Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
En la primera entrega de este artículo se comentó que el historiador francés Robert Faurisson (1929-2018) murió a la edad de 89 años en Vichy, ciudad al sur de Francia.
Se conoce que Robert Faurisson fue uno de los principales exponentes de la corriente de pensamiento denominada “revisionismo histórico”.
De acuerdo con los escritos del historiador, el revisionismo histórico quedaría definido de la siguiente forma:
El revisionismo es asunto de método y no una ideología.
Preconiza, para cualquier investigación, la vuelta al punto de partida, el examen al que sigue el reexamen, la relectura y la reescritura, la evaluación a la que sigue la reevaluación, la reorientación, la revisión, la refundición; es, en su espíritu, lo contrario de la ideología. No niega, sino que apunta a afirmar con mayor exactitud. Los revisionistas no son «negadores» ni «negacionistas»; se esfuerzan por investigar y encontrar cosas ahí donde, supuestamente, ya no había nada que buscar ni nada que encontrar.
El revisionismo puede ejercerse en cien actividades de la vida cotidiana y en cien ámbitos de la investigación histórica, científica o literaria. No forzosamente pone en tela de juicio ideas ya formadas sino que a menudo lleva a matizarlas. Trata de desenmarañar lo verdadero de lo falso. La historia es, por esencia, revisionista; la ideología es su enemigo.
Dado que la ideología nunca se encuentra tan fuerte como en tiempos de guerra o de conflictos, y dado que fabrica entonces profusión de falsedades para las necesidades de su propaganda, el historiador se verá, en esa circunstancia, obligado a extremar la vigilancia: examinando con lupa lo que se le pudo asestar de « verdades », posiblemente se dé cuenta de que, ahí donde una guerra provocó decenas de millones de víctimas, la primera de las víctimas habrá sido la verdad comprobable : una verdad que se tratará de buscar y de restablecer.
La historia oficial de la Segunda Guerra Mundial contiene un poco de verdad combinada con mucha mentira.[1]
Sus principales tesis se enumeran en diversos puntos y al menos en México antes de la aparición de Internet, sus textos eran difíciles de reunir, pero cuando comenzó a popularizarse el uso de la gran “red de redes” aparecieron sus textos en inglés y algunas aventuradas traducciones al español de sus trabajos; algunos de los títulos que son fáciles de conseguir son los siguientes: “Auschwitz: Los hechos y la leyenda”; “Las cámaras de gas: la lucha del Galileo del siglo XX en pro de la verdad”; “Escritos revisionistas (1974 – 1998)” y “Las victorias del revisionismo”.
De conformidad con lo que aparece en estos textos –todos reunidos en los Anales de la Historia Revisionista, revista que se vende en Europa y en los Estados Unidos, únicamente por correspondencia, patrocinada y dirigida por Pierre Guillaume, con sede física en Los Ángeles, California, también ubicable en la red de redes–, podemos destacar los elementos del trabajo de Faurisson durante dos décadas. En principio quedarían definidas sus aseveraciones en el sentido de que “es exacto afirmar que el Nacionalsocialismo alemán así como sus principales dirigentes, buscaron desde el primer momento de la guerra, la creación de los campos de concentración para judíos y otros disidentes políticos, pero nunca el nacionalsocialismo alemán ni Adolfo Hitler buscaron el exterminio físico de los judíos de Europa”:
Es exacto que la Alemania nacionalsocialista creó campos de concentración; lo hizo después – y junto con – muchos otros países, convencidos todos de que dichos campos serían más humanos que la cárcel: Hitler veía en esos campos lo que Napoleón III había creído ver en la creación de las colonias penitenciarias: un progreso para el ser humano. Pero es falso que haya creado «campos de exterminio» (expresión forjada por los aliados).
Es exacto que los alemanes fabricaron camiones que funcionaban con gas (Gaswagen). Pero es falso que hayan fabricado camiones de gas homicidas (si uno solo de esos camiones hubiera existido, estaría expuesto en el museo del automóvil o en los museos del «Holocausto», aunque fuera bajo la forma de un bosquejo con valor científico).
