesión económica que no se ve termine pronto y de esta forma, el margen de maniobra de Biden se ve limitado. El mundo contiene el aliento para ver cómo encarará los retos alguien que nunca ha sido visto como un político brillante. Las apuestas corren que pronto ordenará una invasión o un ataque a otro país para mejorar su perfil. Espero equivocarme.