Por: Luis Reed Torres
–II–
Tras haberme referido en la entrega anterior a las Ordenanzas Reales Sobre la Minería en la Nueva España, expedidas por Carlos III y observadas escrupulosamente por los gobiernos del México independiente hasta 1884 –incluidos los de Juárez y Maximiliano–, continúo aquí el tema del petróleo en nuestro país.
A mediados del siglo XIX y durante las cuatro décadas siguientes apenas si se iniciaba en el territorio nacional la explotación petrolera en forma muy rudimentaria. En 1863 el sacerdote tabasqueño Manuel Gil y Sáenz descubrió unos yacimientos de petróleo en San Fernando, cerca de Tepatitlán, Tabasco, e inició trabajos para destilar aceites ricos en queroseno que primero utilizó para alumbrar su parroquia y luego trató de comercializar mediante el envío de diez barriles a Estados Unidos. Sin embargo, el experimento exportador resultó incosteable por los bajos precios del producto en el país del norte.
Durante 1864, 1865 y 1866 se presentaron varios denuncios por mexicanos para explotar el chapopote en diversas localidades de Veracruz, Tamaulipas, Oaxaca, Chiapas y Tabasco. Es decir, se reconocieron por nacionales las zonas petrolíferas que hoy se explotan y es indudable que los extranjeros tuvieron poca o nula participación en los descubrimientos. Cabe aquí ratificar que todos estos denuncios fueron efectuados y admitidos de acuerdo a las Ordenanzas de Minería ya citadas.
Posteriormente, el doctor Adolfo Autrey, estadunidense-irlandés avecindado en Veracruz tras finalizar la Guerra de Secesión, emprendió también la explotación de los yacimientos de La Constancia para producir lo que denominó aceite iluminante, en una refinería cuyo alambique había construido otro estadunidense apellidado Bond.
En agosto de 1882, Autrey recibió un diploma en la Exposición de Querétaro por la magnífica calidad de su producto, y en 1884 se asoció con Ignacio Huacuja, quien aportó veinte mil pesos para poder explotar en mayor cuantía las zonas chapopoteras que existían en la región de Papantla, Veracruz, donde se hallaba La Constancia. El objetivo principal era producir petróleo iluminante que en aquel entonces gozaba de gran aceptación.
Sin embargo, se debe a don Simón Sarlat Nova, distinguido médico tabasqueño y gobernador de su Estado, la primera explotación de petróleo, pues asociado con el licenciado Serapio Castillo mandó perforar en San Fernando, Macuspana, unos pozos que alcanzaron quinientos metros de profundidad de los que brotó petróleo. Un análisis realizado en Estados Unidos comprobó que contenía sesenta por ciento de aceite de alumbrado. Esos pozos, no obstante haber emergido petróleo de ellos en cantidad comercial, fueron abandonados por falta de mercado y los lugares perforados por Sarlat quedaron luego (1905) bajo el control de la casa Pearson and Son.
Como gobernador de Tabasco el doctor Sarlat mandó editar una Reseña Geográfica y Estadística del Estado de Tabasco –que envió a la Secretaría de Fomento–, por la cual se conocieron oficialmente las formaciones petroleras en esa entidad y de la que será menester reproducir la parte conducente tanto por su importancia histórica como por el propósito de dejar claramente asentado aquí el conocimiento que por esos años (1894) se tenía ya de la riqueza petrolera mexicana, a despecho de muchos personajes de la época que se empeñaban en negarla.
«A media legua del pueblo de San Fernando –indica el informe–, se encuentran los depósitos más antiguamente conocidos.
«Aquí el petróleo se encuentra en la superficie del suelo y cualquier excavación que se haga se llena inmediatamente de un petróleo amarillo rojizo un poco denso; esa densidad y ese color deben atribuirse tanto al contacto del aire y del agua como a la clase de terreno por donde se filtra. En un pozo de tres metros de profundidad, mandado abrir por mí, el petróleo se presenta fluido y verdoso, como el de Pensylvania, en los Estados Unidos.
«En mi viaje a los Estados Unidos lo hice examinar y aunque, como se sabe, se altera al contacto del aire y del agua, dio un cincuenta y un por ciento de aceite de alumbrado. Estoy cierto de que abriendo pozos en debida forma y forrándolos, el petróleo será todo igual al de los Estados Unidos y producirá un setenta y cinco por ciento de aceite de alumbrado.
«Estos depósitos se hallan a quinientos metros de una laguna que comunica con el arroyo Acumba, que desemboca al río Macuspana, navegable por vapor hasta su unión con el Grijalva, el que, como se sabe, es también navegable por vapor hasta su desembocadura al mar.
«A una legua de Macuspana, rumbo al S.O., existe un lugar que llaman Tembladeras, porque el terreno es elástico y cede fácilmente a la presión del pie, sin que por eso se produzca hundimiento ni gruta alguna.
«Visitados por mí estos tembladeros, encontré un terreno asfaltoso; y levantado en un terreno cercano a un arroyo encontré un pequeño ahorro de asfalto semejante al de San Fernando».
