Por: Justo Mirón
¡Que no le digan, que no le cuenten, que no lo chamaqueen, que no lo engañen! ¿Busca para usted y los suyos el antídoto perfecto para que el coronavirus le pele los dientes? ¿Quieren usted y su familia preservar intacta su salud? Hombre, pues la solución es tan simple que hasta da vergüenza no haberse percatado antes de su existencia.
Aquí va el remedio mágico sin costo alguno para los numerosos y preocupados lectores de esta gustada columna. A la una, a las dos y a las…
¡Acérquese ya, sin mayor trámite, dilación u obstáculo a El Megalómano de Palacio! Que él abrace, bese, estruje, ensalive y apapache a usted y su familia! ¡Que derrame sobre su cuerpo todos los manes bienhechores que de él desprenden! ¡Que de una vez por todas usted y sus parientes se vean libres de toda preocupación!
Ya pontificó sobre el caso el señor subsecretario de Salud: El Megalómano de Palacio (bueno, el ínclito funcionario no le dijo así, pero sí se refería a él, claro) se halla revestido de una sorprendente fuerza moral que asombra a tirios y troyanos; de ninguna manera es una fuerza de contagio. Es más — y pa´ acabar pronto, como diría el clásico–, ni él puede contagiar a las masas ni las masas lo pueden contagiar a él. De hecho –como también dijo el sabio funcionario–, poco importa que El Megalómano de Palacio rebase con mucho las seis décadas de vida y casi sería deseable que padeciera el coronavirus (¿lo habrá traicionado un deseo subconsciente?) para que atestigüemos su espontánea recuperación y consecuente inmunidad. ¡Faltaba más! Nada importa que el personaje en cuestión se encuentre comprendido –según los expertos– en un rango de edad que lo expone mayormente a la enfermedad; y desde luego el eminente subsecretario no se tomó la molestia de explicar por qué entonces las personas de la tercera edad deben redoblar cuidados, según recomendación general repetida una y otra vez. La única explicación a esto, claro, radica en que las medidas de prevención sugeridas a la gente mayor no rigen para El Megalómano de Palacio. El es inmune e infalible. ¡Qué digo! ¡Me quedo corto: es omnisciente, omnipotente y omnipresente!
La fuerza moral no evita contagio de coronavirus.
Subsecretario @HLGatell el Presidente es un ser humano,
no es Dios. https://t.co/e6AX1QE1BA— Lilly Téllez (@LillyTellez) March 16, 2020
¿Exagero? Para nada.
Simplemente hay que observar con detenimiento cómo rechazó el gel antibacterial que le ofrecían al arribar a su conferencia de prensa mañanera del 17 de marzo. No sólo se negó a utilizarlo para limpiarse las manos, sino que lo hizo con un gesto particularmente desdeñoso y apresuró el paso.El no requiere absolutamente de protección alguna. Sus acompañantes, sin duda lejos de poseer dones especiales que los mantengan a salvo contra viento y marea, sí aceptaron la profilaxis brindada.
¿Gel?
Nel…!
Tengo la fuerza moral del no contagio. 😎
— Guadalupe Acosta Naranjo (@acostanaranjo) March 17, 2020
Y para que no quepa la menor duda de que El Megalómano de Palacio goza de invulnerabilidad completa, absoluta y total, en su comparecencia matutina del 18 de marzo afirmó categórico que su «escudo protector» contra el coronavirus es la honestidad y la lucha contra la corrupción. Y a continuación mostró ufano, urbi et orbi, sus amuletos indestructibles (guardaespaldas, les llamó él): un trébol de cuatro hojas y un billete de dos dólares.
¡Y nosotros preocupados y mordiéndonos las uñas a lo menso!