Fuente: IDIHPES
Después de siglos del descubrimiento de América seguimos desconociendo el impacto y la importancia que este hecho tuvo para la historia de la humanidad, el mutuo enriquecimiento del que pueden enorgullecerse dos culturas que lograron fusionarse y aportaron lo mejor de cada una. Dos pueblos hermanos, como son el español y el mexicano, de una tierra tan querida a la que no se le pudo dar mejor nombre que el de Nueva España. Gestos y gestas que nos acompañan desde los albores del descubrimiento, que siguen presentes en nuestros días y que pasan inadvertidos para muchos, que todavía hoy, ignoran lo que supuso este gran acontecimiento en la historia de España, América y del mundo. No sólo fueron los pueblos español e indígena los favorecidos, todo el mundo se benefició del intercambio de tesoros y conocimientos entre las dos culturas, y cambió el desarrollo de la humanidad para siempre.
América había sido para Europa un continente presentido. Como dice Antonello Gerbi, Europa intuía el nuevo mundo mucho antes del descubrimiento físico; no tenía todavía nombre, pero constituía ya una exigencia y una utopía. América era una terra incognita entre la fábula y la filosofía, la imaginación y la ciencia, presente en el imaginario del hombre europeo desde siempre. Basta recordar a Platón y su Atlántida, o a Séneca, quien vaticinaba proféticamente: «Un tiempo vendrá en el que el Océano abrirá sus barreras y revelará una tierra inmensa». También desde las tierras que algún día serian llamadas América, antes de la llegada de los europeos, existía un mito que anunciaba un reencuentro con antiguos hombres barbados venidos del otro lado del mundo. Europa y América se soñaron recíprocamente durante mucho tiempo. Fue España quién realizó ambos sueños, quien convirtió en realidad ese sueño común.
Nuestro propósito es enfocar aquellos caracteres y hechos históricos que unen a ambos pueblos. Descubrir todo un abanico de similitudes que hemos ido heredando de aquellos pasajes de la historia donde los pueblos indígena y español vivieron y convivieron aportando lo mejor de cada uno. Mostrar y demostrar que es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa y, con ello, situar al pueblo indígena y español en el lugar que les corresponde, no por ventura sino por justicia. Se necesita saber con claridad de dónde se viene para saber a dónde se va, y este es nuestro objetivo, poner y exponer con rigurosa verdad contrastada por diversas fuentes los hechos acontecidos.
No tenemos más que observar nuestros modelos de vida actúales y veremos esa influencia, que nace desde el primer momento. En este estudio abordaremos la historia, los mitos, la sociología, los intercambios económicos, comerciales y culturales, la evangelización y, en definitiva, todo lo que nos ayude a comprender la forja de nuestras respectivas personalidades e identidades a partir del hecho trascendente del descubrimiento.
ANTECEDENTES E HISTORIA
Los primeros pobladores del territorio que compone actualmente México se remontan a unos 4000 años (conforme al consenso de Clovis, la teoría científica generalmente aceptada), en que se estima ocurrieron los primeros asentamientos de pobladores sedentarios, aunque se considera que los primeros hombres que llegaron a América procedentes del estrecho de Bering, entonces congelado por la glaciación, lo hicieron hace más de 14.000 años (o incluso antes según teorías recientes). Antes de la conquista por los españoles en el siglo XVI, lo que ahora es México fue habitado por pueblos de culturas que interactuaron entre ellos de diversas formas. De aquella época sobresalen la cultura olmeca, la tolteca, la teotihuacana, la maya, la náhuatl, la totonaca, la zapoteca, la mixteca y la tarasca, entre otras.
A la llegada de los europeos, México era un mosaico de pueblos y culturas. Después de la conquista, durante 300 años de virreinato, se fue constituyendo un país con cierto grado de homogeneidad y rasgos comunes. A lo largo del siglo XIX se suceden guerras y disputas intestinas, además de varias agresiones externas por las que pierde más de la mitad de su territorio. En la actualidad pugna por superar sus retos y constituirse como una nación dinámica y prospera.
PRIMEROS POBLADORES
El territorio fue descubierto y habitado por grupos de cazadores y recolectores nómadas, hasta que se produjo la revolución agrícola. Los Olmecas se asentaron en la región tropical del sur de Veracruz y Tabasco. Su cultura, apodada “cultura madre” por ser la primera de relevancia en la zona, tuvo su desarrollo entre los años 1200 a. C. y 500 a. C. en la región costera del Golfo de México (actualmente comprende los estados de Veracruz y Tabasco). Su economía tuvo como base la agricultura de roza, que consiste en talar grandes extensiones de árboles para despejar la tierra y después sembrar. También practicaban la caza y la pesca, así como, en menor medida, la recolección de frutos. Sus sacerdotes poseían conocimientos astronómicos sobre los períodos de lluvia y los idóneos para la siembra y eran, probablemente, la clase dirigente. Existen pruebas de que los olmecas utilizaban una escritura jeroglífica y desarrollaron la Rueda Calendárica, que contaba con 365 días. Realizaron diversos monumentos, como las famosas cabezas olmecas, que posiblemente eran retratos de guerreros o de personajes de alta jerarquía.
A partir del siglo III de nuestra era, la cultura maya empezó un florecimiento impresionante, que perduró hasta el siglo IX, que ha sido llamado período clásico. El territorio que ocupaban los mayas comprende los actuales estados de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, parte de Chiapas y Tabasco en México; y Belice, Guatemala y Honduras en Centroamérica. Gracias al desciframiento de los glifos mayas por Yuri Knorozov y Tatiana Proskouriakoff sabemos que los mayas eran gobernados por señores feudales, que recibían el título de ajaw y por gobernantes mayores, que recibían el título de kaloomte. La escritura jeroglífica maya ha despertado admiración de investigadores, así como también su progreso matemático y su desarrollo de un equivalente al álgebra. Inventaron (en el continente Americano) el símbolo del cero y también alcanzaron un gran nivel en sus conocimientos de astronomía al construir observatorios y lograr con ellos un gran avance en la observación (y cálculos correspondientes) de los ciclos lunares, del sol y de Venus. Los mayas también desarrollaron el comercio mediante el uso de redes marítimas y terrestres, y abarcaron gran parte de Mesoamérica.
Enclavado a unos 50 km al noroeste de la Ciudad de México, Teotihuacan, «lugar donde los hombres se convierten en dioses», fue el enclave político y religioso más extenso de América Precolombina y la capital de la civilización que lleva su nombre. La civilización teotihuacana se desarrolló al noreste del Valle de México entre los años 200 y 650 d.C. Estaban concentrados en una sola ciudad y alcanzaron gran mérito en construcciones y también en cultura.
IMPERIO AZTECA:
El Imperio azteca fue una entidad territorial, política y económica que existió en la zona central de Mesoamérica, durante el Posclásico Tardío, antes de la Conquista española. Formalmente estaba integrada por los dominios de la llamada Triple Alianza («los tres lugares donde se dan órdenes»), conformada por Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan. En la práctica, la mayor parte de los territorios bajo el dominio de este imperio pertenecía a los mexicas.
La fundación y posterior expansión del Imperio azteca tuvo lugar una vez derrotado Azcapotzalco, hasta entonces capital del imperio tepaneca, dominante en el valle de México. Esta ciudad fue tomada por la alianza de mexicas y acolhuas, hasta entonces ellos mismos vasallos de los tepanecas, en 1430. A partir de entonces, los territorios del Imperio azteca se fueron ampliando hasta llegar a ocupar el centro de México, la zona central de Oaxaca, la costa del golfo de México, Guerrero y el Soconusco.
Como dice el maestro Salvador Borrego:
“A fines del siglo XV, antes de la conquista de las tierras ahora llamadas México, no todo era ignominia y sangre, como algunos pretenden. Tampoco refulgía, como otros dicen, una gran cultura que iba a ser salvajemente destrozada por la voracidad del conquistador.”(…)
“Entre los pueblos aborígenes de su tiempo, los aztecas son los únicos que no yacen como plantas; incursionan fuera de sus fronteras y ambicionan algo más que la tierra y el agua que les da sustento; son asimismo los únicos que no se dan por satisfechos con lo que tienen y buscan desenvolverse en el espacio y en el tiempo. Dominan a muchas tribus más numerosa que ellos, reduciéndolas por la fuerza de las armas o por la fuerza sicológica de su diplomacia.” [1]
Spengler, en su monumental obra: “La Decadencia de Occidente”, habla así de los aztecas:
“Entretanto, en el horizonte remoto del territorio Nahua, se desarrolla el último de esos pueblos, los aztecas, con su temple bárbaro y su insaciable voluntad de poderío. En 1325 fundan Tenochtitlán -en la antigüedad corresponde a la época de Augusto—, que pronto se encumbra a capital del mundo mejicano. Hacia 1400 comienza la expansión militar de gran estilo. Los territorios conquistados quedan sujetos por colonias militares y una red de rutas militares. Los Estados tributarios son reducidos a obediencia y separados unos de otros por la superior diplomacia de los dominadores. La ciudad imperial de Tenochtitlán crece y se hace gigantesca, con una población internacional entre la cual no faltaba ninguno de los idiomas hablados en el Imperio. Las provincias Nahua estaban ya aseguradas en sentido político y militar; rápidamente se dirige la expansión política hacia el Sur y se prepara a poner mano sobre los Estados Maya. No es posible predecir el curso que hubieran seguido las cosas en el siglo siguiente, cuando llegó el final.” [2]
CONQUISTA, HERNÁN CORTÉS:
Es en este momento en el que comienza la fusión española e indígena. La historia de cómo Hernán Cortés, con unos pocos hombres, derribó en un tiempo récord a un poderoso imperio es de las que han ejercido mayor fascinación entre los estudiosos a través del tiempo. Podemos señalar algunos elementos clave: arrojo y valor, superioridad tecnológica, dominio de la información y colaboración de los pueblos indígenas sometidos por los mexicas. Esto ha llevado a Salvador Borrego a afirmar: “Más que conquista, una autoliberación”.
El historiador Yuval Noah Harari dedica unas líneas a la conquista en uno de los ensayos más influyentes de los últimos años. Cae en algunos errores, como asumir la Leyenda Negra, propios de su corriente doctrinal, pero es interesante al resaltar el aspecto de la visión universal de los conquistadores frente a la local de los indígenas:
“Hacia 1517, los colonos españoles en las islas del Caribe empezaron a oír vagos rumores acerca de un poderoso imperio situado en algún lugar del centro continental mexicano. Solo cuatro años después, la capital azteca era una ruina humeante, el Imperio azteca era cosa del pasado y Hernán Cortés señoreaba un vasto y nuevo imperio español en México. Los españoles no se detuvieron para felicitarse por el éxito y ni siquiera para tomar aliento. Iniciaron de inmediato operaciones de exploración y conquista en todas direcciones. Los antiguos gobernantes de América Central (los aztecas, los toltecas y los mayas) apenas sabían de la existencia de Sudamérica, y nunca hicieron ningún intento de sojuzgarla, a lo largo de 2.000 años. Pero en poco más de diez años después de la conquista española de México, Francisco Pizarro había descubierto el Imperio inca en Sudamérica y lo había conquistado en 1532.
(…) La llegada de los españoles fue el equivalente de una invasión extraterrestre procedente del espacio exterior. Los aztecas estaban convencidos de que conocían el mundo entero y de que gobernaban la mayor parte del mismo. Para ellos era inimaginable que fuera de sus dominios pudiera existir gente como los españoles. Cuando Cortés y sus hombres desembarcaron en las soleadas playas de lo que actualmente es Veracruz, fue la primera vez que los aztecas se encontraron con un pueblo completamente desconocido. Los aztecas no supieron cómo reaccionar. Tenían dificultad en decidir qué eran esos extranjeros. A diferencia de todos los humanos conocidos, los extraños tenían la piel blanca. También tenían mucho pelo facial. Algunos tenían el cabello del color del sol. (…)
La cultura material de los extranjeros era incluso más desconcertante. Habían llegado en barcos gigantescos, que los aztecas no habían imaginado nunca, y mucho menos visto. Cabalgaban sobre animales enormes y terribles, rápidos como el viento. Podían producir rayos y truenos que salían de sus palos de reluciente metal. Poseían espadas largas y relucientes y armaduras impenetrables, contra las cuales las espadas de madera y las lanzas de pedernal de los nativos eran inútiles. Algunos aztecas pensaban que debían de ser dioses. Otros aducían que eran demonios, o los fantasmas de los muertos, o poderosos magos. (…)
Cortés era igualmente ignorante acerca de los aztecas, pero él y sus hombres disponían de algunas ventajas importantes sobre sus adversarios. Mientras que los aztecas no tenían experiencia que les preparara para la llegada de esos extranjeros de extraño aspecto y malolientes, los españoles sabían que la Tierra estaba llena de reinos humanos desconocidos, y nadie tenía más experiencia en invadir tierras ajenas y en tratar con situaciones que desconocían completamente. Para el conquistador europeo moderno, como para el científico europeo moderno, sumergirse en lo desconocido era estimulante. De modo que cuando Cortés echó anclas en aguas de aquella soleada playa en julio de 1519, no dudó en actuar. Como un extraterrestre de ciencia ficción que sale de su nave espacial, declaró a los anonadados nativos: «Venimos en son de paz. Llevadnos ante vuestro jefe». Cortés explicó que era un emisario pacífico del gran rey de España, y solicitó una entrevista diplomática con el gobernante azteca, Moctezuma II.
(…) A Cortés le proporcionaron guías, alimentos y ayuda militar los enemigos locales de los aztecas. Después se dirigió hacia la capital azteca, la gran metrópoli de Tenochtitlan. Los aztecas permitieron que los extranjeros avanzaran directamente hasta la capital, y después llevaron respetuosamente al jefe de los extranjeros al encuentro con el emperador Moctezuma. En plena entrevista, Cortés hizo una señal, y los españoles, armados con el acero de sus espadas, mataron a los guardias de Moctezuma (que estaban armados solo con palos de madera y espadas de piedra).Y el invitado de honor hizo prisionero a su anfitrión. Cortés se hallaba ahora en una situación muy delicada. Había capturado al emperador, pero estaba rodeado por decenas de miles de guerreros enemigos enfurecidos, millones de civiles hostiles y por todo un continente del que no sabía prácticamente nada. Tenía a su disposición únicamente unos pocos cientos de españoles, y los refuerzos españoles más cercanos se hallaban en Cuba, a más de 1.500 kilómetros de distancia. Cortés mantuvo a Moctezuma cautivo en su palacio, haciendo ver que el rey estaba libre y que mandaba, y que el «embajador español» no era más que un invitado. El Imperio azteca era una organización política muy centralizada, y esta situación sin precedentes lo paralizó. Moctezuma continuaba comportándose como si gobernara el imperio, y la élite azteca continuaba obedeciéndole, lo que significaba que obedecía a Cortés. Esta situación duró varios meses, tiempo durante el cual Cortés interrogó a Moctezuma y a sus ayudantes, adiestró a traductores en diversos idiomas locales y envió pequeñas expediciones de españoles en todas direcciones para que se familiarizaran con el Imperio azteca y las diversas tribus, pueblos y ciudades que este gobernaba. Al final, la élite azteca se rebeló contra Cortés y Moctezuma, eligió a un nuevo emperador y expulsó a los españoles de Tenochtitlan. Sin embargo, a esas alturas ya habían aparecido numerosas grietas en el edificio imperial. Cortés empleó el conocimiento que había obtenido para abrir más todavía dichas grietas y escindir el imperio desde dentro. Convenció a muchos de los pueblos tributarios del imperio para que se unieran a él contra la élite azteca gobernante. (…) Los pueblos rebeldes proporcionaron a Cortés un ejército de decenas de miles de soldados locales, y con su ayuda Cortés asedió Tenochtitlan y conquistó la ciudad.” [3]
El maestro Salvador Borrego pone el acento, además de en el espíritu intrépido de los conquistadores, en sus alianzas con los pueblos oprimidos por los aztecas:
“Después de breves combates con los tlaxcaltecas, éstos hicieron una jugada de astuta diplomacia al invitar a los españoles a su dominio, a la vez que alentaban a los otomíes a que los atacaran en el camino paro poner a prueba la fuerza del desconocido invasor. Al ver que Cortés derrotaba a tas otomíes, los jefes tlaxcaltecas escarmentaron en cabera ajena y resolvieron que era más provechoso tenerlo como aliado que como enemigo.