Es exacto que los alemanes empleaban el Zyklon (producto a base de ácido cianhídrico utilizado desde 1922) para proteger mediante la desinsectación la salud de los civiles, de las tropas, de los prisioneros o de los internados. Pero jamás emplearon el Zyklon para matar a nadie y mucho menos a multitudes de seres humanos; a raíz de las drásticas precauciones en el manejo del gas cianhídrico, los pretendidos gaseamientos homicidas de Auschwitz o de otros campos habrían sido, además, radicalmente imposibles.
Es exacto que los alemanes contemplaban una «solución final de la cuestion judía» (Endlösung der judenfrage). Pero esa solución era territorial (territoriale Endlösung der Judenfrage), y no homicida; se trataba de instar o, caso de ser necesario, de forzar a los judíos a abandonar Alemania y su esfera de influencia en Europa para establecer, mediante un acuerdo con los sionistas, un hogar nacional judío, en Madagascar o donde fuera. Muchos sionistas colaboraron con la Alemania nacionalsocialista para que se llevara a cabo esa solución. [2]
Respecto de las acusaciones lanzadas contra la Alemania Nacionalsocialista por el asesinato de al menos seis millones de judíos, ejecutados mediante cámaras de gas, el historiador lanzó los siguientes retos para los acusadores (y a todo estudioso del tema en general):
1) Muestren ustedes un solo documento que, en su opinión, pruebe que Hitler o cualquier nacionalsocialista ha ordenado y planificado el exterminio físico de los judíos.
2) Muéstrennos ese arma de destrucción masiva que habría sido una cámara de gas; muéstrennos una sola, en Auschwitz o en otros lugares; y si por casualidad ustedes pretenden que no pueden mostrar ninguna porque los alemanes, según ustedes, habrían destruido «el arma del crimen», provéannos al menos de un dibujo técnico que represente uno de esos mataderos que, según creen ustedes, habrían sido destruidos por los alemanes y explíquennos como este arma de fantástico rendimiento ha podido funcionar bien sin entrañar la muerte de los ejecutores o de sus ayudantes;
3) Explíquennos ¿cómo han llegado ustedes a su cifra de seis millones de víctimas?[3]
Respecto de estos retos lanzados por el historiador, él mismo afirmó que “pasados sesenta años, transcurridos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial los historiadores-acusadores judíos o no judíos se han mostrado incapaces de aportar una respuesta a estas tres preguntas. Ellos acusan, pues, sin pruebas. Esto se llama calumniar”.
Siguiendo los escritos del revisionista francés, propone que en el tiempo presente ocurre algo muy grave, puesto que diversos revisionistas del mundo entero han enumerado una serie de hechos, los cuales probarían que “el exterminio físico de los judíos, así como las cámaras de gas y la cifra de seis millones de judíos muertos o ejecutados no han podido existir”.
De acuerdo con Faurisson:
1) El primero de estos hechos es que, durante toda la duración de la guerra, millones de judíos europeos han vivido o visto con conocimiento de todos que una buena aparte de ellos fueron empleados en fábricas por los alemanes que adolecían cruelmente de mano de obra, y estos millones de judíos no fueron asesinados. Más aún: los alemanes ofrecieron obstinadamente a los aliados, hasta los últimos meses del conflicto, liberar a tantos judíos como desearan con la condición expresa de que ello no fuera para enviarlos a Palestina, y esto en consideración hacia «el noble y valiente pueblo árabe» ya agobiado por los colonos judíos.
2) El segundo de estos hechos, que se nos oculta cuidadosamente, es que los excesos eventualmente cometidos contra los judíos podían entrañar las más severas sanciones; matar un solo judío o una sola judía, podía significar, incluido esto para los soldados alemanes, ser condenado a muerte por un tribunal militar y fusilado. Dicho de otro modo, los judíos que vivían bajo administración alemana, si respetaban los reglamentos en vigor, continuaban gozando de la protección de la ley penal, incluso frente a las fuerzas armadas.
