POR: GONZALO DE SANDOVAL Y CÁCERES
¿Sabía usted que la teoría de la generación espontánea trata de explicar el origen de la vida a través del “Azar”, donde supuestas combinaciones físico-químicas producen por sí solas las células más simples, los órganos y los seres más complejos, en una especie de omnipotencia ciega donde la naturaleza dirige matemáticamente los procesos de creación de la vida en nuestro planeta, prescindiendo de un ser superior?
¿Cuántas veces hemos escuchado decir a los ateos que no pueden creer en la existencia de un Dios creador de todas las cosas y de una inteligencia ordenadora de los procesos que rigen la vida?, muchísimas; según ellos, la madre naturaleza, en concordancia con esta teoría, posee la capacidad para crear la vida en el planeta, desde la célula más insignificante, hasta la existencia misma del hombre, pasando por el universo con sus millones de estrellas y galaxias.
Sin embargo, esta teoría no se ha podido sostener científicamente.
Investigaciones aplicadas al “Azar” como causa del origen de la vida, han demostrado lo inviable de esta teoría.
Al respecto, es importante destacar los siguientes razonamientos hechos por científicos:
-
La célula es el organismo más sencillo y presenta los procesos de alimentación, respiración, desasimilación y circulación. Está conformado de membrana, protoplasma y núcleo.
-
El protoplasma maneja proteínas y la fórmula de éstas es de 500 átomos de carbono, 403 de oxígeno, 67 de ázoe, 81 de hidrógeno y 3 de azufre; no obstante, es importante mencionar que estos átomos no están desordenados, ya que estos guardan un orden preciso de posición y distancia entre sí.
-
Ateniéndonos a la Ley de Probabilidades, si la proteína se llegara a formar por “Azar” requeriría de una sucesión de cien mil millones de intentos por segundo durante trillones de siglos.
-
Si pasamos de la proteína a la célula, se necesitarían tal número de intentos que no alcanzaría toda la vida del sistema solar para dar por “Azar” con esa inicial e ínfima forma de vida.
-
Los científicos Lecomte du Nouy y Guye hicieron estudios del ala de un mosquito llamado “efímera” y calcularon que si se tomaban las moléculas de su ala y se combinaban al “Azar”, en intentos de cientos de veces por segundo, se agotarían miles de millones de veces la duración del Sistema Solar, antes de localizar, por “Azar”, la única probabilidad de acertar.
-
Deducen que si la Naturaleza obro por “Azar” tendría que haber hecho decillones de ensayos, donde los errores no cabrían en la tierra, ni bastaría el tiempo que la tierra tiene de existir, para producir por “Azar”, por única vez, una proteína, una célula o un órgano más complejo.
-
Que decir del hombre, constituido por mil billones de células altamente especializadas desarrollando complicadas funciones que escapan a toda posibilidad de producirse por “Azar”.
-
Lecomte du Nouy admitió que “aún los más duros materialistas han tenido que reconocer la presencia de algún factor desconocido”.
Es evidente que por muy pequeña e insignificante que parezca una forma de vida, ésta no puede prescindir de una inteligencia que la dirija. Lo que se produce por casualidad no puede repetirse a voluntad todas las veces que se quiera; en cambio, lo que es fruto de la inteligencia si es posible repetirlo a voluntad.
Por ello, la creación tuvo que tener un principio y un creador, cuyas leyes rigen el universo.
Al respecto, cabe mencionar que la explicación más aceptada sobre el origen del universo es la teoría del BIG-BANG, que lo explica a partir de una gran explosión producida hace 15,000 millones de años.
La revista Mundo Científico en su número 34, de marzo de 1984, señala lo siguiente respecto a la teoría del BIG-BANG:
“La teoría de que el Universo nació en una gigantesca explosión o Big-Bang, ya no es una simple hipótesis académica, cada vez se hace más difícil prescindir de ella si se quiere dar cuenta de las propiedades fundamentales del Universo como hoy se observa. El extraordinario éxito de la teoría del Big-Bang está relacionado con su poder de predicción y con las brillantes confirmaciones que las observaciones han aportado a sus predicciones. La teoría del Big-Bang ha adquirido categoría de Ciencia”.