Esa naciente alianza fue propiciada por Cortés, quien comenzó ganarse voluntades al alentar la independencia de los súbditos de los aztecas y a condenar los sacrificios humanos. En el Imperio había muchas fuerzas inconformes que deseaban la destrucción de ese orden de cosas y que se convirtieron en espontáneos aliados del español, a quien veían corno un mal menor junto a la servidumbre al gran Huitzilopochtli. (…)
Cortés regresó a la Gran Tenochtitlan encabezando a más de 150.000 indios aliados, muchos de ellos súbditos rebeldes del Imperio Azteca, provisto de 13 bergantines, y le puso sitio a la ciudad. Durante 93 días Cuauhtémoc se batió con el temple noblemente bárbaro de su estirpe afrontó el hambre y el asedio de un enemigo superior y rubricó con desesperada lucha el crepúsculo inevitable de su Imperio. La última resistencia se hizo en el barrio de Tetenámitl (que ahora es Tepito), y la ciudad cayó el 13 de agosto de 1521. En un año y nueve meses la conquista estaba virtualmente consumada.
Fue una lucha grandiosa entre dos titanes, entre dos razas que por insospechados caminos iban a desaparecer, entremezcladas, para dar el ser a un nuevo pueblo y a una nueva nación. (…)
Más que una conquista, con la subyugación que ella implica, la empresa de Cortés fue el medio providencial al que se aferró la inmensa masa de indígenas de Anáhuac para liberarse del terror de sus dioses superados por la fe cristiana. Sí la Gran Tenochtitlan hubiera sido realmente la sede de un Imperio de tres millones de indígenas, unidos por una fe y una cultura, los quinientos hombres de Cortes habrían sido exterminados sin alcanzar siquiera a mirar el valle de México. (…)
Pero fue el mismo indio el que hizo posible el triunfo de Cortés. Los pueblos sometidos al Imperio azteca que no lograban aún superar su etapa primitiva de terror y sacrificios humanos fueron espontáneos aliados del español que les brindaba un superior estilo de vida” [4]
NUEVA ESPAÑA:
Tras la conquista de Cortés se estableció el virreinato de Nueva España, como entidad territorial integrante del Imperio español, establecida en gran parte de América del norte por la Corona durante su dominio en el Nuevo Mundo, entre los siglos XVI y XIX. Se creó oficialmente el 8 de marzo de 1535. Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y Pacheco, y la capital del virreinato fue la Ciudad de México, establecida sobre la antigua Tenochtitlan.
La organización política dividía el virreinato en reinos y capitanías generales. Estas subdivisiones territoriales tenían un gobernador y capitán general (que en la Nueva España era el propio virrey). Existieron en la Nueva España dos señoríos. El más importante fue el Marquesado del Valle de Oaxaca, propiedad de Hernán Cortés y sus descendientes. Incluía un conjunto de vastos territorios donde los marqueses tenían jurisdicción civil y criminal, y derecho a conceder tierras, aguas y bosques. El otro fue el ducado de Atlixco, otorgado en 1706 a José Sarmiento de Valladares, ex Virrey de Nueva España y casado con la condesa de Moctezuma, con jurisdicción civil y criminal sobre Atlixco, Tepeaca, Guachinango, Ixtepeji y Tula.
Carlos III de España creaba en 1786 las intendencias, que limitaron en gran medida las atribuciones del virrey. Desde principios del siglo XIX, el virreinato entró en crisis, agravada por la Guerra de la independencia española y la crisis política de 1808, que acabó con el gobierno de José de Iturrigaray y más adelante dio pie a la Conjura de Valladolid y la conspiración de Querétaro. Esta última fue el antecedente directo de la guerra de independencia mexicana, la que, al concluir en 1821, desintegró el virreinato y dio paso al Imperio Mexicano, en el que finalmente se coronaría Agustín de Iturbide.
La importancia de la Nueva España se resume en la frase del propio Hernán Cortés extraída de una de las cartas que le envió a Carlos I: “Vuestra Alteza se puede intitular de nuevo Emperador della (de Nueva España), y con título y no menos mérito, que el de Alemania, que por la gracia de Dios vuestra sacra Majestad posee.”
COSMOGONÍA, VISIÓN DEL MUNDO DE INDIGENAS Y ESPAÑOLES
La confrontación de las diferentes visiones del mundo de indígenas y españoles provocó una tensión que permanece latente en la identidad mexicana.
MITOS AZTECAS
La historia de la cosmogonía azteca está condensada en una piedra circular conocida como “calendario azteca”. La leyenda de los cuatro soles y que culmina con la del quinto sol, se refiere a las edades de la tierra. En lo que respecta al universo, se le componía de dos secciones: vertical y horizontal.
Los aztecas tenían una mitología compleja dentro de la que destacan algunos mitos especialmente significativos. Quizá el más curioso es el relativo a Quetzalcóatl por su relación con los conquistadores españoles que, según algunas versiones, habrían sido confundidos con este dios que retornaba a gobernarlos sabiamente o, quizá, a castigarlos por retomar los sacrificios humanos que antes habría prohibido.
Una de las leyendas sobre el origen de Quetzalcóatl (serpiente emplumada) cuenta que era un hombre rubio, blanco, alto, barbado y de grandes conocimientos científicos, que enseñó a los pobladores de lo que hoy es México, a labrar los metales, orfebrería, lapidaria, astrología etc. aunque jamás se llegó a saber su nacionalidad y su procedencia. Llegó navegando del Este a la región ubicada entre Tamaulipas y Veracruz (Golfo de México) con un grupo de sabios siguiendo al sol. En la región de los mayas se le conoció con el nombre de Kukulcan (que significa lo mismo que Quetzalcóatl). Finalmente regresó a las costas de Veracruz donde se embarcó al Este prometiendo regresar. Se cuenta gobernó con sabiduría y vivió honestamente y con recato promoviendo el sacrificio del cuerpo y las virtudes. Prohibió los sacrificios humanos, los robos y la guerra. Al notificársele a Moctezuma la llegada de los españoles por el mar del Este y describiéndolos como hombres blancos y barbados, éste los pudo asociar con la profecía del regreso de Quetzalcóatl pues también la fecha predicha coincidía.
Salvador Borrego da cuenta así de la posible influencia de esta profecía en la actitud del emperador azteca:
“Mientras tanto Moctezuma se enteraba con estupor de la llegada de unos extraños hombres blancos del Oriente y recordaba las ominosas predicciones de Quetzalcóatl, Moctezuma no era cobarde ni traidor: descendía de probada estirpe y había ya demostrado sus arrestos en el combate, pero no creía factible oponerse a lo que parecía, y que en realidad era, una fuerza indubitable del Destino. De ahí su indecisión ante el intruso, sus intentos de congraciarse con él y su vacilante esperanza de inducirlo a que abandonara la empresa.” [5]
IMPACTO DEL DESCUBRIMIENTO; CAMBIO EN LA IMAGO MUNDI:
Junto a la defensa de Occidente y la Cristiandad la mayor contribución de España a la Historia es el descubrimiento de América. El historiador Ricardo de la Cierva lo explica así:
“La Reconquista había terminado. Un huésped procedente de Génova presenció emocionado la entrega de la última ciudad musulmana en España y volvió a solicitar insistentemente una audiencia real para exponer un proyecto quimérico. Se llamaba Cristóbal Colón.
El acontecimiento capital en el reinado de los Reyes Católicos, suficiente por sí mismo como para marcar el comienzo de la Edad Moderna universal, es el descubrimiento de un Nuevo Mundo el 12 de Octubre de 1492. Terminaban los Reyes Católicos de completar la Reconquista con la toma de Granada, no descuidaban en su designio político exterior la consideración de Europa, pero lograban, por medio de la genialidad tesonera de Colón, la creación de un horizonte occidental en Ultramar.
Este hecho importantísimo cambió la idea del mundo, la ‘imago mundi’ e introdujo un nuevo y trascendental factor estratégico en las relaciones militares y globales de Occidente.
La impresión en toda Europa fue tremenda. En los años y décadas siguientes toda la vida de Occidente quedó profundamente afectada por el descubrimiento del Nuevo Mundo en casi todos sus aspectos: económicos, políticos, estratégicos. Gracias a España el conjunto europeo y occidental retiene desde entonces la hegemonía sobre el mundo entero en lo político, en lo estratégico y en lo cultural.” [6]
A lo que el profesor Comellas añade:
“El descubrimiento de América y la ulterior penetración en aquel continente constituyen una de las aportaciones más sustanciales, si no la más, de España a la historia del mundo”.
Cuentan que en el cabo de Finisterre, cuyo nombre no es casual, unas murallas marcaban el fin del mundo con la inscripción: “Non plus ultra”. No más allá. Sospechar lo contrario con los conocimientos de esa época era fácil. Atreverse a demostrarlo con tres carabelas y un sueño, era una heroicidad. El objetivo era comerciar con las Indias, pero eso es lo de menos. Universalizar la Civilización completando el mapa del mundo. Quitar el “Non” a la inscripción de las murallas. Aventurarse a descubrir que había más allá. Ese es el mérito de un pueblo aventurero.
El descubrimiento de América fue crucial también para catalizar la revolución científica. Yuval Noah Harari lo explica así:
“El punto de inflexión crucial llegó en 1492, cuando Cristóbal Colón se hizo a la mar hacia el oeste desde España en busca de una nueva ruta a Asia oriental. Colón creía todavía en los antiguos y «completos» mapamundis. Utilizándolos, Colón calculó que Japón debía de hallarse a unos 7.000 kilómetros al oeste de España. Pero en realidad, más de 20.000 kilómetros y un continente entero y desconocido separaban Asia oriental de España. El 12 de octubre de 1492, hacia las dos de la madrugada, la expedición de Colón dio con el continente desconocido. Juan Rodríguez Bermejo, que actuaba de vigía desde el mástil de la nao Pinta, divisó una isla que ahora llamamos las Bahamas, y gritó «¡Tierra, tierra!». Colón creía haber llegado a una pequeña isla en aguas de la costa de Asia oriental. Llamó «indios» a las gentes que allí encontró, porque pensaba que había desembarcado en las Indias, lo que ahora llamamos las Indias Orientales, o el archipiélago indonesio. (…)
El primer hombre moderno fue Amerigo Vespucci, un marino italiano que tomó parte en varias expediciones a América en los años 1499-1504. Entre 1502 y 1504 se publicaron en Europa dos textos que describían dichas expediciones y se atribuyeron a Vespucci. Dichos textos aducían que las nuevas tierras descubiertas por Colón no eran islas en aguas de la costa de Asia oriental, sino todo un continente desconocido por las Escrituras, los geógrafos clásicos y los europeos contemporáneos. En 1507, convencido por estos argumentos, un respetado cartógrafo llamado Martin Waldseemüller publicó un mapamundi actualizado, el primero en mostrar que el lugar en el que las flotas europeas que navegaban hacia el oeste habían desembarcado era un continente separado. Después de dibujarlo, creyendo equivocadamente que Amerigo Vespucci había sido la persona que lo había descubierto, Waldseemüller dio nombre al continente en su honor: América. El mapa de Waldseemüller se hizo muy popular y fue copiado por otros muchos cartógrafos, lo que extendió el nombre que había dado a la nueva tierra. (…)
El descubrimiento de América fue el acontecimiento fundacional de la revolución científica. No solo enseñó a los europeos a preferir las observaciones actuales a las tradiciones del pasado, sino que el deseo de conquistar América obligó asimismo a los europeos a buscar nuevos conocimientos a una velocidad vertiginosa. Si realmente querían controlar los vastos territorios nuevos, tenían que reunir una cantidad enorme de nuevos datos sobre la geografía, el clima, la flora, la fauna, los idiomas, las culturas y la historia del nuevo continente. (…). A partir de entonces, no solo los geógrafos europeos, sino los eruditos en casi todos los campos del conocimiento, empezaron a trazar mapas con espacios vacíos que había que llenar. Comenzaron a admitir que sus teorías no eran perfectas y que había cosas importantes que no sabían. Los europeos fueron atraídos a los puntos vacíos del mapa como si de imanes se tratara, y pronto empezaron a rellenarlos. Durante los siglos XV y XVI, expediciones europeas circunnavegaron África, exploraron América, atravesaron los océanos Pacífico e Indico, y crearon una red de bases y colonias por todo el mundo. Establecieron los primeros imperios realmente globales y urdieron juntos la primera red comercial global. Las expediciones imperiales europeas transformaron la historia del mundo: de ser una serie de historias de pueblos y culturas aislados, se convirtió en la historia de una única sociedad humana integrada.” [7]
Finalmente traemos a colación las palabras de Ramiro de Maeztu en su gran obra “Defensa de la Hispanidad”:
“Al descubrir las rutas marítimas de Oriente y Occidente hizo la unidad física del mundo; al hacer prevalecer en Trento el dogma que asegura a todos los hombres la posibilidad de salvación, y por tanto de progreso, constituyó la unidad de medida necesaria para que pueda hablarse con fundamento de la unidad moral del género humano. Por consiguiente, la Hispanidad creó la Historia Universal, y no hay obra en el mundo, fuera del Cristianismo, comparable a la suya.” [8]
IDEARIO DEL IMPERIO ESPAÑOL
El ideario político y religioso que el Imperio español llevó consigo a América en el descubrimiento, y que fue clave para que se produjera una fusión cultural con los indígenas en lugar de su mero exterminio, como ocurrió con los anglosajones en las zonas que estos controlaron, tiene su origen en la reconquista, en la que se forja la personalidad política y la identidad nacional de los españoles en su lucha contra los musulmanes de Al Ándalus, con el recuerdo del Reino Visigodo como ideal perdido. Como dice el historiador Pio Moa:
«En Irlanda o Polonia, otros países de frontera, esta religión (el catolicismo) también estuvo unida íntimamente a la forja de la nacionalidad: en Polonia, frente la ortodoxia rusa y el protestantismo prusiano, a cuyas manos sucumbió el país varias veces; en Irlanda, contra el protestantismo inglés, vencedor también por varios siglos. No obstante, el enemigo en estos casos era alguna variante cristiana; en España la diferencia cultural y política con el adversario había tenido mucho mayor calado, pues se trataba del islam, dominador de buena parte del país durante cinco siglos, y de un residuo considerable dos siglos largos más. España se había reconstruido en pugna con Al-Andalus, partiendo de unos mínimos núcleos de resistencia, y es quizá el único país del mundo que, habiéndose islamizado en gran medida, volvió al cristianismo y a la cultura europea, ajena a tal experiencia; aunque beneficiaria de ella, pues España, con su reconquista, constituía una línea avanzada de defensa del continente.” [9]
Este ideario sigue forjándose con los Reyes Católicos, que unifican España con su matrimonio y que completan la reconquista con la toma de Granada. A nivel político nace la monarquía autoritaria en la que los monarcas dejan de ser un noble más, como un primus inter pares para convertirse en soberanos. Esto representa un cambio de mentalidad política fundamental, pues el poder deja de fundamentarse en unas relaciones de lealtad personal de origen feudal para sostenerse en un ideal patriótico y religioso. Fernando el Católico es el creador del concepto de “razón de estado” y con él del primer estado moderno de la historia, configurando a España como la nación más antigua de Europa. España no es el feudo de un señor ni será después, como las naciones protestantes de incipiente capitalismo, un negocio. España es una misión. Al margen de las ambiciones personales de los conquistadores, España será en América la realizadora de una misión de evangelización y de incorporación de un nuevo mundo a la cristiandad.
