Por: Mnemea de Olimpia
En el mundo del siglo XXI, como lo hemos estudiado ya, las familias promedio no son más que simples conjuntos de personas, todas decadentes en mayor o menor medida, sumisas al Sistema, al gobierno, a sus jefes, a sus maestros, y en definitiva, a sí mismos; simples seres que merodean el mundo, conformes con ser esclavos, habituados a recibir órdenes, obedecer, y dócilmente agradecer las migajas de sus amos…besar sus manos después de ser metafóricamente abofeteados por éstos. Adultos e infantes actúan de la misma forma: sumisamente. Por supuesto, los niños no tienen la culpa de su inferioridad temporal. Justamente, por eso son niños. Su “defecto” es transitorio. No es así con los adultos domesticados, quienes van de la oficina a la casa, conformes con su vida de ganado, falto de iniciativa, carente de toda ambición. ¿De dónde viene esa mediocridad e inferioridad? ¿Quién la inculca? ¿El Sistema? Por supuesto, pero eso es tan complejo de descubrir como que la lluvia cae del cielo. Realmente, el Sistema “nos conduce al lago”, pero no nos puede obligar a beber. Son nuestros padres, nuestros guías en quienes más confiamos, quienes nosotros al verlos ahogarse en las aguas de la decadencia, nos inspiran a beber de la degeneración…y nos enseñan a tragarnos la esclavitud.
Hoy en día, la familia no es el núcleo supremo de los valores, impoluto y santo, como la gente ciega, caduca y conservadora piensa. La familia promedio, idealmente, está compuesta por un hombre, una mujer y uno o dos niños. Éstas, por el simple hecho de existir, ¿valen la pena? ¡En lo absoluto! No es el existir, sino el cómo se es. Y hoy en día, las familias, son el reflejo de nuestra cultura decadente, y viceversa. Sé que a más de uno le incomodará y sorprenderá este último párrafo, pero como maestra, yo no escribo para gustar, sino para transmitir conocimiento.
A lo largo de esta serie estudiaremos cuál es nuestro propósito real como madres, padres, hijos e hijas. No somos iguales. No buscamos serlo. Es momento de despertar nuestro propósito de vida, el verdadero, el ancestral.
“No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma…” Jiddu Krishnamurti