Por: Teresa Huerta
En el mes de abril del año 1828 en la ciudad de Teziutlán, Puebla, nació Rafael Martínez de la Torre. Hijo del doctor Francisco Martínez y de la doctora María Ignacia de la Torre.
Después de sus primeros estudios, entró en 1838 al Seminario Conciliar Palafoxiano en Puebla, donde cursó estudios de Filosofía. Después entró becado a estudiar al Colegio de San Ildefonso; se recibió de abogado en noviembre de 1849, previamente su práctica la realizó con el jurisconsulto doctor José María Cuevas.
Reconocida su inteligencia y honradez, recibió el nombramiento de Juez Letrado de México en 1855 y de Consejero por el estado de Veracruz en 1856, pero por razones que desconocemos no llegó a desempeñar ninguno de esos dos cargos.
Preocupado por el bien público, por tres años distintos fue electo regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México; durante su servicio dio muestras de gran y fina elocuencia, desempeñando su trabajo a cabalidad.
Acrecentó su fama la defensa que junto con el doctor Mariano Riva Palacio, hizo para Maximiliano de Habsburgo quien fue fusilado el 19 de junio de 1867. A los pocos meses fue publicado el “Memorándum” sobre ese proceso, la lectura sobre el mismo, nos lleva a darnos una idea de los nobles sentimientos y de la gran calidad de persona que era Rafael Martínez de la Torre
No pasando desapercibida su calidad moral y dado que la defensa que conjuntamente realizó, aunque no logró el objetivo que era salvar la vida de Maximiliano, le ganó la estimación de no poca gente y un lugar prominente entre los jurisconsultos mexicanos y a la postre un lugar en la política mexicana.
En 1869 Martínez de la Torre fue electo por primera vez como diputado del Congreso de la Unión, realizando siempre un buen trabajo, fue reelecto en los periodos posteriores hasta que terminó su vida terrena.
Sobre él se lee lo siguiente en el libro “Biografías de Mexicanos Distinguidos” de Francisco Sosa:
“Martínez de la Torre como orador parlamentario es una de las más hermosas figuras de nuestra historia, sus principales discursos sobre la concesión del Ferrocarril Mexicano, sobre la no expulsión de las Hermanas de la Caridad, en defensa del gobernador de Zacatecas, en contra siempre de las facultades extraordinarias, le colocaron entre nuestros primeros oradores. Todo concurría en él para impresionar en favor de la causa que defendía al Parlamento y al público que le escuchaba. Figura altamente simpática, voz dulcísima, grande erudición, palabra fácil y sobre todo sentimientos siempre nobles, siempre elevados, hacían que Martínez de la Torre que poseía un lenguaje correcto y fluido, despertase desde que ocupaba La Tribuna la simpatía del Auditorio y los conmoviese profundamente.
Allí está el Diario de los Debates, guardando en sus páginas los elocuentes discursos del orador que nos ocupa pronunció en este Palacio legislativo, ¡Qué generosidad, que deseo tan vehemente de ver unidos a los mexicanos todos, brillan en el discurso en favor de la amnistía! ¡Qué raudal de frases conmovedoras de caridad cristiana en la defensa de las hermanas de la Caridad! ¡Qué cuadros tan brillantes aquellos en que pinta los horrores de la guerra, los crímenes que inspira la venganza, el odio que despierta la tiranía, cuando el poder está revestido de facultades extraordinarias! y en medio de aquel torrente de palabras hermosísimas, ¡cuántos ejemplos sacados de la historia de todos los pueblos! ¡Cuántas frases de ilustres pensadores y grandes hombres!
Inspirado el orador no solamente en su propia conciencia sino en las elecciones que la historia de la humanidad encierra, agota cuántos recursos están a su alcance para demostrar la justicia de su causa y cuando ve que la razón no es bastante para decidir a los legisladores y a los jueces, apela al sentimiento y conmueve las fibras más delicadas del corazón, derramando a raudales el tesoro de amor y bondad que el suyo encierra.
Jamás podremos olvidar a Martínez de la Torre, resonará siempre en nuestro oído aquella voz armónica y dulce, aquel fervoroso acento con que pedía todo lo que creía bello, santo, patriótico”.
Leemos que defendió al Gobierno de Zacatecas contra la federación, que se opuso a la expulsión de las Hermanas de la Caridad, siempre trató y luchó por promover el bien y lo hizo poniendo el ejemplo, protector de varias casas de beneficencia y en cuanto al arte fue protector del Conservatorio de Música, él, con paternal cariño ayudaba no solo de palabra sino con recursos pecuniarios a los alumnos que así lo necesitaban.
Promovedor de cualquier empresa o acción que fuera de utilidad al país fue miembro de varias academias científicas y literarias. Amante del progreso y del bien común, inició y llevó a cabo el ensanche de la Ciudad de México, para ello fraccionó los terrenos que poseía en Buenavista y en el barrio de Los Ángeles. También era propietario de una parte del Rancho Santa María y de una plazuela que hoy lleva su nombre. Esos terrenos son los que ahora forman la colonia Guerrero.
Creía en que era provechosos para el país la colonización extranjera e hizo un ensayo en los terrenos de su hacienda del Jobo, en Tlapacoyan en el estado de Veracruz, fundando dos colonias que prosperaron. Creía que de ninguna otra manera mejor se podía dar a conocer lo que México encierra y puede otorgar al mundo que atrayendo a los viajeros extranjeros, quizá tenía esa importante visión que ahora conocemos como turismo internacional que trae importantes beneficios económicos al país.
Viendo que era necesario tratar asuntos importantes referentes a la salud pública, convocó un Congreso Médico, tal congreso se pudo llevar a cabo por el general Riva Palacio siendo Ministro de Fomento.
Rafael Martínez de la Torre, hombre de iniciativas y de obras quien se había donado por completo a nuestra patria, murió el 25 de noviembre de 1876 cuando tenía 48 años de edad; su muerte enlutó a la sociedad mexicana.
Rafael Martínez de la Torre fundó una hacienda ganadera en el siglo XIX, en el antiguo Paso de Novillos del río Bobos, en el estado de Veracruz; el nombre Paso de Novillos se lo había dado los pobladores a ese lugar y con ese nombre fue llamada la hacienda, que por cierto era parte del Jobo.
Rafael Martínez de la Torre donó los terrenos en donde se asienta la cabecera municipal del municipio que en su honor, tanto la ciudad como el municipio llevan su apellido. Fue conformado como municipio en 1882 y la cabecera municipal adquirió la categoría de ciudad en 1956.
En la colonia Guerrero de la Ciudad de México, donde mencionamos que era parte de los terrenos de Martínez de la Torre, se encuentra el mercado que lleva su nombre. En esa colonia se encuentra la parroquia del Inmaculado Corazón de María, que también era conocida como iglesia Martínez de la Torre, pues fue él quien donó los terrenos para la construcción de la misma, el templo está ubicado al poniente de la plazuela que lleva su nombre. Aunque físicamente ya no estaba Rafael Martínez de la Torre durante la colocación de la primera piedra del templo el 25 de mayo de 1887, estuvo presente su viuda doña Concepción Cuevas, quien a su vez también donó otros terrenos para beneficio de las familias de la colonia, con su noble acción honraba la memoria de su esposo, hombre excepcional que tanto dio y amó a su patria, el licenciado Rafael Martínez de la Torre.