Carlos I hereda no solo la monarquía española con todos sus reinos sino también el Imperio alemán. En su condición de tal se considera con autoridad moral para erigirse como defensor de la Universitas Cristiana. Menéndez Pidal adjudica a los consejeros castellanos de Carlos V, el papel de inspiradores de la idea imperial. Para Menéndez Pidal, las raíces españolas se resumían bajo la idea «paz entre cristianos, guerra contra infieles».
Con Felipe II, al dividir su padre Carlos sus posesiones y dejar el Imperio alemán a su hermano, España se concentra en el Imperio Hispano, forjándose el ideal de la Hispanidad, conjunto de razas, pueblos y culturas, que se expresan en español como lengua franca (aunque utilicen también otras como portugués o valenciano en determinadas regiones) y que permanecen unidos en la fe de Cristo y en la protección de la cristiandad y fomento de la fe verdadera, frente a infieles y herejes.
Esto genera también un humanismo cristiano y español que resume con gran belleza Maeztu cuando dice:
“Y hay, por último, la posición ecuménica de los pueblos hispánicos, que dice a la humanidad entera que todos los hombres pueden ser buenos y no necesitan para ello sino creer en el bien y realizarlo. Ésta fue la idea española del siglo XVI. Al tiempo que la proclamábamos en Trento y que peleábamos por ella en toda Europa, las naves españolas daban por primera vez la vuelta al mundo para poder anunciar la buena nueva a los hombres del Asia, del África y de América. Y así puede decirse que la misión histórica de los pueblos hispánicos consiste en enseñar a todos los hombres de la tierra que si quieren pueden salvarse, y que su elevación no depende sino de su fe y su voluntad.” [10]
JUSTIFICACIÓN DE LA CONQUISTA
Los Justos Títulos de dominio del Rey de España sobre el Nuevo Mundo son un concepto ideológico expresado jurídica y teológicamente a través de sucesivas reuniones de teólogos y juristas, principalmente en la Junta de Burgos en 1512 y la Junta de Valladolid entre1550 y1551, en que se produce el enfrentamiento entre las posturas de Bartolomé de las Casas, que pone en duda la licitud del dominio de los colonizadores sobre los indígenas, y la de Ginés de Sepúlveda, partidario de la continuidad del proceso colonizador. El principal apoyo, en un principio, de la pretensión de la monarquía española al dominio de América eran las Bulas Alejandrinas, obtenidas por los Reyes Católicos de Alejandro VI (de la familia valenciana de los Borja, que ocupó el pontificado entre 1492 y 1503) en la que se plasma la naturaleza religiosa de la justificación de ese dominio, sustentada en la necesidad de evangelización, pero luego evolucionaron a argumentos de tipo moral que dieron lugar a un primigenio derecho de gentes del que surgiría el derecho internacional moderno.
España, como la nación ética por excelencia, se planteó cuestiones morales relativas al descubrimiento, plasmadas en los debates sobre los justos títulos de conquista, que a otras naciones, como Portugal o Inglaterra, simplemente, ni se les ocurrían. En los debates sobre los justos títulos de conquista, uno de los hitos más apasionantes del Derecho Español, que justifica de por sí esta afirmación de mayor profundidad moral, ya que hubieran sido inimaginables en cualquier otro lugar que no fuera España, Bartolomé de las Casas se enfrentó a otros teólogos entre los que destacaba Ginés de Sepúlveda, que utilizaba los argumentos del gran humanista Francisco de Vitoria, uno de los autores más destacados de la Segunda Escolástica española y precursor del Derecho Internacional. Bartolomé de las Casas era bien intencionado, pero sus ideas eran demasiado radicales y poco realistas.
Ginés de Sepúlveda Propuso cuatro «justos títulos» a fin de justificar la conquista:
1.- El derecho de tutela de los indios que implicaba su sometimiento al gobierno de los cristianos en el convencimiento de que, por su propio bien, sujetarse a los españoles, ya que son incapaces de gobernarse a sí mismos. Ello no significaba que se los debía reducir a servidumbre o esclavitud.
2.- La necesidad de impedir, incluso por la fuerza, el canibalismo y otras conductas antinaturales que practicaban los indígenas.
3.- La obligación de salvar a las futuras víctimas inocentes que serían sacrificadas a los dioses falsos.
4.- El mandato de evangelización que Cristo dio a los apóstoles y el Papa al Rey Católico. Las armas españolas debían garantizar que la prédica de la fe fuese posible sin que los religiosos fuesen asesinados por los indios hostiles.
Algunas de sus afirmaciones recogidas en los archivos de la polémica fueron:
“No digo que a estos bárbaros se les haya de despojar de sus posesiones y bienes, ni que se les haya de reducir a servidumbre, sino que se debe someter al imperio de los cristianos”
“…y ha de entenderse que estas naciones de los indios quebrantan la ley natural, no porque en ellas se cometan estos pecados, simplemente, sino porque en ellas tales pecados son oficialmente aprobados”
“A todos los hombres, les está mandado por ley divina y natural, el defender a los inocentes de ser matados cruelmente, con una muerte indigna”
El debate de Valladolid sirvió para actualizar las Leyes de Indias y crear la figura del «protector de indios«. Las conquistas se frenaron, regulándose de tal forma que, teóricamente, sólo a los religiosos les estaba permitido avanzar en territorios vírgenes. Una vez que hubieran convenido con la población indígena las bases del asentamiento, se adentrarían más tarde las fuerzas militares, seguidas por los civiles. Las ordenanzas de Felipe II en 1573 llegaron a prohibir hacer nuevas «conquistas». Se ha destacado lo históricamente inusual que son tales escrúpulos en la concepción de un Imperio.
En España se desarrolla un intenso debate político sobre la nueva tierra, sobre los indígenas, sobre los motivos que pueden justificar la conquista española. Es un debate del cual participaron las mejores inteligencias españolas de la época, teólogos, juristas, políticos. Nada similar podemos encontrar en otro lugar. Las demás potencias coloniales imponen su dominio por la vía de hecho sin considerar la necesidad de justificarlo moral o jurídicamente. Solo los españoles se autosometen a consideraciones éticas, religiosas o legales. Es, realmente, un hito del avance moral de la humanidad. En palabras de Juan Manuel de Prada:
“Algunos años más tarde, conmovido por las denuncias de abusos de Bartolomé de las Casas, Carlos I ordenó detener las conquistas en el Nuevo Mundo y convocó en Valladolid una junta de sabios que estableciese el modo más justo de llevarlas a cabo. A esta Controversia de Valladolid acudieron los más grandes teólogos y jurisconsultos de la época. Domingo de Soto, Melchor Cano y, muy especialmente, Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda; y allí fue legalmente reconocida la dignidad de los indios, que inspiraría las Leyes de Indias, algo impensable en cualquier otro proceso colonizador de la época. Por supuesto que durante la conquista de América afloraron muchas conductas reprobables y criminales, dictadas casi siempre por la avaricia, pero nunca fueron conductas institucionalizadas; y la Iglesia, por cierto, se encargó de corregir muchos de estos abusos, denunciándolos ante el poder civil.”
En esa línea se produce también la abolición de la esclavitud, ordenada por Isabel la Católica mucho antes que por Lincoln. Mientras los anglosajones y otras potencias coloniales consideran a los indios subhumanos a los que se puede exterminar o esclavizar, en España se dio por sentada desde el principio la humanidad de los indígenas y su derecho a la libertad, que solo podía ser limitado por causas justificadas, como permitir las prédicas de los misioneros en la labor evangelizadora o impedir los sacrificios humanos y otras bárbaras prácticas. Como dice Juan Manuel de Prada:
“Colón había pensado implantar en las Indias el mismo sistema que los portugueses estaban empleando en África, basado en la colonización en régimen asalariado y en la esclavización de la población nativa. Pero la reina Isabel impuso la tradición repobladora propia de la Reconquista, pues sabía que los españoles, para implicarse en una empresa, necesitaban implicarse vitalmente en ella; y en cuanto supo que Colón había iniciado un tímido comercio de esclavos lo prohibió de inmediato. En su testamento, Isabel dejó ordenado a su esposo y a sus sucesores que pongan mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios reciban agravio alguno ni en su persona ni en sus bienes. Este reconocimiento de la dignidad de los indígenas es un rasgo exclusivo de la conquista española; no lo encontramos en ninguna otra potencia de la época, ni tampoco en épocas posteriores. Los indios fueron, desde un primer momento, súbditos de la Corona, como pudiera serlo un hidalgo de Zamora; y los territorios conquistados nunca fueron colonias, sino provincias de ultramar, con el mismo rango que cualquier otra provincia española.” [11]
SOCIOLOGÍA: CREACIÓN DE UNA IDENTIDAD NACIONAL
La identidad nacional mexicana se conforma a partir de la fusión entre indígenas y españoles operada desde el descubrimiento y la conquista. Como dice Salvador Borrego:
“No somos prolongación del Imperio Azteca y es torpe e irreal que nos juzguemos desposeídos de sus logros. Aquéllos no éramos nosotros, aunque algo llevamos de ellos. E igualmente ocioso es suspirar por la grandeza de la colonia; México fue entonces el primer centro político, económico y cultural de América, paro principalmente por obras de españoles, y aquéllos tampoco éramos nosotros, aunque algo llevamos, de ellos.” [12]
Esta realidad se simboliza en la pugna entre el conquistador español y el emperador azteca. De vuelta al maestro Salvador Borrego:
“Fue una lucha grandiosa entre dos titanes, entre dos razas que por insospechados caminos iban a desaparecer, entremezcladas para dar el ser a un nuevo pueblo y a una nueva nación.
Cuauhtémoc y Cortés son dos símbolos, dos símbolos que el fuego y la sangre fundieron en uno solo: primero la sangre de la lucha y después la herencia que fluye en el mestizo, desorientado e inseguro, como un ser nuevo sobre una tierra antigua y que va luego destilándose en el crisol del tiempo para armonizarse en el mexicano, tan heredero del sacrificio de Cuauhtémoc como del arrojo de Cortés.
Ambos son los elementos primarios de nuestro origen, de ahí arrancamos como mestizos. La mexicanidad es una nueva nacionalidad, una nueva forma para antiguas sangres. El mexicano no es el indio que combatió o que ayudó a Cortés, aunque algo de aquel subsista, ni tampoco el español que irrumpió en Anáhuac, aunque mucho de él perdure.
No podemos negar ni a Cuauhtémoc ni a Cortés, como no podemos negar a la madre indígena y al padre íbero que ante las ruinas del caído Imperio dieron las simientes para este nuevo pueblo.” [13]
Borrego defiende que la identidad nacional mexicana se encuentra aún en formación y distingue entre mexicanos, quienes ya sienten plenamente esta identidad, antimexicanos, quienes la niegan, manejados a menudo desde el extranjero (por ejemplo desde las logias masónicas) y premexicanos, como las grandes masas que habrán de inclinarse de uno u otro lado, determinando el éxito o el fracaso del proyecto nacional mexicano:
“Confundir lo indígena con lo mexicano es vivir quinientos años atrás. El indio dejó de ser factor activo de la historia en estas tierras desde que la alianza de tlaxcaltecas y españoles derribó el Imperio Azteca, en su tiempo única manifestación indígena con aspiraciones de nacionalidad. Tras la llamarada de la conquista que no sólo derrotó las armas de los indígenas sino también su espíritu, éstos se convirtieron en masa amorfa, en sujetos pasivos de la historia.
El español fue el amo indiscutible; dominó en lo físico y en lo espiritual, destruyó ídolos, implantó idioma, construyó tas bases para una nueva nacionalidad y al cruzar su sangre dio origen al mestizo, alma en conflicto por el cisma que le dio origen, contradictorio por las diversas vetas que heredó y que de momento no acertaba a armonizar, indefinido e indiferenciado como todas las manifestaciones primarias de vida.
Se necesitó el transcurso del tiempo y la interacción de las múltiples herencias raciales para que comenzara a surgir la conciencia de una nueva nación, por caprichos del azar bautizada con el viejo nombre del pueblo mexica, que prácticamente había dejado ya de existir. Y el nacimiento de esta nueva nacionalidad no ha terminado porque todavía no concluye el mestizaje en que las variadas herencias se sintetizan, se concretan y se armonizan para afirmarse en una misma dirección.
Por eso en rigor racial y espiritual — no en simple clasificación demográfica — hay relativamente pocos mexicanos, dispersos en el enorme espacio territorial de dos millones de kilómetros cuadrados y diluidos en la masa todavía imprecisa de millones de premexicanos.
Entre las islas de conciencia nacional hay muchos habitantes de casi nula actividad que han dejado de ser indios, supuesto que ya no pueden reanudar la vida que cortó la Conquista, y que aún no despiertan a la nueva nacionalidad mexicana derivada de lo indio y lo español. Hay menos mexicanos de lo que solemos ufanarnos, pero en su minoría concentran tal ímpetu de energía, voluntad y conciencia, que son ellos quienes sirven de estructura a la vida civilizada de la comunidad y quienes van realizando algo positivo entre las fuerzas estáticas y la corriente de impulsos anárquicos o negativos.” [14]
IDIOMA
Uno de los legados más importantes de España a América, además de la fe, es sin duda el idioma, la lengua universal que compartimos millones de hispanos. La situación lingüística del territorio del México actual a la llegada de los españoles era compleja, hasta el punto de que se hablaban de 120 a 169 lenguas o dialectos. Esto, sumado al hecho de que su escritura era jeroglífica y no dotada de un alfabeto, hacía complicada tanto la comunicación oral entre los indígenas de distintas tribus como la expresión escrita de conceptos abstractos.
La comunidad científica ha afirmado que la denominación de lengua amerindia, solo indica un lugar de procedencia de determinadas familias de lenguas, inclinándose más por el uso de lenguas indígenas de América, en primer lugar por la gran diversidad de lenguas existentes en el territorio americano a la llegada de los españoles, en segundo lugar, porque los estudios establecidos no han podido declarar que exista un ancestro común para todas las lenguas existentes, por lo que se cree que cada una tiene su historia de origen y desarrollo, comportándose entonces como lenguas independientes, circunscritas a la misma región geográfica.
México es una de las zonas con más diversidad lingüística, en la actualidad y dentro de su territorio, aún se hablan lenguas indígenas, de las cuales destacan el Náhualt y el Maya.
Las lenguas indígenas también influyeron en el castellano, si no a nivel sintáctico, sí a nivel léxico, con la incorporación de palabras al español, a través del préstamo, en el momento de tratar de identificar algún elemento de la realidad, para la que el europeo no tenía palabras. Algunos de los indigenismos que pueden identificarse en la actualidad son: aguacate, cacahuate, chicle, cacao, tomate (Náhualt); hamaca, caoba, cacique, huracán (Taíno o Caribe); cancha, gaucho, carpa, pampa, puma (Quechúa); cigarro (Maya); mocasín, tobogán (lenguas algonquinas), entre otras. En el Diario de viaje de Colón –nos dice José Moreno de Alba en El Español en América –aparecen más de una docena de vocablos indígenas: canoa (el primer americanismo que se incorporó al español en 1493, Nebrija la incluyó en su Diccionario castellano); caníbal, caribe, entre otros. Manuel Alvar agrega dos: bohío y tiburón.
Toda una realidad, con su flora y su fauna, y sus costumbres y modos de vida, obligaba al uso de nuevas palabras que el español carecía. Por eso nos dice Bertil Malmberg, en la América hispanohablante, que el español de América se españoliza, pero al mismo tiempo el español de España se americaniza. La huella indígena más notoria y valiosa es en el terreno del vocabulario. Por eso a su retorno a España, los descubridores llevaban consigo no sólo una nueva visión de estas tierras ignoradas, sino las nuevas palabras que llegarían a sustituir a las españolas. Moreno de Alba nos cita un fenómeno curioso en el campo del vocabulario: la palabra náhuatl tiza (del nah tizatl o tizatlalic, tierra blanca, yeso) pasó al español de España donde de hecho desplazó al hispanismo gis, que a su vez desplazó en México al nahuatlismo tiza, que casi no se conoce.
