Por: Graciela Cruz Hernández
El 23 de mayo de 1779 nació en Cañada del Cura Jalisco, (hoy Cañada de los Pérez), María Rita de la Trinidad Pérez Jiménez. Mejor conocida como Rita Pérez de Moreno, hija de José María Máximo Pérez-Franco y Sáenz de Vidaurri y Rafaela Margarita Jiménez de Mendoza y de Covarrubias, una familia muy católica de hacendados, de los Altos de Jalisco.
Poco antes de cumplir 20 años, se casó con Don Pedro Moreno y González, también hijo de hacendados y dedicado al comercio. Los nuevos esposos establecieron su hogar en Lagos, Jalisco.
En el año de 1814 su esposo Don Pedro que estaba en la hacienda de la Sauceda resuelve ingresar a la guerra de Independencia, y le hace llegar un escrito a Doña Rita haciéndole saber su decisión diciéndole que: “era libre en conciencia para seguirlo o para quedarse con sus hijos en Lagos al lado de su madre”.
Doña Rita, que conocía perfectamente el ánimo resuelto de su esposo y sabiendo que no lo haría cambiar de opinión, decide que ella y sus cuatro hijos correrían la misma suerte que Don Pedro. De inmediato, viajó a donde se encontraba su marido, e inicia su participación en la guerra de Independencia.
La campaña de Pedro Moreno duró tres años y seis meses, concentrándose en las escabrosas sierras de Guanajuato y de Comanja siendo en esta última donde el patriota insurgente establece una fortaleza en el Cerro del Sombrero. Rita acompañó todo ese tiempo a su esposo compartiendo codo a codo las vicisitudes de la guerra, estando también en los lugares más peligrosos de los combates. Ahí en el Fuerte del Sombrero, doña Rita se encargó de la organización del mismo, levantando la moral de su gente, ella cocinaba y repartía la comida, y curaba a todos aquellos rebeldes que resultaran heridos en los duros combates.
Viendo que su hija Guadalupe no podía estar sujeta a tantos sufrimientos, por motivo de su pequeña edad, (poco más de dos años) Rita y su esposo decidieron ponerla bajo la custodia del padre Don Ignacio Bravo, que vivía en la Hacienda de Cañada Grande.
Desafortunadamente el sacerdote y la niña fueron hechos prisioneros por los realistas, quienes propusieron a Don Pedro un intercambio de prisioneros. El insurgente rechaza la proposición y Doña Rita sin decir nada acepta la decisión de su marido. Tampoco manifestó empeño alguno en que Don Pedro aceptara el indulto que para él, la familia y los suyos, le ofreció el Brigadier José de la Cruz, por medio del padre Vega.
Ante el rechazo, los bienes de la familia que consistían en las haciendas de La Sauceda, y Matanzas, el rancho Los Coyotes, una casa en Lagos, entre otros, fueron decomisados por el gobierno virreinal. Continuaron los combates y Doña Rita vio morir en el campo de batalla a su hijo Luis, con apenas quince años, el 10 de marzo de 1817 mientras combatía a las tropas realistas.
Unos meses después, el 19 de agosto de 1817, Rita estando embarazada fueron apresados por los realistas sus pequeños hijos: Josefa, Luisa, Severiano y Prudencia y conducidos a la cárcel de León, Guanajuato y después a Silao. Durante el cautiverio, Prudencia muere de hambre a la edad de un año un mes. Severiano, de dos años y medio, murió a causa de los maltratos y Doña Rita perdió al bebé que esperaba.
Al saber de la condición de su esposa, Don Pedro le escribe una carta en la que le dice: “un fondo de sufrimiento y de conformidad vale un mayorazgo, y es la única felicidad de que se puede disfrutar en la turbulencia época que nos ha tocado; ármate de tan fuerte escudo, y todo será para ti llevadero”.
Don Pedro continúa la lucha armada hasta el 27 de octubre de 1817, cuando es asesinado durante un ataque de los realistas al rancho de El Venadito. Doña Rita recibe la noticia de la muerte de su esposo, cuya cabeza fue colocada en un asta de madera a orillas del río Lagos.
Doña Rita estuvo en la cárcel hasta junio de 1819, cuando el virrey Juan Ruiz de Apodaca ordena su liberación. Al salir, regresa a la casa de sus padres en San Juan de los Lagos, donde se establece con carencias y penurias hasta su muerte el 27 de agosto de 1861, a los 82 años de edad.
A pesar de su invaluable contribución la Independencia de México, Doña Rita no fue reconocida hasta 1969, cuando su nombre se escribe con letras de oro en el Salón de Sesiones del Poder Legislativo del Estado de Jalisco.
Aunque vale decir que en 1955 Agustín Yáñez, gobernador de Jalisco, propuso que los restos de Doña Rita fueran trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres. Pero una investigación determinó que los restos de la heroína habían pasado a formar parte del osario común del cementerio de San Juan de los Lagos en 1927, por lo que no podría realizarse. Posteriormente pudieron rescatar sus restos y se hizo una certificación emitida por autoridades constitucionales, en la que se incluyen testimonios notariales y de personas que constatan que estuvieron en el momento de la exhumación, entre ellos el cronista de la ciudad de San Juan de los Lagos, así como personal del Instituto de Ciencias Forenses del Gobierno del Estado, quienes confirmaron que efectivamente la osamenta corresponde a la insurgente.
Finalmente, el 27 de agosto de 2010 los restos de la heroína arribaron a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres tras una ceremonia con cortejo fúnebre que inició en Palacio de Gobierno e incluyó la develación de estatua creada por el escultor Rubén Orozco Loza.
Doña Rita mujer valiente y católica que sin empuñar un arma, luchó durante la Independencia al lado de su esposo dando ejemplo en su momento a quienes la conocieron y ahora a nosotros de: valor, fidelidad, constancia, perseverancia, templanza, fortaleza y un sinnúmero de cualidades que nos hacen decir que Doña Rita Pérez de Moreno es un orgullo de nuestra Identidad Nacional Mexicana.