3) El tercero de estos hechos es que las pretendidas cámaras de gas nazis de Auschwitz o de otro lugares, son simplemente inconcebibles por razones físicas o químicas que son evidentes: nunca, después del pretendido gastamiento con gas cianhídrico de cientos o miles de personas en un local, hubieran podido penetrar otros hombres en un verdadero baño de ese veneno para manipular y extraer allí tantos cadáveres que, impregnados de cianuro tanto por fuera como por dentro, se habrían hecho intocables. El gas cianhídrico se adhiere fuertemente en las superficies; penetra incluso el cemento y el ladrillo y es difícil de ventilar; penetra en la piel, se instala en los cuerpos, se mezcla con las secreciones humorales. En los Estados Unidos, es precisamente ese gas el que se utiliza, aun en nuestros días, en una cámara de gas para ejecutar a un condenado a muerte, pero precisamente esta cámara es de acero y cristal, provista de una maquinaria obligatoriamente muy complicada y necesita de extraordinarias precauciones de empleo; es suficiente ver una cámara de gas americana destinada a ejecutar a un solo individuo, para darse cuenta de que las pretendidas cámaras de gas de Auschwitz que supuestamente han servido para ejecutar a multitudes de individuos, día tras día, no han podido ni existir ni funcionar.[4]
Y amén de no reconocer el asesinato de millones de judíos mediante las cámaras de gas, el historiador afirmó que dichos judíos, lejos de haber desaparecido de la faz de la tierra, a partir del año de 1945, comenzaron a aparecer por toda Europa, así como otros tantos en los Estados Unidos:
Pero entonces, se nos dirá, ¿qué ha sido de todos esos judíos los cuales, según hemos concluido nosotros los revisionistas de nuestras investigaciones, no han sido jamás asesinados? La respuesta está ahí, bajo nuestros ojos y al alcance de todos: una parte de los judíos de Europa ha muerto, como decenas de millones de no-judíos, como consecuencia de la guerra, del hambre, de las epidemias y otra parte sobrevivió completamente, por millones, a la guerra. Estos últimos se han hecho abusivamente llamar «objeto de un milagro». En 1945, los judíos «supervivientes» o los «del milagro» se contaban por millones y formaron enjambres en una cincuentena de países del mundo, comenzando por Palestina. ¿Cómo una pretendida decisión de exterminio físico total de los judíos podría así engendrar millones de «milagrosos» supervivientes judíos? Millones de «milagrosos» supervivientes judíos no es un milagro; es un milagro falso, es una mentira, es un fraude.[5]
Ya sea en opúsculos, folletos, libelos, CDs integrados con antologías favorables hacia el revisionismo histórico, en todos los textos de la red de redes firmados por Robert Faurisson, constantemente aparece repetida la frase más estruendosa del historiador francés que es el principal motivo de todas las enconadas polémicas contra su obra.
Por mi parte, desde 1980, he resumido en una frase de sesenta palabras francesas las conclusiones de las investigaciones revisionistas:
Las pretendidas cámaras de gas hitlerianas y el pretendido genocidio de los judíos forman una sola y misma mentira histórica que ha permitido una gigantesca estafa político-financiera cuyos principales beneficiarios son el estado de Israel y el sionismo internacional y cuyas principales víctimas son el pueblo alemán -pero no sus dirigentes- y todo el pueblo palestino.
