POR: GONZALO DE SANDOVAL Y CÁCERES
¿Sabía usted que la Revolución Mexicana fue un movimiento social apoyado desde un principio por los Estados Unidos, a fin de acrecentar el control político, económico y social sobre nuestro país?
La Revolución Mexicana, considerada la primera revolución social del Siglo XX, ha sido vista por la mayoría de los historiadores como la reacción de una clase política cansada de la prolongada estadía en el poder de Porfirio Díaz, así como de la reacción popular ante los efectos económicos y sociales que trajo consigo su gobierno, entre los cuales destaca la pobreza en el campo y los abusos de los terratenientes y hacendados, las malas condiciones de trabajo y los bajos salarios de los obreros, la desigualdad social, etc.
Sin embargo, se olvida de un aspecto fundamental que lleva consigo toda revolución y que se resume en lo siguiente: “no puede hacerse una revolución sin armas” y “quien provee las armas para una revolución es quien está detrás de los intereses que fomentan esa revolución”, por lo tanto, si no existe el apoyo económico y militar para comprar armamento ninguna revolución puede producirse.
En el caso de la Revolución Mexicana, quien financió el abastecimiento de armas a las distintas facciones revolucionarias que se disputaron el poder fueron los Estados Unidos de América, sin cuyo apoyo no hubiera sido posible ninguna rebelión por parte de los revolucionarios mexicanos.
Pero, ¿cómo se explica que los Estados Unidos estuvieran interesados en provocar una revuelta social en nuestro país?
Resulta que 31 años en el poder (De 1877 a 1880 y de 1884 a 1911) produjeron en Porfirio Díaz la confianza para aplicar una política interna y externa independiente que se fue alejando cada vez más de los intereses estadounidenses, lo cual provocó que la plutocracia norteamericana presionara al presidente norteamericano William Howard Taft para que llevara a cabo un cambio de régimen en México que se plegara a los intereses norteamericanos. El detonante de esta situación se derivó de la entrevista efectuada el 16 de octubre de 1909 en El Paso, Texas, entre el presidente Díaz y el presidente Taft, la cual ha sido considerada como el rompimiento del gobierno norteamericano con el gobierno de Díaz.
Trascendió que en dicha entrevista Taft le restregó a Díaz la ayuda yanqui proporcionada a México en el gobierno juarista, así como las inversiones en ferrocarriles, la venta de material para telégrafos, la venta de armas para el ejército, etc. Al respecto, es importante señalar que en la obra de Armando de María y Campos denominada “Historia menuda. La Verdad Sobre la Entrevista Díaz-Taft” se señala que Taft se quejó ante Díaz en los siguientes términos:
“…los Estados Unidos han sido siempre pospuestos en los negocios de México, y así vemos que las más grandes empresas están en manos de los Signoret, de los Tron, de los Aymes, de los Pugibet, de los Veyan y otros.
Las haciendas son de españoles. La Compañía de petróleo el Águila, sólo tiene de mexicana el nombre; son fuertes intereses de Inglaterra los que la han formado. La Casa Pearson ha sido una enemiga declarada de nosotros. Y como si no fuera bastante, con la ayuda de esa casa se ha terminado el ferrocarril de Tehuantepec, con alcances que no podemos prever. Este es un ataque directo al proyecto del Canal de Panamá”.
Asimismo, circuló la versión de que el presidente Taft le expresó a Díaz el temor norteamericano de que Inglaterra se expandiera desde Belice hacia Yucatán y Campeche y por el este rumbo a Centroamérica; asimismo que Alemania extendiera su influencia sobre Brasil, Chile y Venezuela y que Japón ejerciera su dominio sobre Hawaii y la península de Baja California en nuestro país. Por ende, era necesario que el gobierno porfirista mostrara su voluntad de cooperar con los Estados Unidos a fin de que México permitiera el control de Centroamérica y otorgara una concesión para que tropas norteamericanas se establecieran en el Istmo de Tehuantepec.
Se menciona que Díaz se negó a cooperar con Taft y esto ocasionó que la entrevista finalizara sin acuerdos.
A partir de este acontecimiento Díaz dejó de ser útil al gobierno yanqui y éste buscaría la oportunidad para promover un nuevo régimen que aceptara y apoyara los intereses estadounidenses en nuestro país, para lo cual se mostró partidario, en un principio, del movimiento revolucionario de Francisco I. Madero.