Al inaugurar el III Congreso Internacional de la Lengua, que tuvo lugar en Rosario (Argentina) en el año 2004, el escritor mexicano Carlos Fuentes desgranaba la importancia de todas las lenguas y sus riesgos, al afirmar que “el castellano de hoy nos recuerda, nos obliga a transmitir los desafíos que el aislamiento sofocaría. En su lengua maya o quechua, el indio de la actualidad puede guardar la intimidad de su ser, pero necesitará la lengua española para combatir la injusticia, humanizar las leyes y compartir la esperanza con el mundo mestizo y criollo”.
A su vez, los indígenas también obtuvieron un nuevo idioma, el español, que hoy en día sigue siendo el gran vínculo de unión entre los dos continentes. Situando el Español como la segunda lengua más hablada del mundo, la lengua de Cervantes. Como dice el Boletín del instituto Caro y Cuervo:
“Uno de los propósitos iniciales de España al emprender la conquista de América, fue el de difundir la lengua castellana, juntamente con la palabra evangélica, misión que se confió a las órdenes religiosas, cuyos integrantes se incorporaron a las filas de las huestes conquistadoras, para después extender su labor más allá́ de los lugares hasta donde habían llegado los hombres armados. La acción de los religiosos se inicia con el envío, entre otras cosas, de elementos pedagógicos. Existe constancia de la remisión, en 1512, de cartillas con destino a Santo Domingo, detalle que también se documenta con la adquisición que hizo en 1533 el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, en Alcalá́ de Henares, de doce mil cartillas para la enseñanza de los naturales de la Nueva España, en donde, por entonces, se había comenzado la instrucción del idioma del Lacio y del canto entre los neófitos, para que ayudaran a los religiosos en los oficios divinos.” [15]
La importancia de la incorporación de toda Hispanoamérica a la comunidad de hispanohablantes es mayúscula. El español es la segunda lengua de uso tras el inglés, la segunda en hablantes nativos por encima del inglés y solo por detrás del chino mandarín y la de mayor crecimiento en la actualidad junto con el árabe. Se calcula que en unas décadas el español competirá con el inglés como la lengua más hablada en Estados Unidos, lo que explica algunas reacciones de hostilidad contra lo hispano de algunos políticos estadounidenses anglosajones. Esto ha generado una cultura global, la de la hispanidad, que es la única que puede competir con la anglosajona en el mundo globalizado a nivel general. En ese sentido debemos reivindicar la expresión Hispanoamérica frente a la más popular actualmente, pero menos correcta, de “América Latina” y la denominación como “hispanos” a sus hablantes frente al más ambiguo de “latinos”.
La expresión “Amérique Latine” fue creada hacia 1860, cuando Napoleón III se disponía a invadir México buscando poner de relieve elementos de identidad cultural entre los franceses y los hispanoamericanos. El diputado francés Michel Chevalier, uno de los más cercanos colaboradores de Napoleón III, acuñó entonces esa denominación. La influencia de la izquierda socialista y anarquista hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, tal vez pueda explicar el éxito que tuvo fuera de España la expresión América Latina, muy oportuna para los políticos de la época, puesto que les permitía marcar la diferencia con los Estados Unidos y, al mismo, tiempo, evitar la connotación peninsular del vocablo Hispanoamérica. Sin embargo, aunque el término latino aparentemente se oponga al de anglosajón, en realidad tan solo debilita las raíces culturales de los hispanos, pues estos hablan español, no latín, y alejarlos de sus raíces españolas tan sólo los debilita y les hace perder fuerza cultural ante el predominio anglosajón. El término nació para facilitar el colonialismo francés, pero actualmente sirve al anglosajón y a la cultura mundializadora. Reivindicamos, por tanto, el uso de los términos Hispanoamérica e hispanos para referirnos a los hispanohablantes americanos y a su cultura. Reivindicamos también la Hispanidad como cultura universal perfectamente confrontable a la anglosajona y destacamos la necesidad de promover el uso del español como lengua de ciencia, cultura, arte, negocios, tecnología y transmisión del conocimiento.
ECONOMÍA, COMERCIO, GASTRONOMÍA Y ALIMENTACIÓN.
Una de las consecuencias más visibles del descubrimiento fueron los cambios sustanciales en la economía, comercio, gastronomía y alimentación, por supuesto de los indígenas americanos, pero también de los europeos con los productos traídos de América.
Los españoles les aportaron a las tierras conquistadas un nuevo sistema económico más avanzado y evolucionado. Los indígenas también obtuvieron nuevas innovaciones como los cereales panificables y la rueda, hasta entonces desconocida para ellos. Por otra parte, también llegaron nuevos cultivos y ganadería, la acequia y la noria.
La principal consecuencia para los españoles es que encontraron una gran fuente de recursos y riqueza que le llevó a ser el imperio más grande de la historia, aquel del que se dijo que en sus tierras nunca se ponía el sol. España encontró en América metales preciosos, especias y una gran variedad de productos y otros artículos. Alguno de tipo agrícola hasta entonces desconocidos como el tabaco, el tomate, el maíz, la patata, el chocolate y tantos otros. No olvidemos que gran parte de la riqueza y beneficios fueron reinvertidos en América, debemos dejar a un lado el tópico del despojo alimentado por la Leyenda Negra.
Se consiguió un notable incremento del comercio internacional. Una consecuencia muy importante para España fue que vio aumentada su demanda de productos manufacturados. Esto tiene dos aspectos, uno positivo ya que aumentaba su capacidad de venta y salida de productos, pero también un aspecto negativo, y era que España no tenía la capacidad suficiente para atender toda la demanda y había que adquirir los productos a otros países.
Aportaciones del nuevo continente al viejo continente:
El maíz o millo. El tomate, que se volvería fundamental en la cocina mundial. La papa, que en la España peninsular se cambió la original voz quechua de papa que oyeron por primera vez los españoles, por la voz inglesa potato y se formó un anglicismo, que derivó en patata. Muy curioso y significativo de las cosas que pasan en España. La batata. La vainilla. El pimiento, que se volvió esencial en la comida tailandesa e india. El tabaco. El cacao y el chocolate. Técnicas de entretejido textil. El caucho («cautchuc», impermeable en maya) y el látex. Aguacate. Poroto o frijol. Calabaza, cacahuete, piña, la estevia (edulcorante de moda y que debe su nombre al profesor valenciano Esteve, tras ser descubierta por el botánico Cavanilles. Caucho, algodón (el cultivo de diferentes especies empezó independientemente en América e India).
Las crónicas abundan desde sus inicios en descripciones acerca de la fertilidad de estas tierras descubiertas, su verdor permanente, su clima benigno apto para el buen desarrollo, transformaría a Europa poniendo fin a las hambrunas periódicas que asolaban a la población, de la vida humana, animal y vegetal, especies nunca vistas que embriagan todos los sentidos, dejando ver el amor que despertaban en aquellos primeros ojos europeos que las contemplaban. Las representaciones visuales de esta naturaleza acompañarán los libros de oraciones de reyes y clérigos; girasoles, flores de papa y tomates adornarán los jardines de los nobles europeos, y serán por un tiempo los únicos testimonios tangibles del Nuevo Mundo en Europa que excitarán la imaginación de marineros aventureros, y terminarán por conformar una imagen atractiva de estos mundos descubiertos, una América exótica y proveedora de alimentos para los sentidos y el cuerpo en general.
La ganadería en el nuevo mundo rebasó todas las expectativas imaginadas por los españoles y tras pocos años, los caballos, ovejas, cabras, vacas se multiplicaron exponencialmente. El caballo, algo sin lo que no se podría imaginar al nativo americano ni ranchero, y que forma parte esencial de la cultura americana, pues como ya sabemos, no existía antes de la llegada de los españoles (según parece por pruebas fósiles existió una raza de caballos americanos pero se extinguió con la llegada de los primeros humanos por el estrecho de Bering) cobró una relevancia sin precedentes.
Aportaciones de España al nuevo continente:
Los caballos. La vid, el vino y el vinagre. Las judías, garbanzos, lentejas, habas. El arroz. Las almendras. Los ajos. Las cebollas. Las ciruelas pasas y demás frutas secas. El ganado bovino. El trigo. El ganado ovino. Los usos del sebo, el alquitrán.
La rueda como elemento de trabajo y transporte, pues algunas culturas americanas ya hacían uso de ellas en juguetes. No obstante, autores de prestigio como Stanley H. Boggs, eran escépticos ante esos juguetes hallados por aficionados, sin ninguna garantía arqueológica. Los indígenas quedaron muy impresionados por dos artilugios occidentales que traían los españoles: el carro con ruedas y la polea. Aunque los mexicas tenían tornos de alfarería, no se les había ocurrido usar la rueda como medio para facilitar el transporte. La noria también fue introducida por los españoles en América. El tratamiento del hierro.
La rejería, tanto civil como religiosa, había elevado el tratamiento del hierro a la categoría de arte, con toda clase de diseños y filigranas. La metalurgia de Toledo, la más avanzada de Europa. La cerámica de Valencia: azulejos, vajillas, etc. Las armas de fuego, que remontan su técnica moderna a la Bombardilla sueca de Loshult (Circa 1350). La pólvora, inventada por los chinos.
El limón, originario del sureste de Asia, fue llevado a Europa durante las Cruzadas. El azúcar, llevado desde Medio Oriente al entonces territorio conocido como Al-Ándalus durante las Cruzadas. El lino, el cáñamo. La seda.
Las técnicas de construcción de barcos de gran tonelaje, con la fundación de modernos astilleros en Cuba y en todo el continente americano: Guayaquil, Panamá, etc. Las técnicas de navegación transoceánicas. La Ballestilla, utilizada en el mar desde principios del siglo XV para determinar la altura de los astros. El astrolabio. El cuadrante. La brújula marina (una aguja magnética montada sobre balancines para que pudiera girar libremente pese a los bandazos de los buques). La ampolleta (una especie de reloj de arena), y otros instrumentos de navegación. La cartografía. Las técnicas de explotación mineras. Implementos de hierro como picos, alzaprimas, cuñas y almádenas.
Los españoles inventaron técnicas de explotación minera como los molinos de ganga accionados por fuerza hidráulica, o el método de amalgama: la plata se extraía del mineral combinándola con mercurio y se la separaba de la amalgama por destilación del azogue. Conocimientos de aritmética, geometría, astronomía y música (el «quadrivium»), que se enseñaban en las universidades hispánicas desde el siglo XIV.
El sistema financiero: el dinero, la banca, la letra de cambio, las sociedades mercantiles, etc. Conocimientos de economía: en el siglo XVI, la Escuela de Salamanca estaba en la primera fila de estos estudios que vieron la relación entre la abundancia de moneda, su depreciación y la correlativa carestía de los productos y servicios. Por su parte, J.A. Schumpeter, en su clásica obra «Historia del análisis económico», se refiere a «el muy alto nivel de la economía española en el siglo XVI.” Autores como Luis Ortiz («Memorial al Rey para que no salgan los dineros de estos reinos de España», 1558), Saravia de la Calle, elaborando una teoría de los precios, Martín de Azpilicueta, que ofrece una teoría cuantitativa del dinero, Tomás Mercado, exponiendo una muy moderna interpretación del cambio internacional… son sólo algunos de los nombres que sentaron las bases de la economía en España, pero también en Europa.
Los conocimientos de medicina: antes de descubrimiento de América, desde el siglo XIII, ya había una cátedra de medicina en Salamanca. Los conocimientos de farmacia: en la Península se investigaba y desarrollaba la farmacia en la célebres «boticas» y que se vieron enriquecidos con las nuevas plantas y conocimientos botánicos americanos. Los hospitales: ya desde el siglo XII, el Camino de Santiago estaba jalonado de hospitales que atendían a los peregrinos y a los enfermos pobres de la localidad en la que estaban ubicados. Pero fueron los Reyes Católicos los que más impulsaron la medicina hospitalaria en todos sus dominios ibéricos. Tal vez el mejor exponente de este empeño sea el Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, fundado por ellos mismos en 1499, hoy convertido en el Parador Nacional de Santiago.
Las técnicas hidráulicas, conocidas desde las épocas de las dominaciones romana y árabe: acueductos y embalses (los acueductos de Segovia y Mérida, el embalse de Proserpina, también en Mérida, etc.), canalizaciones y regadíos (la huerta de Murcia). La técnica de los tapices. La marroquinería, el repujado, el damasquinado, la esmaltería, la azabachería, la mazonería, la orfebrería, la joyería.
La encuadernación de libros. La técnica de las vidrieras, que había alcanzado su madurez en la decoración de algunas catedrales góticas de los siglos XIII y XIV (la de León la más destacada). Las técnicas de pintura desarrolladas durante los siglos XIV y XV (pintura al temple, al óleo…), las técnicas del laminado del oro («pan de oro») para recubrir retablos. Las técnicas de entretejido: alfombras, vestidos, terciopelos, brocados. Se fabricaban desde el siglo X algunas de las mejores alfombras de Europa. La técnica del artesonado.
Las técnicas urbanísticas: Fernando el Católico escribió a Nicolás de Ovando dándole instrucciones de cómo se debían planificar las nuevas ciudades en América. Lo mismo hizo el rey Carlos I. Pero fue Felipe II quien, en sus famosas «Ordenanzas de Poblamiento» de 1573, estableció las normas a seguir: una amplia plaza mayor, calles amplias «tiradas a cordel», edificios dentro de cuadrículas, etc.
La ingeniería militar, que se plasmó en los fuertes de San Marcos, en La Florida, el de San Carlos de Perote, el de San Felipe de Bacalar, el de San Juan de Ulúa, el recinto fortificado de Campeche, el fuerte de San Diego de Acapulco, todos ellos en México; los castillos de La Punta, de la Fuerza y el de los Tres Reyes del Morro en La Habana; el castillo de San Carlos de la Cabaña, también en Cuba; el castillo del Morro de Santiago de Cuba; la ciudad amurallada de Santo Domingo; las murallas de San Juan de Puerto Rico; el castillo de San Felipe del Morro, también en Puerto Rico; el fuerte de San Lorenzo el Real de Chagre, en Panamá; el fuerte de San Felipe en Puerto Cabello; el castillo de Araya y las fortificaciones de Cumaná, en Venezuela; el fuerte de San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias, Colombia; la fortaleza del Real Felipe del Callao, en Perú; el recinto fortificado del castillo de Niebla, en Chile, etc. La ingeniería civil: innumerables puentes, puertos, canales y calzadas.
Las Universidades, como instrumentos de transmisión de conocimientos: ya en el siglo XVI, se fundaron las de Santo Domingo, México y Lima. La escritura: la gramática de Antonio de Nebrija de 1492, la primera gramática europea desde Roma, que serviría de modelo para las de otras lenguas y marcó un hito en la maduración del castellano.
Ante todo esto, los españoles aportaron a sus reinos de América, una serie de elementos técnicos comunes a las civilizaciones euro-asiáticas, que hicieron rebasar al continente americano de la Edad de Antigua (incluso de Piedra en algunos aspectos, aunque en otros ofrecieran un impresionante desarrollo) en que se encontraba en el momento del descubrimiento y arribar al siglo XVI europeo, en un tiempo asombrosamente corto.
ARTE, LITERATURA Y ENRIQUECIMIENTO CULTURAL
La expresión «arte indígena» suele limitarse a las artes plásticas (inseparablemente unidas a la artesanía o artes decorativas, en culturas que no distinguen artes mayores de artes menores), también la música y la danza son vehículos de expresión artística de extraordinaria importancia para estas culturas, del mismo modo que la literatura, en la gran mayoría de los casos en su vertiente oral (mitos de origen, leyendas, cuentos).