En este sentido, cabe mencionar que los radioastrónomos Arno Penzias y Robert Wilson, especialistas en microondas, obtuvieron el Premio Nobel de Física en 1978 por haber recogido por primera vez en la historia el eco que quedó, originado por la gigantesca explosión que se produjo al comienzo de la creación del cosmos, hecho que fue calificado por el catedrático de Física Teórica de la Universidad Complutense de Madrid, Alberto Galindo, como “uno de los más importantes de la astrofísica del siglo XX”.
Esta teoría ha sido defendida por los astrofísicos más acreditados, entre los cuales destacan Allan Rex Sandage del Observatorio del Monte Palomar en California Estados Unidos, especialista en quasars y radio galaxias, fallecido en 2010 y Arthur Dodd Code, astrónomo estadounidense que diseñó observatorios en órbita, fue director del proyecto OAO-II de la NASA y falleció en marzo del año 2009.
Asimismo, los grandes pensadores del siglo XX han sido creyentes y no dudan que en la creación del cosmos y la vida haya intervenido la inteligencia y la voluntad de un ser supremo llamado “Dios”. Tal es el caso de Werner Heisemberg, considerado el físico más grande de todos los tiempos, premio nobel por sus investigaciones sobre Física Nuclear, quien en una entrevista realizada en Madrid en 1969 declaro que “Lo que sí creo es en Dios y que de Él viene todo. Las partículas atómicas tienen un orden y una armonía, que tienen que haber sido impuestas por alguien”; otro es el de Werner Von Braun, padre de la astronáutica y cerebro de los vuelos espaciales que permitieron al hombre pisar la superficie de la Luna, quien decía que “El hombre tiene necesidad de fe como tiene necesidad de paz, de agua y de aire… Tenemos necesidad de creer en Dios”; o el de Albert Einstein, autor de la teoría de la relatividad y uno de los mayores físicos y matemáticos que han existido, afirmaba que “el hombre de ciencia tiene que ser profundamente religioso”; o el Dr. Gregorio Marañón, quien en el prólogo del libro “Las ideas biológicas del P. Feijóo” nos señala que “Es evidente que la Ciencia, ha pesar de sus progresos increíbles, no puede ni podrá nunca, explicárnoslo todo. Cada vez ganara nuevas zonas a lo que hoy nos parece inexplicable; pero la raya fronteriza del saber, por muy lejos que se la lleve, tendrá siempre delante un infinito mundo misterioso, a cuya puerta llamará angustiosamente nuestro “por qué” sin que nos den otra respuesta que una palabra: Dios”.
Como se puede apreciar, no hay contradicción entre Fe y Ciencia, siempre y cuando esta última no se preste a ideologías o dogmas que promuevan el materialismo y el ateísmo que son difundidos en la educación, desde la que se imparte en la primaria hasta la educación superior.
Oponer leyes de causalidad a las evidencias de un ser supremo creador del Universo, conformado por una organización tan compleja en sus elementos, es una necedad.
La Ciencia aporta miles de indicios que llevan al hombre a explicar el universo y la vida a través de la acción de un creador.
Quienes rechazan la fe tienden a buscar más y más pretextos y explicaciones que obstaculizan su aceptación de Dios. Admiten un ateísmo ciego que le atribuye facultades creadoras a la naturaleza, cayendo en un panteísmo religioso en el que confunden al creador con la creación. Por ello, en el fondo son profundamente religiosos, sólo que su Dios es la naturaleza, a la que le atribuyen poderes divinos. Son incapaces de aceptar que un ser supremo está presente en cada uno de los procesos que dan origen a la vida y a la existencia misma del universo.
Para dejar el ateísmo quizá se requiera un poco de humildad, tan necesaria en nuestros días.