Por: Luis Reed Torres
PARTE 1
Ríos de tinta han corrido, corren y correrán en estos tiempos acerca de la corrupción oficial que en los últimos ocho sexenios ha tenido destacados exponentes cuyos nombres están en la boca de todos los ciudadanos mexicanos y que, por lo mismo, huelga repetirlos. Así, se han hecho públicas diversas hipótesis sobre los orígenes de esa lacra que tanto ha dañado –y daña– a nuestro país, sin que falten, claro, los siempre repetidos propósitos de renovación moral que jamás terminan por aterrizar en la flagelada sociedad mexicana.
Sin embargo, a mi juicio nadie ha explicado tan profundamente y en tan breve espacio los orígenes políticos de la corrupción gubernativa como don Rigoberto López Valdivia, abogado e intelectual de fuste desaparecido hace casi 35 años y sin duda uno de los hombres verdaderamente ilustres del México contemporáneo.
A pesar de la ausencia de un trato personal continuo, don Rigoberto y yo albergamos simpatías recíprocas que se fueron acrecentando al coincidir en diversos actos cívicos e históricos en que ambos interveníamos como expositores. Naturalmente, la concordancia en buena parte de ideas nutría esa relación que desafortunadamente no fue lo estrecha que era de desear en virtud de las ocupaciones personales que absorben al individuo en una megalópolis como ésta y le impiden sustraerse como quisiera. No obstante, vayan estas líneas como un modesto, pero sincero recuerdo personal a su figura recia e irreductible, patriota y nacionalista.
Pues bien, en el escrito fechado el 31 de mayo de 1979 bajo el rubro “Las Causas Políticas de la Corrupción” y que posteriormente quedó incluido en su notable libro titulado “La Quiebra de la Revolución Mexicana” (México, Editorial Tradición, 1982), López Valdivia –quien posee páginas excepcionalmente logradas– anota que la causa más visible, si bien no la más grave, de la corrupción oficial es “la estructura socializante creada por el gobierno mexicano”, que en aquel entonces manejaba cerca de mil empresas operadas con criterio político-compadril y no económico.
Y asienta, refiriéndose a la época en que apareció su libro: “No hay ni puede haber quien vigile en forma adecuada y celosa el manejo del dinero” que se maneja en cantidades estratosféricas, toda vez que las empresas paraestatales carecen de un dueño que las controle adecuadamente, como en los casos de los particulares. Agrega: “Tampoco los encargados de los departamentos de contraloría o de vigilancia de esas mismas empresas tienen el carácter de dueños, porque por definición el dueño es esa entidad abstracta que se llama el Estado”.
“Algunas personas consideran que las empresas paraestatales son ineficientes –dice López Valdivia– porque hay corrupción en ellas, y que una vez saneadas por los medios legales, dichas empresas cumplirán una alta función social. La verdad de las cosas es exactamente al revés, o sea que la corrupción es propiciada por las estructura misma de las empresas de que estamos hablando. El hecho de que las empresas en cuestión estén administradas por burócratas, que a su vez son vigilados por otros burócratas, y la circunstancia además de que manejen fuertes cantidades de dinero, es algo que propicia la corrupción y también la ineficiencia”.
López Valdivia asevera luego que los burócratas de la rama gubernamental propiamente dicha abusan del poder, en tanto que los burócratas de la esfera paraestatal abusan del dinero; pero que en un nivel más alto se encuentran los burócratas “que disponen a la vez del poder y del dinero, o sea del poder político y del poder económico”, y que, en esas condiciones, nos topamos ya de frente con “una estructura de tipo totalitario”, porque cuando un grupúsculo disfruta a la vez de ambos poderes, “la libertad de los ciudadanos queda sumamente restringida y prácticamente anulada, y la corrupción se vuelve inevitable”.
En síntesis, una de las causas estructurales de la corrupción en los tiempos que López Valdivia escribió era la existencia misma del vasto sector paraestatal, donde se encontraba “la ocasión propicia para lucrar deshonestamente con el dinero de la nación”.
Esto, como anoté líneas arriba, lo escribió don Rigoberto muchas décadas atrás, cuando, a pesar de todo, no se registraban aún los brutales excesos que México entero ha atestiguado en nuestros días. Por lo demás, el actual régimen en modo alguno ha dado marcha atrás en semejantes prácticas, y así es prácticamente imposible erradicar la corrupción que nos devora, aunada ahora a algo todavía peor: la impunidad.
En la siguiente entrega tocaré la segunda y más importante causa de la corrupción en México según la tesis de don Rigoberto López Valdivia.