El arte indígena es aquel mediante el cual una comunidad conserva su peculiaridad física y espiritual. En este sentido el arte indígena es frecuentemente la única forma colectiva de educación que recibe. [16]
En las culturas primigenias indígenas los elementos del arte y la literatura se confundían con otros elementos y formaban parte de los rituales mágicos religiosos, que servían de mediación en la acción humana sobre la naturaleza. La existencia de una literatura indígena precolombina en el continente americano permaneció ignorada hasta el siglo XIX. Si bien los cronistas españoles del período habían incluido en sus obras algunas muestras de las oraciones y las admoniciones de los indios, su verdadero pensamiento no fue conocido hasta que los modernos investigadores descubrieron los cantos y leyendas que aún se conservan en los diversos países americanos. Entre todos aquellos pueblos se distinguen por su superior calidad las narraciones de los mayas de Yucatán y los quichés y cakchiqueles de Guatemala.
Los primitivos habitantes de esta región del Nuevo Mundo poseían un sistema propio de escritura que los califica de verdaderamente civilizados. Por medio de sus signos y caracteres escribían los datos de su comercio, sus noticias cronológicas, geográficas e históricas. Los mayas, principalmente, desarrollaron una brillante cultura en el sur de México y en el actual territorio de Guatemala e inventaron una escritura jeroglífica que en parte se ha logrado descifrar.
Hubo algunas culturas, como las precolombinas de los Andes, que utilizaron una escritura parcial que se escribía anudando nudos en cuerdas coloreadas llamadas quipus. Cada quipu estaba compuesto de muchas cuerdas de diferentes colores hechas de lana o algodón. En cada cuerda había nudos en distintos lugares. Un único quipu podía contener cientos de cuerdas y miles de nudos. Combinando diferentes nudos sobre distintas cuerdas con colores diferentes era posible registrar grandes cantidades de datos matemáticos relacionados, por ejemplo, con la recaudación de impuestos y la posesión de propiedades. [17]
La cultura de los indígenas se vio enriquecida, y un hecho notorio de eso fue la creación de nuevas universidades en el nuevo continente, así como la difusión de la imprenta que contribuyó a la propagación de la cultura. Imprenta que ya fue llevada por los españoles en la primera mitad del siglo XVI, como también ya en el siglo XVI, se fundan las primeras universidades en Santo Domingo, México y Lima.
Otra consecuencia que se puede denominar común tanto para los indígenas como para los españoles, es la fusión artística que se produce entre el arte precolombino y el arte europeo. Así surge un nuevo estilo artístico que podríamos denominar colonial, por lo tanto no sólo se produjo el mestizaje de razas, se produjo una nueva cultura, fruto de lo que el oaxaqueño José de Vasconcelos denominó, en 1925, la raza cósmica.
RELIGIÓN
La consecuencia espiritual más importante del descubrimiento fue, sin duda, la evangelización de todo un nuevo continente, robado al mar bajo el signo de la cruz.
De la religión de los indígenas dice Salvador Borrego:
“Pero ese sentimiento místico, venero de energías, brillante en bruto, distaba aún mucho de encontrar una senda positiva y sólo atinaba a desembocar en la embriaguez de la sangre, en la orgía de la muerte y del dolor en aras de dioses inmisericordes concebidos como fuerza de destrucción casi ajenas a la esperanza y al amor. Complicadísimos ritos sangrientos cubrían la diaria actividad y los 18 meses del año azteca eran propicios al sacrificio. Se inmolaban víctimas al dios Totee arrancándoles primero la cabellera, como reliquia, y descuartizando los cuerpos para que fueran devorados por los sacerdotes; unos guerreros vestían los pellejos de los sacrificados y los usaban en la lucha a manera de coraza o máscara. Había su mes para hacerle sacrificios a TIáloc, dios pluvial, sumergiendo niños en agua hasta ahogarlos. Al dios Tezcatlipoca le sacrificaban un joven; a la diosa Xilomen, una mujer. Una fértil imaginación urdió toda dase de ritos sangrientos. Muchos de los idolillos y máscaras de aquellos tiempos son huellas perdurables de la pesadilla de pavor, de furor homicida, que perturbó aquellas mentes.
Numerosos templos eran escenarios de festines de sangre, y por mucho que unos exageran y otros acorten, es un hecho indiscutible que los dioses aztecas eran insaciables devoradores de víctimas y que se les rendía ese cruento tributo en los templos mayores (…)
Cuatro filas de desventurados formadas desde los cuatro puntos cardinales, fueron caminando mansamente hasta el lugar del sacrificio y ascendieron las escalinatas del Gran Teocali para entregar infructuosamente sus vidas al dios Huitzilopochtli sin comprender por qué.” [18]
Aunque no todos los pueblos indígenas adoraban a los mismos dioses, en general, su estructura religiosa era la típica del politeísmo. Se consideraba que el principio creador del universo era incognoscible, pero no así ciertas deidades consideradas como principios naturales (el sol como la masculinidad, la luna como la feminidad, la serpiente como la sabiduría, etc.) a los que se podía apaciguar con rituales o sacrificios, en algunos casos, como vemos, muy sangrientos y obtener ventajas de eso.
Los antepasados de Moctezuma, lejos de ser los precursores del “amor y paz” eran cultores de la guerra y la sangre. Para los aztecas había un conflicto bélico perpetuo que se desataba en el cielo y descendía hasta la tierra: el sol, al levantarse, expulsaba con sus rayos a la luna y a las estrellas trayendo el nuevo día, pero al caer la tarde moría y sólo era revivido si los aztecas, “el pueblo del sol”, ofrecía a su dios sangre humana, “la sustancia de la vida”. Para corroborar estos dichos, basta solo con visitar el Museo Nacional de México donde se conserva la “piedra calendario”, cuyo diámetro excede los 3m. y donde se representa la historia del mundo y la Guerra Sagrada entre las fuerzas opuestas de la naturaleza.
Se trataba de “alimentar al sol”, fuente de la luz; para ello los mozos del cruento banquete eran los mismos funcionaros del gobierno. Como señala el admirador de los indios Von Hagen “el gobierno azteca se hallaba organizado del principio al fin para mantener los poderes del Cielo y obtener su favor con cuantos corazones humanos era posible conseguir”. [19] De ahí que se necesitaran tanto las guerras contra las tribus vecinas para procurarse el menú del día.
Practicaban también el canibalismo ceremonial y, cuando las víctimas habían sido inmoladas, los cadáveres eran arrojados por las escaleras de piedra de los templos y después comidos por nobles y guerreros. Según algunos estudiosos de estas “civilizaciones”, aproximadamente el 1% de la población, unas 250.000 personas, era sacrificado cada año durante el siglo XV en lo que ahora es México Central. [20]
La poligamia era posible en la medida de la fortuna del varón. Era costumbre de los chibchas que el tributo al cacique se pagara con mujeres, que, esclavizadas, tenían hijos con aquel; esos niños se convertían en manjar de sus padres en actos de canibalismo.
En medio de ese clima religioso llegó la evangelización: vuelto Colón a España, los reyes Católicos, Fernando e Isabel, se apresuraron de dar cuenta del descubrimiento al nuevo Papa Alejandro VI. El Papa celebró la noticia con grandes festejos en Roma y sucesor de aquel que dijo «Vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio», contestó a Fernando e Isabel: «Os mandamos, en virtud de santa obediencia que así como prometéis, y no dudamos cumpliréis, destinéis a las tierras e islas susodichas, varones probos y temerosos de Dios, doctos, instruidos y experimentados, para doctrinar a los dichos indígenas y moradores en la fe católica e imponerles en las buenas costumbres, poniendo toda la diligencia de vida en los que hayáis de enviar». [21]
En consecuencia, cuatro meses después, el 26 de setiembre de 1493, salía Colón de Cádiz, en su segundo viaje, entre los 1500 hombres que llevaba en catorce carabelas, iban, como delegado de su Santidad, un fraile benedictino llamado Juan Boyl (que había sido designado por el Papa Alejandro VI como Delegado Pontificio y Superior de la Misión en el Nuevo Mundo) y varios otros religiosos y clérigos seculares, reclutados en Sevilla.
En 1495 los reyes Católicos ordenaron que pasasen misioneros a las tierras descubiertas. La isla Española fue el sitio donde franciscanos, dominicos y mercedarios, ensayaron el modo más apropiado para desempeñar debidamente su misión. Comenzaron por catequizar a los niños, siguieron con los adultos. En 1502 comenzaron a edificar iglesias en Santo Domingo y dando alas a su celo apostólico y, acompañados de algunos sacerdotes del clero secular, pasaron a las demás islas, y así se civilizó a los moradores de las Antillas.
En 1511 se crea la primera diócesis hispanoamericana en Santo Domingo, a las que seguirán Puerto Rico (1511), Concepción de la Vega (1512) y la Abadía de Jamaica (1515). En 1547, Santo Domingo sería elevada a Arquidiócesis, constituyéndose en cabecera de la Iglesia en el Caribe. En 1513, Vasco Núñez de Balboa logra introducirse por el istmo de Panamá y descubre el Océano Pacífico, al que denominó Mar del Sur. En el mismo año, se constituye en diócesis Panamá, que sería la primera diócesis erigida en tierra firme. Desde ese momento se convierte esa región algo así como en un centro de operaciones. De Castilla de Oro salen expediciones civilizadoras hacia la América Central y por el istmo de Panamá pasa la corriente cristiana hacia la América del Sur.
En aquellos lugares donde, por lo malsano del clima, por la aspereza del terreno, por estar lejos del poblado o por otra razón cualquiera, no se repartían encomiendas, y esto ocurría en la mayor parte del continente, fueron los heroicos misioneros de las Órdenes religiosas los protagonistas de la evangelización. Aquellos primeros misioneros se internaban en los bosques o en los desiertos y serranías donde los indios vivían dispersos y, exponiendo su vida, los reunían en un sitio determinado. Ayudados por ellos, construían un rancho-capilla donde enseñaban la doctrina y decían misa. En su contorno levantaban los indios sus viviendas y a eso se llamaba las doctrinas, que fueron el origen de muchas parroquias, obispados, pueblos y ciudades de América. Años y años pasaba ahí un religioso hasta que, crecida la doctrina y ya con el nombre de parroquia formada, pasaban a otras manos y los misioneros, tras dar un último adiós a sus fieles convertidos, pasaban a otra región en busca de lugares desconocidos a aprender otras lenguas, entenderse con otros indios y formar nuevas doctrinas para repetir la historia.
Así, en el siglo XVI, los misioneros de las Órdenes de San Francisco, Santo Domingo y la Merced, evangelizaron los territorios de las actuales Guatemala, Nicaragua, Honduras y el Salvador. Mención especial merece la evangelización de México. En 1516, Hernán Cortés llevó en su expedición al territorio Mexicano al P. Mercedario Bartolomé Olmedo, quien con todo esmero catequizó a los naturales de la región. En 1524 moría el primer evangelizador de México, fecha en que llegaron del viejo continente doce religiosos franciscanos (los «doce apóstoles franciscanos») que continuaron la labor misionera. La primera diócesis en territorio mexicano fue Tlaxcala, creada en 1519, seguida de la de México (1530) que luego sería elevada a arquidiócesis en 1547 y constituida en cabecera del territorio centroamericano y norte del sudamericano.
Una de las características religiosas de México es la veneración a la Virgen de Guadalupe. En el Cerro del Tepeyac, donde se alza la Basílica de Guadalupe y es lugar de adoración de la “Patrona de México”, los indígenas mesoamericanos tenían un centro de devoción dedicado a la diosa Tonantzin, que quiere decir “nuestra madrecita”. Durante la evangelización, los frailes buscaron que Tonantzin tuviera semejanzas con diferentes vírgenes como la de la Natividad, la Virgen María, el Rosario, la Concepción, la Candelaria y otras. Se repitió aquí lo que había ocurrido en la cristianización de los paganos en Europa, que las verdades del cristianismo encajaban en muchos de los arquetipos que los politeístas manejaban, de modo que se mostraban abiertos a aceptar nociones religiosas que ya habían intuido y que estaban reflejadas en sus creencias.
Así, con el paso de los años, “la Lupita”, como se le dice de cariño, se convirtió en objeto de devoción oficial y popular en la Nueva España, que se sustentó en la historia de las apariciones al indio Juan Diego, representando la dignificación e incorporación de esa raza a la Nueva España. De esta forma, criollos, mestizos e indios se unieron en la devoción común y la virgen ayudó a limar diferencias de castas, unidas por el fervor religioso y nacional. La necesidad de poseer lo propio llevó a que la imagen del Tepeyac fuera la del escudo nacional y su condición de patrona de México.
Guadalupe ha sido para México quizás el más fuerte polo de atracción y fuente de inspiración e identidad y lazo de unión que se vislumbra en el significado que ha tenido, en catástrofes como hambrunas, pestes, inundaciones durante el periodo de conquista y en la independencia. También en la guerra cristera, los sublevados contra los abusos del gobierno masónico anticlerical luchaban por Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe. Símbolo de lo sagrado y lo profano, de lo humilde y majestuoso, de lo esplendoroso y lo más pobre y llano, la Virgen de Guadalupe o Emperatriz de América, es un emblema de lo nacional por el que cada año se levantan clamores al cielo, se caminan kilómetros de distancia y se enarbolan banderas de México en todo el mundo.
El proyecto original de España al emprender el descubrimiento y exploración del Nuevo Mundo fue, como señala el filósofo Julián Marías la cristianización de los pueblos desconocidos. Que este proyecto era sincero y verdadero lo atestigua el hecho incontrovertible de la evangelización de la mayor comunidad católica del mundo: la América Hispánica.
La acción de los sacerdotes españoles fue intensa y fecunda, extendiéndose a parte del actual territorio de los EE.UU. Representaron el elemento intelectual, estudiaron y aprendieron multitud de lenguas indígenas, tradujeron libros para la evangelización, investigaron las condiciones de vida de aquellos pueblos, sus costumbres; la flora y la fauna, fueron decisivos en la fundación de centros de estudios, incluso de las muy tempranas universidades, mucho más antiguas que las del Norte de América. Es evidente la función de la Iglesia en limitar la violencia, los abusos, los intentos de explotación; igualmente la preocupación religiosa, moral y jurídica para precisar los derechos de España en aquellos territorios.
Lo característico de la españolización fue un injerto español en las sociedades preexistentes, y no un trasplante de las sociedades europeas a territorio americano, norma habitual en otros países.
El resultado más real y representativo fue el mestizaje, nacido de la conciencia cristiana de ser todos hermanos por ser hijos de Dios. Los territorios se organizaron en “países” regidos por Virreyes. Nunca fueron colonias, término utilizado después de la independencia por imitación de las colonias francesas o inglesas en África o Asia.
La Iglesia ejerció una influencia enorme en la educación sobre todo en los estudios superiores desde Santo Domingo y las universidades de México y San Marcos de Lima (1551), frente a Harvard, 1636 y Yale, 1701. Cosa que asombra a muchos historiadores y estudiosos de actualidad que los hace revisar muchos de los tópicos y falsedades sobre los conquistadores españoles en América. La verdad ha de ser aceptada. Pero lo inaceptables es ocultar lo positivo y abultar lo negativo, invirtiendo la proporción entre ambos. Nuestra obligación es la de presentar un cuadro veraz de lo que ha sido la cristianización más amplia, rápida y fecunda de toda la historia.
¿Cómo hubiese sido la gesta española en América sin la presencia y actividad de la Iglesia Católica, del cristianismo? La grandeza de la Iglesia y de los países se mide fácilmente por sus hechos. ¿Cuántos hechos existen como la conquista y civilización de la América Hispana en la historia universal?