Continúa el revelador texto:
«A tres o cuatro millas de la misma villa de Macuspana rumbo al S.O., en un lugar llamado El Tortuguero al pie de un cerro y en el cauce de un arroyo, existe el mejor depósito de petróleo que se conoce en el Estado. Es una excavación hecha al pie del cerro y debajo de una pequeña capa de sulfato de estraciana según el análisis hecho por el señor Director de la Escuela de Minas; se presenta el petróleo muy fluido y amarillento, casi nafta pura, acompañado de un gas fácilmente inflamable, pues arde al acercársele un cerillo encendido.
«El petróleo en esta zona debe estar contenido en un lago inmenso, o en numerosos lagos subterráneos, pues una legua antes de llegar al cerro se presenta el petróleo también en la superficie del suelo, aunque no de la misma calidad; igual cosa se nota más allá del cerro. Si sé que los depósitos de San Francisco están en la misma dirección, la zona de aceite viene a tener en este punto más de seis y ocho leguas.
«A inmediaciones de la hacienda Etopa existe otro depósito de petróleo. Aquí se presenta este producto en una pequeña cuenca casi tan denso y negro como el alquitrán y dotado de un olor semejante al asfalto.
«También se nos informa que a corta distancia del pueblo de San Francisco Estancia Vieja hay varios depósitos del mismo combustible.
» Como todos los surtidores o depósitos de petróleo de Tabasco tienen entre sí una posición de E. a O., formando una zona que se extiende por lo menos treinta leguas y corre casi paralela a la sierra, es de suponer que los esquitos o rocas pizarreñas características de los terrenos carboníferos y petroleros, de que se encuentran estratificaciones en nuestras montañas meridionales, deben hallarse a poca profundidad en dicha zona. Llamamos la atención sobre este punto importante porque hace ver la facilidad con que podrían abrirse pozos para la explotación. No menos interesante juzgamos que será consignar la circunstancia de encontrarse siempre el petróleo a corta distancia de ríos navegables por vapores y en terrenos sin accidentes que impidieran o estorbaran la construcción de vías férreas para tracción animal, cuya longitud máxima sería de diez kilómetros» (Alonso González, Francisco, Historia y Petróleo. México: el Problema del Petróleo, Madrid, Editorial Ayuso, 1972, 332 p., pp. 55-56).
A pesar de todo, tanto la empresa de Autrey como la de Sarlat padecieron tropiezos y fracasaron a la larga por falta de mercado interno y por lo incosteable de la exportación. Hacia 1890 las propiedades de Autrey en Papantla fueron adquiridas por la London Oil Trust Corporation, en las que participó el famoso inglés Cecil Rhodes, quien fue también fundador de la Mexican Oil Corporation. Estas dos empresas también fracasaron al finalizar el siglo XIX. No fue sino hasta que Edward L. Doheny, estadunidense, y Weetman Pearson, inglés, con mejores técnicas y con mercados más favorables para sus productos iniciaron en la primera década del siglo XX la explotación masiva del petróleo mexicano, que la industria empezó a desarrollarse. Los denuncios de chapopoteras que de 1854 en adelante se habían realizado en diversos estados del sureste mexicano habían quedado en el papel, pues en la práctica, como queda dicho, los trabajos de explotación en esos yacimientos no se concretaron por aquellos años.
Sin perjuicio de que se supiera ya, con mayor o menor certeza, de yacimientos petrolíferos en el país, muchos pensaron y aun concluyeron que en México no había petróleo. Fue significativo el caso del ingeniero, escritor y geólogo don Ezequiel Ordóñez, acremente censurado por una comisión integrada por colegas suyos que recorrió en 1900 la costa del Golfo de México y dictaminó unánimemente la inexistencia de petróleo en contra de la opinión de Ordóñez. Don Ezequiel se había graduado de ingeniero topógrafo e hidrógrafo y adquirido vastos conocimientos de geología general, vulcanología y criadero de minerales. Cuando Doherty, posterior organizador de la Huasteca Petroleum Company, había concluido sus explotaciones sin que el éxito correspondiera a sus esperanzas, entró en contacto con Ordóñez y éste, con particular agudeza visual, percepción y rapidez de decisión, le aconsejó perforar cerca del Cerro de La Pez, basado en los estudios que había realizado en la región.
El 3 de abril de 1904, cuando se perforaba a una profundidad de 500 metros, brotó el pozo denominado La Pez I, con un chorro de petróleo de 15 metros de altura y que llevó a producir 1,500 barriles diarios durante varios años. Desde entonces Ordóñez se convirtió en el consejero de Doherty y la Huasteca empezó a cobrar auge hasta convertirse en una de las compañías petroleras más importantes del país.
Ordóñez fue el descubridor del área que se llamó Faja de Oro, cuyos yacimientos terrestres se localizaron bajo la planicie costera del Golfo de México, y que se extendieron también hacia Tamaulipas. Luego de la perforación del pozo San Diego del Mar, conocido después por Dos Bocas, los descubrimientos de pozos y campos se sucedieron ininterrumpidamente hasta alcanzar veintiuno en 1928. Unos años antes, en 1921, México produjo 193 millones de barriles de crudo, lo que lo situó como segundo productor mundial.
Sin embargo, desde los últimos días de 1884 había empezado a trabajarse, desde la cúpula misma del gobierno mexicano, en la legislación que tanto nos dañó después…
(Continuará)