Por: Teresa Huerta
José Ignacio Basurto Aguilar, nació en Salvatierra, Guanajuato, el mes de abril de 1755, algunos biógrafos difieren en el año de nacimiento por un año, anotando como tal 1754 y aunque tampoco hay un acuerdo en el día de la fecha de nacimiento, sí se coincide en que en el mes de abril; hijo legítimo de José Francisco Basurto y de María Luz Aguilar.
Sus primeros estudios los cursó en su tierra natal y los continuó en el Seminario Conciliar de Morelia siendo ordenado sacerdote.
Del padre José Ignacio Basurto no conocemos mucha información, pero lo que sí podemos encontrar y saber de él, es que se desempeñó como teniente de Cura en Chamacuero (hoy Comonfort, Guanajuato) desde 1780, pues su nombre y firma aparece ese año, registrado por vez primera el 4 de julio, y de ahí en adelante se sigue registrando su nombre y firma en los diferentes sacramentos que realizó, hasta la última fecha registrada que fue el 18 de agosto de 1804.
Era casi el final de la época Virreinal, y el sacerdote atento a lo que sucedía a su alrededor, se dio cuenta que los niños escuchaban o leían algunos cuentos y obras que el sacerdote consideraba “fruslerías” (cosas de poco valor o importancia), por lo que se vio motivado a escribir algunas fábulas que fueran a la vez que divertidas, útiles, y que los niños pudieran sacar algún provecho de las moralejas que ellas contenían.
Esas fábulas que primero fueron escuchadas muy seguramente por boca de su autor, luego fueron publicadas en 1802 con el título “Fábulas morales” y bajo el gran título en su publicación original se seguía leyendo: Que para la provechosa recreación de los niños que cursan las escuelas de primeras letras dispuso el Br. D. José Ignacio Basurto.
La importancia de esa obra de literatura infantil aparte de su contenido, es que no se conoce otra obra mexicana similar que haya sido escrita o impresa en el país anterior a ella. El padre Basurto puso como protagonistas de sus fábulas a los animales naturales de la zona o del país, utilizaba las palabras y las situaciones sociales y culturales que vivían en ese momento, y eso ayudaba a que los niños pudieran fácilmente entender el mensaje o moraleja.
Entre algunos de los títulos de las 24 fábulas, están: “El Perico”, “La Culebra y el Sapo”, “La Ardilla”, “Las Abejas, joven y vieja”, “El Caballo y el Buey”, “La Luciérnaga, el Grillo y el Ratón”, “El Pajarillo Preso”, “La Araña y la Tejedora”, etc.
En el Archivo Histórico de la Parroquia de San Francisco de Asís, constan dos fechas de los últimos días de actividad del padre Ignacio Basurto en Chamacuero (hoy Comonfort, Guanajuato). Las actividades realizadas fueron un matrimonio de indios el día 14 de agosto 1804 y un bautismo el día 18 de agosto de 1804.
No sabemos los motivos por los cuales el padre Basurto terminó su labor pastoral en Chamacuero y regresó en junio de 1805 a su natal Salvatierra, Guanajuato, donde se encargó del curato desde el 10 de noviembre de 1805, cargo que desempeñó hasta su muerte. Durante su presbiterio terminó el actual Santuario Diocesano, el 8 de septiembre de 1808.
Falleció a los casi 55 años de edad en enero de 1810.
Acertadamente el cronista de Salvatierra Miguel Alejo López escribió sobre la obra del Padre Ignacio Basurto “No se trata de recordar solamente lo que hace un poco más de doscientos años escribió este clérigo para formar a la niñez; no se trata de hacer memoria, sino de hacer memorial. Es decir, de hacer presentes aquí y ahora, los valores morales que se deben impulsar en el contexto del proceso enseñanza aprendizaje dentro de las aulas, para que, con el tiempo, tengamos mejores salvaterrenses, magníficos guanajuatenses y, buenos mexicanos, que es hoy en día lo que la patria necesita”.
A continuación la fábula número I en la que podemos leer una especie de explicación del porqué de sus fábulas:
“EL PERICO”
A los niños de las escuelas.
Inocentes niños
a quienes encantan
inútiles cuentos,
e insulsas patrañas:
en mis fabulitas
mi amor os regala
de gusto y provecho
la sabrosa vianda.
Al paladar vuestro
será acomodada
si insípida la gusto
de la gente sabia.
Yo me lo prometo
si es que no me engaña
un cuento en que estriba
toda mi esperanza.
Un charlatán perico
sacó de una cocina
el descarnado hueso
de no sé qué avecilla,
y subiendo a su estaca
a comer de él convida
a cuantos pajarillos
aquella casa habitan.
Ellos este regalo
desprecian con sonrisa,
que del perico pobre
enciende las mejillas:
al rubor se abandona,
el hueso al suelo tira,
que luego ve cubierto
de pequeñas hormigas;
en este instante el loro
a voz de cuello grita:
¿Vosotras apreciáis
lo que ellos no estiman?
¡Quién hubiera tenido,
de vosotras noticia!
Que evitando desaires,
que tanto mortifican,
os hubiera endonado
tan suave golosina.
Esto noté cuando hechas
mis pobres fabulitas,
pensaba presentarlas
a toda gente instruida;
y al instante temiendo
del sabio la sonrisa,
me propuse ofrecerlas
cual hueso a las hormigas,
a vosotros, oh niños,
humildes hormiguitas,
que encontraréis en ellas
suavísimas delicias,
ofrezco el dulce jugo
de la verdad escrita
en Fábulas morales,
que mi afecto os dedica.
En esta fábula el mismo sacerdote reconociendo no ser un escritor de profesión, humildemente dice: “mis pobres fabulitas” y más adelante: “temiendo del sabio la sonrisa”; es por eso que queremos resaltar lo que dijo el cronista Miguel Alejo: “No se trata de hacer memoria, sino de hacer memorial” pues aunque solo se le reconoce al padre José Ignacio Basurto esa obra de 24 fábulas infantiles, fue más que suficiente para que su nombre quedara escrito en la historia de la literatura de México, eso demuestra que nunca hay que minimizar una acción por pequeña que esta parezca, pues a más de 200 años de haberse publicado por primera vez su libro de fábulas, al padre José Ignacio Basurto se le sigue recordando y reconociendo como el escritor del primer libro infantil mexicano y según algunos escritores, el primero de Latinoamérica en su género.