Como resumen, podemos decir que para los creyentes la expansión del cristianismo ha supuesto la salvación de millones de almas, pero incluso para quienes no compartan esa sensibilidad religiosa, la popularización de los valores cristianos, sólo puede verse como enormemente positiva, siquiera sea desde un punto de vista humanitarista. Gracias a la filosofía emanada del Cristianismo el mundo se ha convertido en un lugar menos frío y cruel, más amable, más confraterno. El amor al prójimo, incluso al enemigo, y el perdón, antes considerados debilidades, integran ahora la sensibilidad moral, incluso de quienes más se enfrentan a la Iglesia Católica, y eso es indudable mérito del ejemplo de Cristo, circunstancia que se debe reconocer independientemente de las creencias religiosas que uno profese. En ese sentido la evangelización de América es indudable motivo de orgullo para toda la Hispanidad.
HISTORIOGRAFÍA; CRÍTICA A LA LEYENDA NEGRA:
La historiografía sobre el descubrimiento de América y su desarrollo posterior han orbitado entre el eurocentrismo y el indigenismo, por una parte, y entre el orgullo nacional de los españoles y la Leyenda Negra urdida por sus enemigos y aceptada, finalmente, en toda Hispanoamérica y en la propia España, por otra.
España siempre ganó todas las batallas menos la de la propaganda. Así podría resumirse gran parte de su historia. Frente a la grandeza de Felipe II, un rey que, en palabras de Arturo Pérez Reverte, no recordamos si literales, era «grandioso, culto y cruel en una época en la que los otros reyes eran sólo crueles» (e incluso de la supuesta crueldad del rey se puede dudar), los enemigos de España tuvieron que inventar una leyenda negra que ocultase la superioridad ética de la actuación española, al servicio de Occidente y la Cristiandad, como hemos visto, en contraste con el oportunismo mediocre de otros. Pío Moa lo explica así:
«Contra enemigos tan numerosos y potentes, España tenía la ventaja de su imperio ultramarino, del cual extraía cuantiosos recursos financieros, si bien en contrapartida se veía obligada a dispersar por medio mundo sus no muy nutridas fuerzas. Y podía reclutar tropas y medios en Alemania, Italia, Flandes y otros lugares, pero en conjunto la tarea necesariamente le desbordaba, pues el país no era de por sí una gran potencia. Su población no pasaba de la mitad de la vecina Francia, con una administración mucho menos centralizada y, en tiempos de economía fundamentalmente agraria, tenía suelos peores y mucha menos agua que Francia, Inglaterra, Países Bajos o Alemania. En realidad, España era inferior materialmente al Imperio Otomano (el sultán percibía rentas dobles que Carlos I) y a Francia, no digamos al conjunto de sus enemigos, y su defensa fue siempre precaria y difícil. A duras penas lograba defender su litoral frente a la piratería incesante turco-berberisca y a la frecuente de los ingleses, y en 1560 llegó a quedar desguarnecida, a merced de un gran ataque por el Mediterráneo, aunque los turcos no llegaran a aprovechar su magnífica oportunidad, quizá por no haberla percibido a tiempo.
Sorprende cómo una nación con tales desventajas logró sostener durante un siglo y medio una lucha de frente y por la espalda, por así decir, infligiendo a sus enemigos más reveses que los sufridos de ellos, y marcar los límites a la expansión turca, francesa y protestante, desarrollando al mismo tiempo una brillante cultura. Pero así ocurrió, según todo indica. En cambio perdió desde muy pronto la batalla de la propaganda política, que en sus formas modernas nació entonces, y nació en gran medida como propaganda antiespañola, consolidada en la llamada ‘Leyenda negra’, compuesta con algunas verdades y muchas exageraciones. A su vez, aunque España nunca fabricó una propaganda similar contra sus adversarios, la experiencia de aquel siglo y medio motivó en ella un cierto desprecio y resentimiento hacia el norte de los Pirineos.
En los siglos XIX y XX la ‘Leyenda negra’ caló también en España, y de modo muy pronunciado tras la crisis moral del 98 y la pérdida de las últimas colonias en América y el Pacífico. El rencor por la decadencia, atribuida al catolicismo, unido a las prédicas de la masonería y el liberalismo jacobino, hicieron de la Iglesia, en la mentalidad de las nuevas fuerzas revolucionarias y republicanas, el obstáculo principal a la modernización del país. Había que romper con la historia de España, y particularmente con su componente religioso. Como expresó Azaña: ‘Nada puede hacerse de útil y valedero sin emanciparnos de la historia. Como hay personas heredo-sifilíticas, así España es un país heredo-histórico’.» [22]
Julián Juderías y Loyot en su obra fundamental “La leyenda negra y la verdad histórica” es el primero en analizar y rebatir en profundidad la leyenda negra, expresión utilizada antes por autores como Emilia Pardo Bazán, pero que llegaba por primera vez a los libros de historia.
«Sí España, literariamente hablando, es un país de manolas y toreros, de holgazanes y de mujeres con la navaja en la liga, históricamente es un país de frailes y de inquisidores, de verdugos y de asesinos, de reyes sanguinarios y de tenaces perseguidores de la libertad y del progreso en todos sus órdenes.» Juderías resume así la percepción común de nuestro país, dentro y fuera de sus fronteras. Políglota consumado (parece ser que dominaba dieciséis lenguas), había sido traductor y periodista, pero ante todo se consideraba historiador. En 1913 había sido premiado por la prestigiosa y difundida revista La Ilustración Española y Americana, por este libro.
Juderías se propone combatir esta visión tópica, cuyo punto de partida se pierde varios siglos atrás: sitúa su origen en el doble y ambicioso objetivo hispánico del siglo XVI: la supremacía europea y la conquista de América. Su crítica a la leyenda negra se centra fundamentalmente en dos aspectos. Por un lado en los excelsos y falsedades que comporta (por ejemplo en lo referente a la paradigmática Inquisición), y por otro en la constatación de que las mismas crueldades, intolerancias y tiranías que se quieren asociar a España están presentes en los demás países europeos, y con frecuencia en un grado superior.
El problema principal que señala Juderías es que esta visión, inicialmente extranjera, acaba afectando a los mismos intelectuales españoles: «Esta leyenda, convertida en dogma, hace que los liberales, para serlo, tengan que afirmar públicamente que la historia de España va envuelta en las sombras de la intolerancia y de la opresión, y que los reaccionarios, para serlo también, entonen himnos de alabanza al Santo Oficio y consideren como un timbre de gloria para nuestra patria el haber mantenido tan benéfica institución por espacio de tres siglos. Sería más justo, y hasta más patriótico, buscar la verdad donde la verdad se halla y alejarse por igual de extremos peligrosos y absurdos; pero esta conducta no se observa por nadie.»
Esa Leyenda Negra, que se prolonga luego a la actuación española en América, fue asumida por importantes sectores de la propia España, particularmente en ámbitos ideológicos izquierdistas, para convertirse en la premisa argumental básica de los nacionalismos periféricos. Como dice H de Montherlant: «España es una de las naciones más odiadas de Europa porque es diferente y porque es noble, dos rasgos que solo se le perdonarían si tuviera poder, y no lo tiene.»
La «Leyenda Negra» tiene su inicio en unas acusaciones personales contra Felipe II como asesino de su hijo don Carlos, de su esposa Isabel de Valois y del secretario Escobedo. Resulta curioso que el mundo anglosajón fuera el depositario de esta leyenda y soslayara a Enrique VIII, especialista en decapitar consortes. Ya que no se ha encontrado evidencia alguna que justifique estas acusaciones, deben tomarse como simplemente falsas. La supervivencia de la leyenda sobre don Carlos se debe a la popularidad de la Ópera de Verdi.
Otra parte de la «Leyenda Negra» tiene que ver con la actuación del Duque de Alba en los Países Bajos, que si bien fue dura, no se diferenció mucho de la de cualquier ejército victorioso de la época. Más cínica resulta la acusación de ejecutar protestantes frente a las matanzas francesas. Además está la persecución contra los católicos en Inglaterra y otros países. Después de 1572 en los Países Bajos murieron más oponentes religiosos a manos de los calvinistas rebeldes que en todo el reinado de Felipe II bajo la inquisición. La inquisición es precisamente otro de los argumentos de la Leyenda Negra, completado en el presunto fanatismo religioso.
En el contexto de la lucha contra el Imperio Otomano, que España cargaba sobre sus hombros y respecto al que la herejía protestante suponía una traición despreciable, la tensión originada por falsos conversos judaizantes, por la Quinta Columna morisca, añorante de Al-Andalus, esperanzada por el poderío turco, presta a apoyar incursiones magrebíes y que se rebeló en Granada en 1568, y, finalmente, por la traición protestante, hubiesen justificado una inquisición española más dura que en otros países. Sin embargo no fue así, siendo la inglesa mucho más sangrienta. Como dice Pío Moa «Si bien la Inquisición española no parece haber sido más cruel que las inquisiciones protestantes. Vale la pena recordar que la primera ocasionó unas mil ejecuciones, probablemente menos, en sus tres siglos de existencia, mientras que sólo el rey Enrique VIII hizo ejecutar triple número de católicos en Inglaterra, por entonces bastante menos poblada que España.» [23] Además los investigadores más concienzudos y recientes piensan que el procedimiento inquisitorial era mucho menos riguroso y cruel que los tribunales aparentemente civiles que funcionaban en otras partes. (Por ejemplo Luis Suarez Fernández en «Las raíces cristianas de Europa»).
Finalmente la Leyenda Negra pretende mancillar la actuación española en el Nuevo Mundo. Frente al exterminio sistemático de indígenas por los anglosajones en América del Norte, España realizó una labor evangelizadora, permitió el mestizaje, y tuvo en consideración cuestiones éticas que a otros pueblos ni les pasaban por la cabeza. En tiempos recientes se ha pretendido presentar a los descubridores como genocidas y esta gran gesta como un crimen, que nos mancha a los españoles las manos de sangre. Querer defender esta interpretación es no querer entender nada. Se cometieron excesos, es cierto, pero tanto los Reyes Católicos como sus sucesores lucharon contra ellos. Frente a esto tenemos el exterminio sistemático de indígenas en América del Norte practicado por los anglosajones a los que, sin embargo, nada se les reprocha. Como dice el historiador Vicente Rodríguez Casado: “La península tomó para sí el Nuevo Mundo y lo hizo tierra española, pero con tal respeto para sus pobladores primitivos que supo conservar las características raciales y convertir su espíritu sin ignorarlo.”
Normalmente la Leyenda Negra utiliza los escritos de Fray Bartolomé de las Casas para justificar sus infundios sobre la presencia española en América. Contrariamente pensamos que es, precisamente, la existencia de un hombre de la capacidad en influencia de este “Apóstol de los indios”, que llegó a detener la conquista en un momento dado, lo que prueba la superioridad ética de España respecto a las naciones de su entorno. Hijo de un modesto mercader natural de Tarifa, Bartolomé de las Casas nació en Sevilla en 1472. En La Española consiguió un repartimiento, una encomienda de indios, dedicándose desde el primer momento a la labor pastoral, ya que sería ordenado sacerdote en 1510, y es considerado el primer sacerdote ordenado en América. Paulatinamente fray Bartolomé irá tomando conciencia contraria a la institución de la encomienda, sintiéndose llamado por Dios para predicarla como injusta. Su campaña fue dirigida en primera instancia al rey Fernando y posteriormente al cardenal Cisneros, quien le nombrará “protector de indios” en 1516. La muerte del cardenal motivará que fray Bartolomé continúe su tarea con el nuevo monarca, Carlos I. Se dirigió a América en 1520 donde Carlos I le concedió el territorio venezolano de Cumaná para poner en práctica sus teorías. La nueva fórmula se experimentó con escaso éxito ya que una ausencia de Las Casas será aprovechada por los indios para acabar con un buen número de colonos.
El 1540 regresará a la península al estar convencido de que era en la corte hispana donde se debía vencer la batalla a favor de los indios. Dos años más tarde el Consejo de Indias escucha los planteamientos de Las Casas, opiniones que causaron profunda impresión en Carlos. Posiblemente motivado por el contacto con Las Casas, el 20 de noviembre de 1542 se publicaron las “Leyes Nuevas” en las que se restringían las encomiendas y la esclavitud de los indios. Por estas fechas escribió su obra más importante: la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, en la que acusa a los descubridores del Nuevo Mundo de todo tipo de crímenes, abusos y atropellos. La obra fue tildada de escandalosa y exagerada por lo que no cumplió su objetivo: evitar la continuación de las conquistas. Sería publicada ilícitamente en 1552 y alcanzó gran éxito a lo largo del siglo XVII para convertirse en una de las fuentes utilizadas en el desarrollo de la “Leyenda Negra” contra el Imperio Hispánico.
El hecho de que los gobernantes españoles se preocuparan por la legitimidad jurídica, moral y religiosa de su actuación en América, en lugar de imponer pragmáticamente la vía de hecho, es un hecho sin precedentes y que otras potencias no se plantearan hasta pleno siglo 20. Hace casi medio milenio los españoles teníamos debates éticos que apenas ahora empieza a plantearse el mundo anglosajón. Es cierto que la lejanía hacía difícil controlar los abusos de las autoridades y funcionarios locales, y que se cometieron crímenes y excesos, pero también es cierto que se lucharon contra ellos, como la biografía de Bartolomé de las Casas demuestra y llegaron a detenerse momentáneamente la conquista y modificándose las leyes para mayor protección de los indios. Compárese eso con las políticas genocidas en América del Norte, África y Asia de ingleses, franceses, holandeses, alemanes, portugueses… piénsese en el colonialismo europeo en África en el siglo XIX, cientos de años después de la conquista de América… incluso en la actualidad si recordamos Palestina, El Líbano, Guantánamo… Las Cortes de Castilla llegaron a pedirle a Carlos III mayor protección a los indios:
“Suplicamos a V.M. mande remediar las crueldades que se hacen en las Indias contra los indios, porque dello será Dios muy servido”.
¿Cuándo ahora el Parlamento israelí ha mostrado idéntica preocupación por palestinos o libaneses, o el Senado estadounidense por los presos en Guantánamo?
Damos la palabra al maestro Salvador Borrego:
“Dos años después de su desembarque en las cercanías de San Juan de Ulúa Cortés era el Jefe de lo que había sido el Imperio Azteca. Una pacificación tan rápida de más de tres millones de indios, no la hubieran logrado mil españoles, ni habría podido luego conservarse en paz por tantos años — sin terror policiaco ni campos de concentración—, si al estilo de vida traído por Cortés no hubiera sido, como fue, incomparablemente mejor que lo que existía bajo la sombra del Gran Huitzilopochtli.
Fuerzas extrañas a México, empeñadas en escindir nuestra historia para escindir así nuestro espíritu, nos indujeron la capciosa tesis de que Cortés y los suyos eran ambiciosos que vinieron a destruir una gran cultura por arrebatarnos el oro. Gente bien intencionada ha coreado luego esta falsa especie.
Sin duda que los conquistadores también buscaban oro y que uno de sus iniciales móviles era el anhelo de poder y de gloria. Pero no fue esto lo que perduró en su empresa, pues además traían el fulgor de una nueva civilización, el instrumento espiritual de su lengua, una religión de amor y no de destrucción y un nivel de vida mil veces más humano.
Y en tanto que tas pasiones mezquinas fueron transitorias, todo lo más valioso y perdurable de lo que trajo la conquista quedó formando la base del nuevo pueblo, desde el mestizaje, el idioma y la fe hasta la organización administrativa, política y cultural que México heredó de España. La obra de Cortés fue tan grande que aún perdura en nuestra sangre y en nuestra nación, y este es el mejor monumento a su memoria ignorado por la historia oficial.
