Por: Justo Mirón
¿Pues qué creen, estimados lectores de esta leída, celebrada y estimadísima columna?
Aparte, claro, de tener el gusto y la satisfacción de saludarlos a todos y cada uno de ustedes (híjole, ya hasta parezco político mexicano) les comunico que tengo el inefable placer de informarles que ya se encontró otra manera infalible de evitar el contagio por coronavirus, grave problema que hoy por hoy tiene prácticamente de cabeza al mundo entero.
Si en mi anterior columna les indiqué que un método sencillo y seguro de frenar el mal consistía en acercarse lo más posible a El Megalómano de Palacio e incluso recibir de él cariñosos apapachos, abrazos de oso y ensalivados besitos en virtud de su poderosa fuerza moral que le preserva tanto de contagiar como de ser contagiado, ahora les anuncio, con el corazón henchido de gozo, que ya tenemos una nueva forma de salvarnos de tan terrible mal: ¡volviéndonos todos pobres!
Debo decir aquí, y pido perdón por la disgresión, que cuando en mi pasado texto aconsejé, sin ningún género de duda, el acercamiento físico –lo más cercano posible para que fuese más efectivo– con El Megalómano de Palacio, me llovieron muchos y muy sonoros aplausos, muchas y muy nutridas felicitaciones. Y no era para menos, vive Dios, supuesto que les proporcionaba a mis lectores, sin costo alguno, la solución perfecta frente al avance de la enfermedad. La sola fuerza moral y los amuletos exhibidos constituían razón más que suficiente para permanecer tranquilos.
Pues bien, esa poderosa fortaleza bienhechora se ha visto ahora robustecida por otra manera de sortear el amenazante mal: ser pobres. ¡Sí, damas y caballeros, niños y niñas, caramelos y bolitas! Ser pobres, ni más ni menos…
Debemos a la atingente sapiencia del excelentísimo señor gobernador del Estado Libre y Soberano de Puebla, don Luis Miguel Gerónimo Barbosa, el trascendental hallazgo de la otra manera –aparte de la ya multicitada que encarna El Megalómano de Palacio– de ponerle un hasta aquí al también ya multicitado coronavirus: la pobreza.
En efecto, el titular del Ejecutivo de esa bella entidad hizo notar algo importantísimo de lo que nadie se había percatado: el temido y temible coronavirus sólo le echa el ojo a los ricos, a los pudientes, a los acomodados, a los fifís — para decirlo de un jalón–, para caer sobre su humanidad y cebarse en ellos.
«Si ustedes son ricos tienen el riesgo (de contraer el virus); si ustedes son pobres, no. Los pobres estamos inmunes», dijo textualmente el señor gobernador. Naturalmente él se considera pobre. ¡Faltaba más!
"Si eres rico te da coronavirus, si eres pobre, eres inmune".
El gobernador de Puebla mis hermanos. pic.twitter.com/CbUMlop80F
— tumbaburross® (@tumbaburross) March 25, 2020
Así que, mis chiquilines, no hay de qué preocuparse: desháganse de todos sus bienes materiales, sean o no cuantiosos, y pasen a integrar las clases menesterosas. Aquí de lo que se trata es de ser pobre, y mientras más pobre, mejor. Nada de ser rico, clase media alta, clase media a secas o clase media baja. Repito, hágase pobre o incluso paupérrimo, de ser posible.
Ni se le ocurra realizar algún esfuerzo adicional para mejorar su condición económica, porque si el pinky virus se da cuenta no le arriendo las ganancias. Con certero ojo clínico y mente aguda y a las vivas, el coronavirus dirá: «Este cuate ya dejó atrás la pobreza, es hora de caerle con todo el peso de la infección». Así como lo oye…
Ya está enterado entonces de esta nueva y mágica solución frente a la amenaza de hoy en día. Agradezcamos en todo lo que vale la radiante luz que emana de la mente lúcida del señor gobernador de Puebla, entidad por lo demás de todas mis admiraciones, afectos y respetos.
Un último consejo: si no es pobre, por lo menos disimule y parézcalo un poco.
Chance y el famoso coronavirus se vaya con la finta y le pase de largo…