Sacerdote, político, botánico y escritor
Por: Graciela Cruz Hernández
Nació Pablo de la Llave, el día 11 de febrero de 1773 en la ciudad de Córdoba, Veracruz. Hijo del capitán en México al servicio del rey español, Francisco Antonio de la Llave y de María Gertrudis Fernández de Ávila y Solís.
Pablo quedó huérfano de padre a la edad de 12 años, entonces, Manuel su hermano mayor lo apoyó en sus estudios y decidió mandarlo a estudiar a la Ciudad de México. Pablo estudió en el Colegio de San Juan de Letrán en el centro histórico de la Ciudad.
Pablo de la Llave sintió el llamado a la vocación sacerdotal y ya una vez siendo sacerdote y después de haber impartido clases de filosofía, a la edad de veintiocho años se embarcó rumbo a España para continuar estudiando. En España estudió francés, hebreo y algunas “lenguas muertas” para ampliar su conocimiento. Pero lo que llamó poderosamente su atención fue el estudio de las plantas, dedicando a ello gran parte de su tiempo.
En el estudio de las plantas, durante los años 1811-1812 fue alumno del naturalista novohispano radicado en España desde 1803, José Mariano Mociño.
Pablo de la Llave escribió alguna vez:
“Pasábamos los días en Madrid clasificando y nombrando científicamente a las plantas procedentes de la Real Expedición Botánica de la Nueva España (México) que se realizó de 1787 a 1803. Las plantas se rescataron cuando el imperio francés invadió España. También ordenamos las aves del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. ¡Era sorprendente ver aves tan coloridas originarias de África, centro y sur América! Fui nombrado director del Real Jardín Botánico de Madrid e incluso di algunas clases de botánica.
Años más tarde en España fui electo diputado representando a mi país de origen en la Corte Real, pero cuando los españoles se enteraron que apoyaba las ideas de independencia de México, me persiguieron hasta hacerme prisionero. Mientras tanto en México la mitad de mi fortuna se utilizó para financiar la independencia de México llevada a cabo por Don José María Morelos y Pavón”.
Una vez puesto en libertad, fue nombrado Director Segundo del Gabinete de Historia Natural. Durante algún tiempo residió en la Villa de Osuna con el nombramiento de canónigo de la Catedral de aquel lugar.
En España tuvo la oportunidad de publicar unas “Descripciones de líquenes nuevos” y en 1822 fue el autor del “Suplemento de diputados americanos a las cortes 1820-1821”.
Pablo de la Llave regresó a México en 1823, a su regreso tuvo cargos no sólo eclesiásticos sino también políticos pues fue Ministro de Justicia y de Hacienda, pero de manera especial continuó su estudio sobre las plantas. Interesado en darle nombre a la flora realizó un estudio de las orquídeas de Michoacán y una descripción de líquenes, dio un paso todavía más adelante al investigar también las hormigas de la miel y algunas aves logrando descubrir nuevos géneros y especies.
Junto con Juan Martínez de Lejarza dedicó algunos géneros de plantas a la memoria de varios caudillos de la Independencia como: Hidalgoa, Allendea, Abasoloa, Casimiroa y Morelosía. Y el nombre científico del quetzal (Pharomachrus moccino) lo dedicó a su maestro y amigo José Mariano Mociño de quien tanto aprendió en España. Y al español Juan Antonio Gómez de Guevara que fue quien introdujo el cultivo de mango y café en Orizaba, le dedicó el género Gomezia.
Pablo de la Llave, tuvo el cargo de director del Museo Nacional de Historia Natural de México así como del Jardín Botánico del Palacio Nacional. Ambas instituciones en 1831 se unieron por decisión del Poder Ejecutivo y fueron administradas por una sola Junta Directiva, presidiendo Pablo de la Llave hasta su muerte.
La revista Registro Trimestre, órgano de la Sociedad de Literatos fue una en las que Pablo de la Llave participó activamente, ahí en 1832 dio a conocer la «Memoria de la dulzura del clima en México demostrada por los vegetales» que se basó en un estudio acerca de la forma en que se desarrollaban las plantas al aire libre en la ciudad de México y su contorno. Recabó datos sobre su situación en las colecciones. La «Memoria» incluyó una lista de 140 especies.
El artículo permite conocer algunas de las plantas mexicanas que albergaba el Jardín de Palacio en ese año, varias de ellas endémicas, eso atraía la atención de algunos viajeros extranjeros que buscaban especies curiosas para transportar a los centros de aclimatación de Europa y Estados Unidos.
De la Llave publicó en 1833 en la revista Registro Trimestre un estudio titulado «Sobre cuatro especies nuevas de salvia» en el que señaló que México «podría llamarse el país de las salvias, tanto por su número, cuanto porque en él [vegetaban] las especies más hermosas y notables de este género».
Pablo de la Llave se dio cuenta de que la venta de plantas de ornato podría ser una entrada de dinero para la institución, generando así ingresos necesarios para la misma.
Pablo de la Llave publicó la «Materia Médica vegetal» en el que habló de una de las plantas que acapararon la atención de la opinión pública mexicana: el guaco (Mikania guaco), que se daba muy bien en países de América del sur, el cual fue considerado como un «don precioso de la providencia, de energía y eficacia que [rayaba] en lo prodigioso, anonadador del veneno de las serpientes» y remedio contra fiebres tropicales que aquejaba a prácticamente toda la población de los trópicos. Los botánicos creían que el guaco probablemente podría encontrarse en las regiones del sureste mexicano, pues compartían características geográficas con las selvas de Venezuela, Colombia, Perú y Guatemala donde prensa reportó la existencia de la planta.
De la Llave se propuso buscar esta especie en la zona de Córdoba, Veracruz. Tras una larga búsqueda, encontró especies nuevas, pero no el guaco. Sin embargo, durante su viaje conoció a un negro oriundo de Caracas, que había reconocido el guaco en una hacienda dos leguas abajo de Córdoba. De la Llave consideraba de importancia consultar a los habitantes de cada localidad que recorría, pues estaban familiarizados con la flora local y del uso que se les daba cotidianamente.
Para gran alegría de Pablo de la Llave, el 11 de febrero de 1833 llegó a su casa, una carta con un ramo de flores de guaco proveniente de Chiapas de parte del general Juan Pablo Anaya, que estaba enterado de la búsqueda y quien generosamente después, mandó macetas con plantas vivas de la especie.
Pablo de la Llave había concluido su misión en esta vida y en el primer semestre de 1833 fue llevado enfermo a la Hacienda del Corral en el cantón de Córdoba, para tratar de encontrar el alivio a una extraña enfermedad en el estómago, pero no pudo superar su enfermedad y este gran personaje murió en junio de 1833 a la edad de 60 años.
Fuentes:
https://www.biodiversidad.gob.mx
https://cdigital.dgb.uanl.mx (PDF) Mexicanos Distinguidos (De Francisco Sosa)