La tesis calvinista de la predestinación y del destino manifiesto, según el cual los pueblos atrasados son hijos del diablo y los pueblos prósperos son hijos de Dios sirvió de base en los Estados Unidos para que lo conquistadores puritanos casi acabaran con tos pieles rojas, evidentes hijos del diablo cuya cabellera tuvo precio como la piel de cualquier animal y para que surgiera la frase popular de que ‘el mejor indio es el indio muerto’. Los supervivientes fueron relegados a campos de lenta extinción llamados discretamente reservaciones. Y junto a este genocidio, que nadie lamenta, suenan sospechosas tantas quejas contra la conquista española que civilizó pueblos en vez de exterminarlos, que dejó al indio sobre sus mismas tierras y le dio nuevos cultivos en vez de confinarlo a disfrazados campos de concentración, que cruzó su sangre con él en vez de rehuirlo como ‘hijo del diablo’ y le dio su técnica, su idioma y su religión.
La conquista se realizó no tanto por la fuerza de las armas cuanto por la fuerza de los valores morales que Cortés traía consigo; de lo contrario muchas expediciones hubieran fracasado. Al suprimir los sacrificios humanos Cortés restituyó a las masas indígenas el derecho primario que tenían a la existencia y contó con su entusiasta adhesión.” [24]
RELACIÓN MÉXICO-ESPAÑA
México y España mantienen una relación que orbita entre la simpatía mutua derivada de su hermandad innegable y de sus vínculos históricos y el enrarecimiento ocasional producido por la falta de interés de unos gobernantes más pendientes de las relaciones económicas que de la fraternidad de sus pueblos y la retroalimentación de sus culturas.
Como dicen Agustín Sánchez Andrés y Pedro Pérez Herrero, el intento español para reconducir las relaciones con Hispanoamérica, en general, y con México, en particular, desde el marco de la Comunidad Económica Europea, ensayado durante los años inmediatamente posteriores al ingreso de España en este organismo, no tuvo éxito debido al rechazo de los socios comunitarios a la pretensión española de presentarse como puente entre los dos continentes, así como a las propias reticencias de los países hispanos. Eso condujo al gobierno español a dar un nuevo impulso a las relaciones bilaterales con los principales países de esta región desde fines de la década de los 80. Los preparativos para la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América sirvieron de cauce al renovado interés de España en América, lo que tuvo su reflejo en las relaciones hispano-mexicanas. En este sentido, el gobierno español desarrolló en el marco del llamado Plan Quinto Centenario un conjunto de políticas hacia México encaminadas a potenciar las relaciones culturales, incrementar la colaboración en materia de cooperación al desarrollo y, sobre todo, a impulsar las relaciones económicas entre ambos países.
Los principales resultados de este acuerdo tuvieron lugar en el ámbito de la cooperación económica, especialmente en la de carácter financiero. Las facilidades otorgadas a la constitución de empresas mixtas y el incremento de la cooperación técnica y científica fueron acompañados por la apertura por parte del gobierno español de una línea de crédito de 4.000 MMDD en condiciones mixtas de financiación. El 40% de esta cantidad estaba destinada a la adquisición de bienes y servicios españoles por parte de empresas públicas o privadas mexicanas, sobre todo por parte de la pequeña y mediana industria. Estas medidas se vieron complementadas en julio de 1991 por la firma de un acuerdo entre el Banco Exterior de México y los siete principales bancos españoles para facilitar créditos a las empresas españolas en México a tasas de interés inferiores a las del mercado.
El incremento de los vínculos políticos y económicos entre ambos países vino acompañado por el inicio de la cooperación al desarrollo en el ámbito bilateral. El desarrollo económico mexicano relegó esta cuestión a un plano secundario de la agenda bilateral, sobre todo a partir del ingreso de México en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 1994. Con todo, la participación de España en la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) hacia México se incrementó considerablemente durante la última década del siglo XX. La mayor parte de la ayuda oficial al desarrollo provino de los créditos FAD, una parte de los cuales estaba supeditada a la adquisición de bienes y servicios a empresas españolas, por lo que este tipo de ayuda estaba igualmente orientada al fomento de las exportaciones españolas a México. [25]
Desde el punto de vista gubernamental existió una cierta asimetría en el interés mostrado por ambos gobiernos a la hora de dar a conocer los diferentes aspectos de sus respectivas manifestaciones culturales en la otra orilla del Atlántico. Este interés fue indudablemente mayor por parte mexicana, como pone de manifiesto la creación del Instituto México en julio de 1992. Eso sentó las bases para el conocimiento y difusión de la cultura mexicana en España a partir de la intensa labor desarrollada por este organismo mediante la organización de exposiciones, conferencias, presentaciones de libro y conciertos, entre otras actividades. Pese al desinterés de las autoridades españolas el momento coincidió con la reactivación del interés por la cultura española en México durante la primera mitad de la década de 1990, el cual había experimentado un cierto decaimiento tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. La multiplicación de actividades culturales de todo tipo a través de los acuerdos entre instituciones públicas o privadas mexicanas y españolas contribuyó decisivamente a este proceso. Eso no impidió que durante este período siguiera predominando entre importantes sectores de la sociedad mexicana una imagen un tanto estereotipada de España debida, en gran medida, a la impronta ideológica del exilio sobre ciertos círculos intelectuales formadores de opinión en México. La España de 1939 había quedado como una foto fija en la mente de los exiliados: los emigrantes se llevaron sus recuerdos después de la Guerra Civil y no percibieron –o no les interesó hacerlo– las transformaciones experimentadas por España. La intensificación de los contactos culturales y, sobre todo, la potenciación de los vínculos académicos entre ambos países contribuirían decisivamente a ir erradicando en los siguientes años esta imagen deformada de España.
Las Cumbres Iberoamericanas, en las que participan los diferentes Estados de habla española y portuguesa en Europa y América, representaban para España un instrumento fundamental en su estrategia para potenciar su papel en el escenario internacional y dentro de la propia Comunidad Europea, y para México suponían la oportunidad de poner de manifiesto su liderazgo regional y desarrollar su propia agenda internacional. No resulta extraño, por tanto, que el inicio de estas cumbres correspondiera a una iniciativa diplomática conjunta hispano-mexicana. Esta iniciativa se tradujo en la convocatoria de la I Cumbre Iberoamericana realizada por el presidente Salinas de Gortari tras una reunión del Grupo de Río en 1990. Esta primera conferencia tendría lugar en la ciudad mexicana de Guadalajara en julio de 1991. El hecho de que la convocatoria de la I Cumbre corriera a cargo de México facilitó la puesta en marcha del nuevo mecanismo de cooperación multilateral, eliminando los recelos que algunos gobiernos iberoamericanos hubieran abrigado si la iniciativa hubiera partido de España.
La firma del Tratado de Libre Comercio entre México y la UE, que entraría en vigor en julio del 2000 permitió una notable intensificación de las relaciones políticas y económicas de México con Europa en un intento por buscar contrapesos a la relación con Estados Unidos. La firma del Convenio Básico de Cooperación Científica y Técnica en octubre de 1997 y la puesta en marcha del Programa de Incorporación de Doctores Españoles a Universidades Mexicanas, a partir de junio de 1996, sentaron las bases para el incremento de la cooperación en los ámbitos científico y educativo.
Las relaciones culturales recibieron durante este período un notable impulso a partir de la creación del Centro Cultural de España en México, inaugurado por los Reyes en el centro histórico de la capital mexicana en noviembre de 2002, en el marco de las celebraciones del 25º aniversario del restablecimiento de las relaciones hispano-mexicanas.
La cooperación en materia policial y judicial ocupó un lugar destacado de la agenda bilateral durante los dos mandatos de Aznar. La entrada en vigor en junio de 1996 de la reforma del Tratado de Extradición permitió el progresivo desmantelamiento del entramado etarra en México. Las primeras expulsiones de etarras por la vía administrativa durante los primeros meses de 1996 fueron seguidas por la detención en diciembre de uno de los etarras más buscados, el sanguinario Óscar Cadenas, autor de 19 asesinatos, quien sería extraditado formalmente por México a España en febrero del 2000 tras un largo proceso judicial.
En mayo de 2010 se celebró en la ciudad cántabra de Comillas la V Cumbre UE-México. En el marco de la misma tuvo lugar la firma del plan ejecutivo conjunto de la asociación estratégica entre ambas partes, que dotaba de contenido a este acuerdo y ampliaba la cooperación al ámbito de los derechos humanos, la seguridad y la macroeconomía. El decidido apoyo español a México durante todo el proceso de negociaciones con la UE fue agradecido por el presidente Calderón en su encuentro posterior con Rodríguez Zapatero. Los dos mandatarios acordaron asimismo conferir un mayor impulso al comercio y a las inversiones bilaterales y se tomó en cuenta que España era el segundo socio comercial y el primer inversor de la UE en México.
Las relaciones económicas bilaterales entre México y España deben ser entendidas en el contexto de la incorporación de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a partir de enero de 1994 y de España a la Comunidad Económica Europa en 1986, predecesora de la UE. Cuando los empresarios mexicanos se relacionan (comercio, inversiones) con España, lo hacen, además de tener en mente el mercado español, en el entendido de que es una forma de entrar en contacto con el conjunto de la economía europea; y cuando los empresarios españoles se relacionan con México tienen presente que es un importante mercado en sí mismo pero que al mismo tiempo representa además una vía de acceso al resto de los miembros del TLCAN (Estados Unidos y Canadá). La facilidad del idioma y el que ambos países sean parte de grupos comerciales importantes representa una ventaja comparativa para el establecimiento de relaciones económicas entre ambos países. [26]
En definitiva, todos los datos parecen confirmar que los inversores españoles, tanto en términos absolutos como comparativos con el resto de los países de la UE, apostaron decididamente desde 2005 por profundizar sus relaciones con México. Hay que subrayar que lo importante de estas relaciones es que por el tipo de las inversiones realizadas no deben ser conceptualizadas de una aventura coyuntural pasajera, sino de una apuesta estratégica con vocación de perdurar en el tiempo.
Las relaciones económicas entre España y México han cambiado sustancialmente desde 1977 hasta la actualidad. Lo primero que hay que subrayar es que el volumen total de los intercambios ha tenido un incremento del 235% en dicho período (de un total de 2.497 MMDD en 1981 a 8.373 MMDD en 2008). Hasta 1994 España fue el destinatario prioritario de las exportaciones mexicanas hacia la UE; en el período 1995-1996 se produjo una caída en términos comparativos al crecer la importancia de los mercados alemanes y durante la etapa 1997-2008 España vio crecer de nuevo de forma notable la llegada de exportaciones mexicanas.
En cuanto a la balanza comercial entre México y España (incluyendo las exportaciones de petróleo) se aprecia que en un primer momento (1977-1984) el saldo fue cercano a cero (ligeramente positivo para México), en relación con los años 1984-1989 cuando México acumuló un saldo positivo en sus relaciones comerciales con España y que durante el período 1990-2003 la balanza sufrió un importante deterioro para México (salvo las leves recuperaciones de 1996 y 2000) y aunque a partir de 2004 se dio una lenta recuperación hasta alcanzar de nuevo cifras positivas en 2008.
A partir de 1998 se aprecia un aumento considerable de las exportaciones de vino, aceite de oliva, hortalizas preparadas, zumos y aceitunas, además de productos derivados del crudo (se pasó de exportar gasolinas en 1995 por valor de 220.000 dólares a 534 MMDD en 2008), accesorios de automóvil, medicamentos. [27]
En cuanto a composición de las exportaciones de México a España, el petróleo y sus derivados suponen la parte más importante de su valor (en 1981 supusieron el el 93% de las exportaciones mexicanas hacia España), aunque en los últimos años también han aumentado otras como partes de maquinaria y componentes del sector; las legumbres (garbanzo), junto con las fibras acrílicas o los minerales de manganeso; la cerveza, que se ha multiplicado por dos; y los antibióticos y los compuestos con función carbonixiamida, que se ha multiplicado por once. [28]
Las cifras sobre la emigración de mexicanos a España y sobre su composición son elocuentes. El número de mexicanos que llegaron a España entre 1977 y 2009 es bastante bajo si lo comparamos con el total de los inmigrantes llegados a la Península Ibérica en ese mismo período e incluso si nos referimos solamente a los inmigrantes hispanoamericanos. Sin embargo, desde el año 2000 hasta la fecha el número de inmigrantes mexicanos en España ha ido creciendo, tanto en valores totales como relativos.
El número de estudiantes mexicanos en España es relativamente alto, como pone de manifiesto el hecho de que el gobierno español haya expedido en los últimos años más de 5000 visados de estudios anuales a estudiantes de este país, la mayoría para estudios de postgrado. El grupo de los profesionales mexicanos está compuesto por empresarios de tipo medio dedicados en un porcentaje elevado al comercio, especialmente en el sector de la hostelería, que ha vivido en los últimos años un notable auge de los restaurantes especializados en comida mexicana.
La colonia española en México ha sido desde siempre tradicionalmente más numerosa. De acuerdo con los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística de España, el número de españoles censados en México pasó de 69571 en 2009 a 76079 un año más tarde. Tal cifra convierte a la española en la tercera comunidad extranjera y en la primera colonia europea en México. El desembarco en México de empresas españolas durante las tres últimas décadas ha supuesto la llegada de un reducido, pero continuo, flujo de varios miles de profesionales y empresarios españoles. Este grupo se ha visto incrementado durante las dos últimas décadas por la llegada de varios cientos de investigadores y docentes españoles que se han integrado en universidades y centros de investigación mexicanos, muchos de los cuales han acabado radicando de manera definitiva en este país. [29]
A día de hoy, según los datos estadísticos en España hay alrededor de 21000 mexicanos. La cantidad de españoles que viven en México se contabiliza en más de 200000 entre peninsulares y descendientes de españoles. Señalamos también, el incremento significativo de empresas españolas en América que asciende a un 74%, con México como el destino dominante para las inversiones españolas. Lidera este ranking gracias al 90% de empresas que tiene presencia comercial en este país. México es el país favorito para las inversiones españolas por su mercado interno, su competitividad y su ubicación geográfica.
Las cuatro empresas españolas más importantes con presencia en México son: BBVA Bancomer, empresa del sector financiero. Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) Empresa del sector sistema de transportes. Es la principal proveedora de trenes para líneas del metro en México desde la década de los 90´s; ACS, empresa del sector de energía e infraestructura. Acciona Energía, empresa dedicada a diversos sectores: energía eólica, infraestructura, agua, inmobiliaria y servicios. [30] Por su parte, algunas empresas mexicanas con presencia en España son: CEMEX, Bimbo, Televisa, Aeroméxico, Mexicana de Aviación, Fondo de Cultura Económica, VIPS, etc.
Las relaciones económicas entre España y México son positivas, pero insuficientes para establecer verdaderos vínculos de hermandad entre dos pueblos cuya fraternidad es una exigencia derivada de su origen compartido y de su común incardinación en el ámbito cultural de la Hispanidad. Positivas porque crean solidaridades de hecho derivadas de la interdependencia económica, pero insuficientes, porque pueden generar conflictos de intereses que enrarezcan las mutuas relaciones de simpatía, y porque nuestros lazos históricos exigen una relación mucho más estrecha, no solo basada en el factor económico o material sino, sobre todo, en el patrimonio lingüístico, cultural y sobre todo, moral y religioso, que compartimos. Las estrategias para mejorar las relaciones entre estas dos naciones claves para la hispanidad, madre patria y puente entre Europa y América la una, y líder y potencia regional material y espiritual la otra, pasan precisamente porque los sectores más conscientes de su responsabilidad histórica en ambas naciones, los mexicanos en el sentido estricto que apunta Salvador Borrego (frente a los premexicanos o a los antimexicanos) y los españoles dignos herederos de sus antepasados, los caballeros de la Hispanidad a uno y otro lado del atlántico de los que hablaba Maeztu, lideren a sus respectivos pueblos en iniciativas comunes que defiendan y promuevan el respeto y el entendimiento mutuo y los valores compartidos de la Hispanidad de la que nos vanagloriamos.