La lucha encabezada por Francisco I. Madero en contra de la dictadura porfirista rindió sus frutos al lograr que el general Díaz, ya sin el apoyo del gobierno estadounidense, dejara el poder y se exiliara el 31 de mayo de 1911 hacia Europa, iniciándose una nueva etapa en la vida política de México al haber llegado Madero a la presidencia de México el 6 de noviembre de 1911.
Sin embargo, el gobierno de Madero fue hostigado y atacado desde su inicio por el gobierno norteamericano, al no ceñirse éste a las directrices estadounidenses.
Es así que el entonces embajador yanqui en nuestro país, Henry Lane Wilson, había exigido a Madero disolver las grandes haciendas agrícolas mexicanas a fin de implementar el sistema ejidal en México, a lo que se oponía Madero, quien creía firmemente en la pequeña propiedad agrícola y no en el control político del campesino mexicano que se quería establecer a través del ejido. Se cuenta que ante la férrea oposición mostrada por Madero ante Lane Wilson éste quiso levantarle la voz a lo que Madero se opuso enérgicamente.
Con la introducción del sistema ejidal se pretendía disolver la fuerza nacionalista e independiente que representa el sector agrícola cuando es dueño de su tierra, sustituyéndolo por un sistema de tenencia de la tierra donde el propietario pasa a ser el Estado mexicano, quien, de esta manera, controlaría políticamente al campesino, dejándolo a expensas de la voluntad gubernamental y asegurando a los Estados Unidos que, al no contar con el apoyo del campesinado mexicano, ninguna oposición tendría la fuerza suficiente para desafiar los intereses norteamericanos en nuestro país.
Posteriormente, el presidente norteamericano Woodrow Wilson, sucesor de Taft, alentó a los enemigos de Madero, mediante el embajador Wilson, a que rechazaran su gobierno (los políticos y militares del viejo régimen porfirista, periodistas y desplazados por el gobierno maderista) hasta que el 22 de febrero de 1913 lograron que, mediante un cuartelazo dirigido por Victoriano Huerta, Madero cayera asesinado junto con el vicepresidente Pino Suárez.
El poder entonces recayó en Huerta, soldado rudo, ambicioso y de carácter fuerte, quien tampoco se plegó a las órdenes del embajador Wilson, lo cual provocó que los Estados Unidos apoyaran, mediante el suministro de armas, a caudillos rebeldes que estuvieran en contra de Huerta y que quisieran derrocarlo (Obregón, Carranza, Villa y Zapata).
Ante la presión ejercida por Obregón en el noroeste del país, en el centro por Villa, en el este por Carranza y en el sur por Zapata, aunado al desembarco de tropas norteamericanas en Veracruz, el gobierno de Huerta renuncia ante el Congreso el 15 de julio de 1914.
Posteriormente, sólo Carranza iba a recibir el beneplácito del gobierno estadounidense. José Vasconcelos lo narra de esta forma en su libro “Bolivarismo y Monroismo”:
“Los tres bandos mandaron delegados a los Estados Unidos. Los tres prometían respetar los derechos de los norteamericanos, renovar la amistad más fecunda. Los tres necesitaban tolerancia de las autoridades yanquis de la frontera, a efecto de pertrecharse en el mercado de armas de los Estados Unidos.
. . . Pero empezaron en Washington las conferencias secretas, los arreglos, las versiones. Y un buen día se supo que los abogados de Carranza, una firma cuyos servicios costaron a la nación cientos de miles de dólares, habían obtenido la preferencia del presidente Wilson. En adelante sólo Carranza podría importar municiones de guerra. A Francisco Villa se le cerrarían los puertos. A Zapata, en realidad, no se le tomaba en cuenta, dado su carácter de héroe local… Todo el mundo comprendió que el reconocimiento de Carranza como gobierno, significaba el triunfo del carrancismo”.
La Revolución Mexicana fue mexicana en su anhelo de justicia social y democracia, en la sangre que derramaron un millón de mexicanos que soñaban con un mejor país, dejó de serlo al momento en que el imperio del norte intervino para asegurarse el botín y seguir controlando nuestro destino, como hasta ahora lo ha hecho.