Hoy, en el 2006, o sea veintiséis años más tarde, mantengo esta frase en su integridad. Lo cual no me ha sido inspirado por ninguna simpatía o antipatía política o religiosa. Esto encuentra su fundamento en hechos probados que habían comenzado a hacer salir a la luz, por una parte, Maurice Bardèche, en 1948 y en 1950, con sus dos libros sobre el proceso de Nuremberg y, por otra parte, Paul Rassinier, en 1950, publicando La Mentira de Ulises. A partir de 1951, año tras año, nuestros adversarios, tan ricos, tan poderosos, tan encarnizados en practicar todas las formas posibles de represión contra el revisionismo, se han visto constreñidos a darnos progresivamente la razón sobre los planos técnico, científico e histórico. Las victorias obtenidas por el revisionismo de la Segunda Guerra Mundial son numerosas y significativas. Pero, hay que reconocerlo desgraciadamente, permanecen aun en nuestros días casi desconocidas para el gran público. Los poderosos han hecho todo para ocultarlas al mundo. Esto se comprende: su dominio y su reparto del mundo están de alguna manera fundados sobre la religión del pretendido «Holocausto» de los judíos. Poner en cuestión el «Holocausto», desvelar públicamente la extraordinaria impostura, arrancar su máscara a los políticos, a los periodistas, a los historiadores, a los universitarios, a los hombres de iglesias, de clanes, de capillas que, durante más de sesenta años han predicado la falsificación enarbolando el anatema contra los impíos, constituye una peligrosa aventura. Pero como se va a ver, a pesar de la represión, el tiempo parece acabar por jugar a favor de los revisionistas.[6]
Faurisson encontró serios impedimentos en su carrera académica por la defensa de sus tesis, que según han escrito diversos investigadores “pueden ser acertadas o no, pero que desde luego, no están expuestas ni documentadas a la ligera”,[7] hasta el punto de que personalidades que no las compartían, tuvieron que intervenir a favor de que le fuese respetado el derecho a sostenerlas; entre estos apoyos destacan los de Noam Chomski y Cohn-Bendit, este último también ha afrontado procedimientos penales en su contra, lo mismo que Pierre Guillaume, director de Anales de la Historia Revisionista. El resultado de todo ello, junto a varios procesos, es la prohibición de que la revista Anales de la Historia Revisionista sea exhibida públicamente y el hecho de que no pueda ser vendida sino por correspondencia. Además del hecho de que, a raíz de la experiencia surgida por las publicaciones polémicas de esta revista, se propuso en Europa, para empezar, en la Cámara Legislativa Francesa, la declaración formal del delito de poner en duda la existencia de las cámaras de gas homicidas nazis y del holocausto judío. Situación que fue siendo copiada en varios países europeos hasta el punto de conseguir que buena parte de los países que integran la Comunidad europea, tengan en sus legislaciones, apartados especializados en el tema del cuestionamiento o puesta en duda de la existencia de las cámaras de gas. Sobre el particular, el historiador Robert Faurisson escribió en buena parte de sus trabajos, textos enteros para detallar cómo estas legislaciones se han utilizado para perseguir por vías judiciales o bien linchar “mediáticamente” a muchos simpatizantes del revisionismo histórico.
Sobre este mismo tema, Humberto Eco escribió los siguientes datos:
Pierre Guillaume aclara: “La puesta en cuestión de la existencia de las cámaras de gas no implica en modo alguno que se renuncie a la crítica radical de las tesis nazis y a la condena del sistema concentracionario y las medidas antisemitas”. En cualquier caso, lo discuta un nazi o un izquierdista ¿por qué han de ser las cámaras de gas un dogma de fe? Que existieran o no será una cuestión de hecho a debatir científicamente, no algo que ha de ser creído bajo pena de excomunión. Y no es válido el argumento de que tal cuestionamiento favorece a los neonazis, porque del mismo modo pueden decir –y dicen Faurisson y Guillaume– que el dogma de las cámaras de gas o la doctrina oficial del holocausto son legitimaciones míticas de la persecución del pueblo palestino por parte del estado de Israel y el sionismo internacional. Por muy antipáticos que puedan sernos ciertos planteamientos históricos (pero que no exhortan directamente ni al racismo ni al enfrentamiento violento entre comunidades) y por grandes que sean las reservas que nos susciten las creencias democráticas de quienes los mantienen, no cabe duda de que aplicarles procedimientos inquisitoriales es una ofensa patente a la libertad de expresión y de investigación.[8]
Resulta oportuno referir que la empresa revisionista seguramente habría pasado inadvertida en el mundo de no haber contado con las figuras de David Irving y Robert Faurisson.