CONCLUSIONES
Decía José Antonio Primo de Rivera en su ensayo “Germánicos y bereberes”:
“Un criterio superficial de la Historia tiende a considerar España como una especie de fondo o substratum permanente sobre el cual desfilan diversas invasiones, a las que nos hace asistir como solidarios con aquel elemento aborigen. Dominación fenicia, cartaginesa, romana, goda, africana… De niños hemos presenciado mentalmente todas esas dominaciones en calidad de sujetos pacientes; es decir, como miembros del pueblo invadido (…) El invasor era siempre nuestro enemigo; el invadido nuestro compatriota.
Cuando la cosa se considera más despacio, ya al apuntar la madurez, cae uno en esta perplejidad: después de todo -se pregunta- no sólo mi cultura sino aún mi sangre y mis entrañas ¿tienen más de común con el celtíbero aborigen que con el romano civilizado? Es decir, ¿no tendré un perfecto derecho, aún por fuero de la sangre, a mirar la tierra española con ojos de invasor romano; a considerar con orgullo esta tierra no como remota cuna de los míos sino como incorporada por los míos a una nueva forma de cultura y de existencia? ¿Quién me dice que, en el sitio de Numancia, haya dentro de las murallas más sangre mía, más valores de cultura míos, que en los campamentos sitiadores?
Quizá podamos entender esto señaladamente bien los que procedemos de familias que han visto nacer muchas de sus generaciones en la América hispana. Nuestros antepasados transatlánticos, como nuestros actuales parientes de allá, se sienten tan americanos como nosotros españoles; pero saben que su calidad americana les viene como descendientes de los que dieron a América su forma presente. Sienten a América como entrañablemente suya porque sus antepasados la ganaron. Aquellos antepasados procedían de otro solar, que ya es, para sus descendientes, más o menos extranjero. En cambio la tierra en que actualmente viven, siglos atrás extranjera, es ahora la suya, la definitivamente incorporada por unos remotos abuelos al destino vital de su estirpe.” [31]
Cierto indigenismo ha caído en el error pueril que señala aquí José Antonio, el de considerar al defensor aborigen como el compatriota y al invasor español como el enemigo, cuando la mayor parte de su sangre y, desde luego, de su cultura, proceden antes de España que de incas, mayas o aztecas. Pongamos a un mexicano actual como ejemplo. Sin duda, en sus venas corre sangre indígena y española, pero incluso su parte indígena es más probable que provenga de uno de los muchos pueblos oprimidos por los aztecas y aliados con Cortés, que de los propios mexicas. Incluso los pocos mexicanos que desciendan directamente del pueblo de Moctezuma hablan español, le rezan al Dios predicado por los españoles y forman parte de la cultura de la hispanidad. Para un mexicano, como para cualquier hispano-americano, rechazar a los descubridores españoles significa rechazar a sus antepasados. Rechazarse, vaya, a sí mismos.
Tampoco los mexicanos, como los demás hispanoamericanos, son, simplemente, españoles.
La colonización española, a diferencia de la anglosajona, se basó en el mestizaje (la propia Isabel la Católica ordenaba a los españoles casarse con indias), de modo que los pueblos prehispánicos sobreviven en los actuales hispanos, desde luego en América, pero incluso en Europa, que se benefició de determinados rasgos de su cultura y de sus riquezas naturales, introducidos en el viejo continente por los descubridores. Hoy no se reconocería una despensa europea sin productos como la patata, el tomate o el cacao, procedentes de América.
Este modelo de colonización (decimos colonización porque se establecieron colonos, no porque la América española fuera una colonia, porque siempre fue una parte más de España con plenitud de derechos) y de fusión cultural se contrapone a la de las otras potencias europeas que se basó en el exterminio sistemático de los indígenas. No quiere decirse con esto que la actuación española en América fuera impoluta, pero fue sustancialmente mejor que la de las demás potencias colonizadoras. En palabras de Juan Manuel de Prada:
“Yo vería muy justo y adecuado que la reina de Inglaterra o el rey de Holanda pidieran perdón por los crímenes institucionalizados que se realizaron en las colonias sojuzgadas por sus antepasados, donde los nativos por ejemplo tenían vedado el acceso a la enseñanza (en las Españas de Ultramar, por el contrario, se fundaron cientos de colegios y universidades), o donde no estaban permitidos los matrimonios mixtos (que en las Españas de Ultramar eran asiduos, como prueba la bellísima raza mestiza extendida por la América española), porque sus leyes criminales así lo establecían. Pero me resulta estrafalario que el Papa pida perdón por crímenes cometidos por españoles a título particular, y en infracción de las leyes promulgadas por nuestros reyes. Porque lo cierto es que los crímenes que se pudieran cometer en América fueron triste consecuencia de la débil naturaleza caída del hombre; pero no hubo crímenes institucionalizados, como en cambio los hubo en Estados Unidos o en las colonias inglesas u holandesas, pues las leyes dictadas por nuestros reyes no sólo no los amparaban, sino que por el contrario procuraban perseguirlos.” [32]
En definitiva, México, como el resto de Hispanoamérica, no puede negar, como dice Salvador Borrego, ni a la madre indígena ni al padre español, es de la fusión de ambos, de la fusión de sus sangres en sus venas mestizas y de la fusión de sus culturas en la Hispanidad, de donde extrae su identidad nacional y sus esperanzas de un futuro mejor, en el que superar sus retos y alcanzar el máximo de su potencial y de su desarrollo. Como afirma Maeztu:
“Un día vendrá, y acaso sea pronto, en que un indio azteca, después de haber recorrido medio mundo, se ponga a contemplar la catedral de Méjico y por primera vez se encuentre sobrecogido ante un espectáculo que le fue toda la vida familiar y que, por serlo, no le decía nada. Sentirá súbitamente que las piedras de la Hispanidad son más gloriosas que las del Imperio romano y tienen un significado más profundo, porque mientras Roma no fue más que la conquista y la calzada y el derecho, la Hispanidad, desde el principio, implicó una promesa de hermandad y de elevación para todos los hombres. Por eso se juntaron en las piedras de la Catedral de Méjico el espíritu español y el indígena y el estilo colonial fue desde los comienzos tan americano como español, y la Catedral misma se distingue por la grandeza de sus proporciones, la claridad y la serenidad, para que en ella desaparezcan, como nimias, las diferencias del color de la piel y se confundan las oraciones de blancos, indios y mestizos, en un ansia común de mejoramiento y perfección, mientras que no se alzó en Roma un sólo monumento en que los esclavos del África o del Asia pudieran sentirse iguales al senador o al magistrado.” [33]
Es en esa Hispanidad en la que los pueblos mexicano, español y de todas las demás patrias hispanoparlantes deben encontrar su clima cultural para proponerla como alternativa al predominio anglosajón. El mundo necesita de la Hispanidad y sus caballeros y damas de sus distintas patrias debemos rescatarla y ofrecérsela. En palabras de Maeztu:
“Presumo que los caballeros de la Hispanidad están surgiendo en tierras muy diversas y lejos unos de otros, lo que no les impedirá reconocerse. ¿No se conocen entre sí los místicos, los amigos del arte, los grandes aficionados al mismo deporte? ¿No hay en el lenguaje de los buenos hispanos un diapasón, a la vez religioso y patriótico, que los distingue a todos? Esperemos entonces: «Don Gil, don Juan, don Lope, don Carlos, don Rodrigo» –porque su ideal personal será el de sus países, y el de sus países el de la Hispanidad, y éste el del género humano–, que los caballeros de la Hispanidad, con la ayuda de Dios, estén llamados a moldear el destino de sus pueblos.”
BIBLIOGRAFÍA
- Ascher, Marcia y Robert , Mathematics of the Incas. Code of the Quipu, Nueva York, Dover, 1981 p. 176 (consulta general)
- Boletín del instituto Caro y Cuervo, Tomo XVII, septiembre-diciembre de 1962, Número 3 pp. 47-63
- Borrego, Salvador, Ámerica Peligra p. 571, (consultadas pp. 8-10, 38, 42-45, 48-51).
- Bou Blanc, José Manuel, Valencianía e Hispanidad, artículo publicado en elpalleter.com, octubre de 2010.
- Burkhart, Louise, The Slippery Earth: Nahua-Christian Moral Dialogue in Sixteenth-Century Mexico. (Tuscon: University of Arizona Press, 1989) p. 163 (consultadas pp. 1-45).
- Carmagnani, Marcello; Hernández, Alicia y Romano, Ruggiero (Coords.), Para una historia de América, vol. III Los nudos (2), México, FCE/COLMEX, 1999 p. 512 (consultadas pp. 412-454).
- Comellas, José Luís, El éxito del error: los viajes de Colón. Editorial Ariel. 2005 p. 325 (consulta general)
- Comellas, José Luís, Historia de España moderna y contemporánea. Rialp, 1973 p.366, (consultada p. 60).
- De la Cierva, Ricardo, Historia Total de España Editorial Fenix. Octava edición, septiembre 1999 p. 1112, (consultada p. 294).
- De Maeztu, Ramiro, Caballeros de la Hispanidad. Revista de Acción Española. Madrid, 16 de diciembre de 1933 tomo VIII, número 43
- De Maeztu, Ramiro, Defensa de la Hispanidad. 1934 Ediciones Rialp, 1998 p. 352 (consultadas pp. 104, 133)
- De Prada, Juan Manuel, Pedir perdón. Artículo publicado en XLSemanal el 26 de julio de 2015.
- Fray Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Historia General de las cosas de la Nueva España. México, Edit. Libros Más Cultura-Aldus, 2001. Vol 3, p. 495 (consultadas pp. 349-354).
- García Icazbalceta, Joaquín, Investigación histórica y documental sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe de México. Ediciones Fuente Cultural. México, 1952 p. 207 (consultadas pp. 9-70).
- Gehorsam, Jan, Hambre Divina de los Aztecas, Diario La Nación, 18-XI-86
- Harari, Yuval Noah, Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad Editorial Debate, tercera edición: octubre de 2014 p. 496 (consultadas pp. 316-320, 322-326).
- Juderías y Loyot, Julian, La leyenda negra y la verdad histórica: España en Europa, trabajo premiado por La Ilustración Española y Americana en el concurso de 1913, La Ilustración Española y Americana, Madrid, enero-febrero de 1914 p. 2271 (consulta general)
- López Ryder, Adolfo, Intercambio comercial México-España, en Comercio Exterior, 32:11, 1982, México. Capítulo 2, pp. 1-31
- Marías, Julian, Sobre el cristianismo Ed. Planeta, 2000, p. 248 (consulta general)
- Moa, Pio, Mitos de la guerra civil. Editorial: La esfera de los libros, 2004 p.600, (consultadas pp. 507-508, 510-512).
- Moa, Pio, Nueva historia de España. Editorial: La esfera de los libros, 2012 p. 904 (consulta general)
- Primo de Rivera, José Antonio, Germánicos contra bereberes, prisión de Alicante, 13 de agosto de 1936 [Versión contrastada con el texto manuscrito, recogida en Rafael Ibáñez Hernández, «La memoria escrita de José Antonio«, Aportes (Madrid) 50, p. 146-161]
- Relaciones económicas y comerciales entre España y México, en Boletín Económico ICE, núm. 821, 2005 pp. 1-10
- Rodríguez Casado, Vicente, Conversaciones de Historia de España (1963), 3 vols., Planeta, Madrid, p. 601, (consultada p.213).
- Salvat, Juan y Rosas, José Luis, Historia del arte mexicano: Arte contemporáneo, Volumen 15 de Historia del arte mexicano, SEP, 1986 p. 2201, (consultada p. 2181).
- Sánchez Andrés, Agustín Pérez Herrero, Pedro. Real Instituto El Cano Estudios Las Relaciones entre España y México p. 367, (consultadas pp. 47-105)
- Spengler, Oswald, La Decadencia De Occidente (V.1), S.L.U. Espasa Libros, 2011 p. 624, (consultada p. 349).
- Von Hagen, The Aztec: man and tribe, The New American library, New York 1962 p. 224, (consultada p. 162)
[1] Salvador Borrego: “Ámerica Peligra” (páginas 38 y 42).
[2] OSWALD SPENGLER : LA DECADENCIA DE OCCIDENTE (V.1), S.L.U. ESPASA LIBROS, 2011 (p 349)
[3] Yuval Noah Harari: «Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad» Editorial Debate, tercera edición: octubre de 2014 (páginas 322-326).
[4] Salvador Borrego: “Ámerica Peligra” (páginas 43-45).
[5] Salvador Borrego: “Ámerica Peligra” (página 45).
[6] Ricardo de la Cierva: “Historia Total de España” Editorial Fenix. Octava edición, septiembre 1999 (página 294).
[7] Yuval Noah Harari: «Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad» Editorial Debate, tercera edición: octubre de 2014 (páginas 316-320).
[8] Ramiro de Maeztu: “Defensa de la Hispanidad”. 1934 Editor digital: loto (página 22).
[9] Pio Moa: “Mitos de la guerra civil” Editorial: La esfera de los libros, 2004 (páginas 507-508).
[10] Ramiro de Maeztu: “Defensa de la Hispanidad” 1934 Editor digital: loto (página 37).
[11] Juan Manuel de Prada: “Pedir perdón”. Artículo publicado en XLSemanal el 26 de julio de 2015.
[12] Salvador Borrego: “Ámerica Peligra” (página 8).
[13] Salvador Borrego: “Ámerica Peligra” (páginas 48-49).
[14] Salvador Borrego: “América Peligra” (páginas 9-10).
[15] Boletín del instituto Caro y Cuervo, Tomo XVII, septiembre-diciembre de 1962, Número 3
[16] Juan Salvat, José Luis Rosas, Historia del arte mexicano: Arte contemporáneo, Volumen 15 de Historia del arte mexicano, SEP, 1986, pg. 2181
[17] Marcia y Robert Ascher, Mathematics of the Incas. Code of the Quipu, Nueva York, Dover, 1981.
[18] Salvador Borrego: “América peligra” (páginas 44-45)
[19] V. Von Hagen, The Aztec: man and tribe, The New American library, New York 1962, 162.
[20] Jan Gehorsam, “Hambre Divina de los Aztecas”, Diario La Nación, 18-XI-86.
[21] Bula Inter Caetera, 6 de Mayo de 1493
[22] Pio Moa: “Mitos de la guerra civil.” Editorial: La esfera de los libros, 2004 (páginas 510-511).
[23] Pio Moa: “Mitos de la guerra civil.” Editorial: La esfera de los libros, 2004 (páginas 512).
[24] Salvador Borrego: “América peligra” (páginas 50-51).
[25] Real Instituto El Cano Estudios – “Las Relaciones entre España y México” Agustín Sánchez Andrés y Pedro Pérez Herrero (páginas de las 47 a la 105).
[26] Los datos estadísticos del período 1977-1997 proceden de Pedro Pérez Herrero, “Los empresarios mexicanos en España y las nuevas relaciones económicas México-Unión Europea (1982-1997)”, en Marcello Carmagnani, Alicia Hernández y Ruggiero Romano (Coords.), Para una historia de América, vol. III: Los nudos (2), México, FCE/COLMEX, 1999, pp. 412-454.
[27] “Relaciones económicas y comerciales entre España y México”, en Boletín Económico ICE, núm. 821, 2005, pp. 225-237
[28] Adolfo López Ryder, “Intercambio comercial México-España”, en Comercio Exterior, 32:11, 1982, México, pp. 1260-1268.
[29] Real Instituto El Cano Estudios – “Las Relaciones entre España y México” Agustín Sánchez Andrés y Pedro Pérez Herrero (páginas de las 47 a la 105).
[30] En elsemanario.com. Lunes 29 de junio de 2015, por María Navarro.
[31] José Antonio Primo de Rivera, prisión de Alicante, 13 de agosto de 1936
[32] Juan Manuel de Prada: “Pedir perdón”. Artículo publicado en XLSemanal el 26 de julio de 2015.
[33] Ramiro de Maeztu: “Caballeros de la Hispanidad” Revista de Acción Española. Madrid, 16 de diciembre de 1933 tomo VIII, número 43 (páginas 692-701).