Por: Justo Mirón
“Hay quienes no cambian, ni yendo a bailar a Chalma”.
Refrán popular utilizado por mi abuelita cuando se refería a la pérdida de esperanza en el cambio de ciertas personas necias y obcecadas que nunca mostraban signos de modificar su negativa conducta, el cual se puede aplicar actualmente al necio mayor de Palacio Nacional: El ganso de Macuspana, Tabasco.
Hace unos días cumplió un año de muerta mi abuela Rosario.
Sonorense de nacimiento, mi abuela tenía una tienda de abarrotes por los rumbos de la Colonia San Rafael y cual mujer consentidora colmaba de golosinas, refrescos y toda clase de antojos irresistibles a cualquier familiar que llegaba a visitarla a su tienda.
Doña Chayo, nombre por el que todos sus vecinos la conocían, era una mujer de ochenta años, lúcida, de carácter fuerte, luchona, no se dejaba de nadie, mal hablada (no tenía pelos en la lengua), era claridosa, dueña de una memoria extraordinaria, que la hacía recordar vivencias personales que relataba en anécdotas e historias que gustaba narrar para deleite de todo oído, y poseedora de esa sabiduría popular que sólo la adquiere la gente que han nacido y vivido en la provincia mexicana de antaño y que cada día se ha ido perdiendo en la memoria colectiva de nuestro país.
En una ocasión me contó que uno de los huelguistas muertos en las protestas de los mineros de Cananea, Sonora, en 1906, había sido su abuelo, quien llevaba ahí algún tiempo trabajando. Me dijo que eso cambió radicalmente la vida de su abuela, quien tuvo que emigrar a otro lado y vérselas sola para salir adelante.
También me platicó que tuvo familiares que murieron en el movimiento revolucionario. Que unos se fueron con los villistas, otros con los carrancistas y otros con los obregonistas, dejando casa y terruño, pues me decía que las huestes revolucionarias llegaban a los poblados a saquear, violar y arrasar con todo lo que encontraban.
En alguna ocasión recordó sus anécdotas sobre la Guerra Cristera, sobre los tíos que fueron fusilados sólo por ser sacerdotes y de las hambrunas y padecimientos que vivieron en los convulsos años veinte.
Pues bueno, mis queridos lectores, ustedes se dirán, ¿y a nosotros que nos importa la vida familiar de este Justo y su mentada abuelita?, y debo contestarles que en apariencia tienen razón, tal vez la historia de mis antepasados pareciera no tener ningún vínculo con todos ustedes, pero se equivocan.
Historias como la de mi abuela Rosario es el común de muchas historias de millones de mexicanos que somos fruto del sufrimiento, el dolor, la muerte, las carencias y las limitaciones que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos para legarnos el país en el que vivimos actualmente.
La Revolución Mexicana cobró la vida de un millón de personas, sin contar los miles de muertos adicionales que hubo en las rebeliones militares de la época posrevolucionaria y la Guerra Cristera.
Posteriormente, nuestro país fue poco a poco saliendo de la destrucción económica y social provocada por la Revolución Mexicana y los disturbios militares y religiosos de los años veinte, edificando un país que iba paulatinamente resolviendo sus diversos retos en el ámbito político, económico y social. Cada gobernante puso un grano de arena en la construcción del México de hoy, dejando pendientes de resolver problemas que persisten hasta nuestros días, tales como la corrupción, el nepotismo, la impunidad, el abuso de poder y muchos otros males que siguen lacerando al pueblo de México.
No obstante las críticas que pudieran hacerse a los presidentes que gobernaron nuestro país anteriormente a López, ninguno mostró tal ambición de poder, capacidad y voluntad de destrucción de nuestro país como lo ha hecho López hasta ahora.
Diría mi abuelita sobre López: ¡es un lobo con piel de oveja!, o ¡parece que no rompe un plato pero ni vajilla tiene!, aludiendo a la doblez y falsedad con la que se maneja un hipócrita como López, que ha embaucado la buena voluntad de cambio del pueblo de México para llevarlo, ayudado por la crisis económica del coronavirus, a la peor recesión económica de la historia de nuestro país y al borde de una dictadura totalitaria de corte comunista.
Ni la baja en el precio del petróleo, alcanzando precios negativos nunca antes vistos (el precio del petróleo WTI de los Estados Unidos alcanzó el lunes 20 de abril un insólito precio de -37.63 dólares por barril, mientras que la mezcla mexicana tuvo un precio de -2.37 dólares por barril ) hizo rectificar su absurda y dañina política petrolera. Resulta que en lugar de no seguir tirando dinero cancelando la refinería de Dos Bocas, en lo máximo de lo absurdo anuncia que no sólo no va a cancelar esta refinería, sino que va a enfrentar la crisis ¡refinando más gasolina! Es el uso consciente de la estupidez para destruir la economía de una nación, no es creíble que se empeñe en seguir llevando la economía al desfiladero sin que se dé cuenta de ello.
No podemos tirar a la basura el sacrificio de nuestros antepasados sólo por satisfacer el anhelo de poder de un inepto ególatra que a través de la destrucción de instituciones, la ruina económica y el control de todos los sectores políticos y sociales, pretende instaurar una dictadura, olvidando el sacrificio de millones de mexicanos que dieron su vida por hacer realidad el lema “Sufragio efectivo, no reelección”.
No olvidemos la frase atribuida a Napoleón Bonaparte que dice: “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. No seamos una nación que olvida su historia y el sacrificio de las generaciones que nos antecedieron, seamos una sociedad integrada por ciudadanos informados, críticos, pensantes, que reflexionen sobre la debacle actual de nuestro país, a fin de poder conjuntamente defenderlo de las ambiciones personales.