Para quienes hoy día se proclaman “revisionistas históricos”, la obra de estos dos autores ocupa lugares de privilegio; en general se les menciona como autores insignia.
Paradójicamente, el bloqueo realizado contra la obra de estos autores y la de los otros revisionistas históricos “negacionistas” ya citados les ha permitido tener un espacio, un público y unos seguidores propios: han conquistado un nicho de mercado y se han equipado para defenderlo y reproducirlo utilizando sin prejuicio alguno las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs).
Convertido en un paria de la comunidad científica francesa, Faurisson fue tratado, sin embargo, como un héroe en Irán, cuyo presidente Mahmud Ahmadineyad, le condecoró en 2012 por su “valentía, resistencia y combatividad”.[9]
Tras su muerte, el historiador del libro: La deportación, Serge Klarsfeld ironizó al asegurar que Faurisson rindió, “involuntariamente”, un gran servicio a la Shoah, al convertirla en “uno de los eventos mejor conocidos del mundo”. Y agregó que: “los negacionistas han hecho comprender al mundo judío y científico que es necesario un gran trabajo universitario en el mundo occidental para poder escribir cada página de la Shoah de forma muy precisa”.
La ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, señaló a través de Twitter que con el fallecimiento de Faurisson es hora de “enterrar de una vez por todas el negacionismo odioso, sin flores ni coronas”.[10]
Sin embargo, ¿quién podría afirmar que en este caso, como en mil otros ejemplos históricos, no será la obra la que corone a su póstumo autor con la inmortalidad?
BIBLIOGRAFÍA
Jasso Espinosa, Miguel Ángel: Salvador Borrego E. (un escritor conservador en el siglo XX), México, tesis de doctorado en Ciencias Políticas y Sociales, UNAM – FCPyS, 2013.
Poggio, Pier Paolo: Nazismo y revisionismo histórico, Madrid, ediciones Akal, 2006.
Rassinier, Paul: La mentira de Ulises, Barcelona, editorial Acervo, 1961.
HEMEROGRAFÍA
Eco, Humberto: “Revisión del revisionismo”, en Revista Semanal de La Jornada, México 24 de septiembre de 1989, páginas 42 y 43.
Irving, David: La guerra de Hitler, Madrid, editorial Planeta, 1989.
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
https://www.vho.org/aaargh/espa/fauris/RFMugarza.html
https://www.vho.org/aaargh/espa/fauris/RF950111esp.html
https://www.aaargh.codoh.info/fran/livres8/RFintroescritos.pdf
https://radioislam.org/faurisson/spanish/las-victorias.htm
[1] Faurisson, Robert: “Escritos revisionistas”, Véase en la siguiente dirección electrónica: https://www.aaargh.codoh.info/fran/livres8/RFintroescritos.pdf
[2] Faurisson, Robert: “Escritos revisionistas”, Véase en la siguiente dirección electrónica: https://www.aaargh.codoh.info/fran/livres8/RFintroescritos.pdf
[3] Faurisson, Robert: “Las victorias del revisionismo”, Véase en la siguiente dirección electrónica: https://radioislam.org/faurisson/spanish/las-victorias.htm
[4] https://www.vho.org/aaargh/espa/fauris/RFMugarza.html
[5] https://www.vho.org/aaargh/espa/fauris/RFMugarza.html
[6] Faurisson, Robert: “Las victorias del revisionismo”, Véase en la siguiente dirección electrónica: https://radioislam.org/faurisson/spanish/las-victorias.htm
[7] Eco, Humberto: “Revisión del revisionismo”, en Revista Semanal de La Jornada, México 24 de septiembre de 1989, páginas 42 y 43.
[8] Eco, Humberto: “Revisión del revisionismo”, op. cit. p. 43.