POR: GONZALO DE SANDOVAL Y CÁCERES
¿Sabía usted que la televisión y los demás medios audiovisuales (teléfono móvil, Internet, videojuegos) están generando un nuevo ser humano robotizado y manipulable, incapaz de razonar y criticar lo que se le presenta mediante imágenes?
En este artículo nos referiremos principalmente a la televisión como el medio masivo de comunicación por excelencia, cuyas imágenes ejercen su influencia a nivel mundial en miles de millones de tele espectadores.
Es innegable que la televisión, a partir de su introducción en la década de los cincuenta del siglo XX, ha ido sustituyendo paulatinamente, mediante imágenes, a la lectura y al saber transmitido por la cultura escrita, lo cual lleva al espectador a ver imágenes sin entendimiento, acabando, de esta manera, con el pensamiento abstracto y con ideas claras y diferentes a las que se nos presentan en el televisor. Asimismo, no puede objetarse que este medio masivo de comunicación se ha convertido en un instrumento de poder que manipula a la opinión pública en favor de grupos políticos y económicos que la utilizan para conseguir sus fines.
En la actualidad, es una realidad que los niños y adultos se la pasan cada vez más horas frente a la T.V., mientras que el tiempo que le dedican a la lectura disminuye.
Al respecto, cabe señalar que estudios recientes señalan que en España un adulto de cada dos no lee ni siquiera un libro al año, mientras que en los Estados Unidos, durante la última década, los diarios han perdido una cuarta parte de sus lectores, en tanto que el tiempo que le dedican a ver televisión ha crecido, llegando a un promedio de 6 a 7 horas diarias.
En el caso de México, estudios del INEGI realizados en noviembre de este año, revelan que los mexicanos leen en promedio 3.4 libros al año, una cantidad que ha ido decreciendo, reflejo de una tendencia que señala que en los últimos cinco años el fomento y cultura de la lectura en nuestro país ha disminuido.
Asimismo, de acuerdo con un estudio Cualitativo de Radio y Televisión en Audiencias Infantiles realizado por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), los niños en México pasan 53.9 por ciento más tiempo viendo la televisión, que el que permanecen en las escuelas públicas y privadas.
Dicho estudio reveló que los niños pasan anualmente, en forma acumulada, mil 636 horas (unas 4 horas y media por día), 53.9 por ciento más tiempo que las mil 62 horas (5.4 horas en 195 días del ciclo escolar) que en promedio pasan en las escuelas al año.
Por tanto, respecto a la cada vez mayor influencia televisiva en la vida de millones de niños y adultos en el mundo, cabría hacerse las siguientes preguntas: ¿cómo se explica este cambio en el que la imagen televisiva ha ido sustituyendo a la cultura escrita?; ¿cómo ha sido el proceso que ha convertido a los niños en vídeo-niños, adictos de por vida a la televisión, al internet y a los video juegos, y cuáles son las consecuencias que se derivan de ello?; y, por último, ¿cómo se puede manipular a la opinión pública mediante las imágenes televisivas?
Para entenderlo, me remito al libro “Homo Videns. La sociedad teledirigida”, escrito por Giovanni Sartori (1924-2017), considerado uno de los más importantes politólogos y pensadores de los últimos tiempos, quien nos dice lo siguiente respecto al origen de la nueva subcultura de la imagen, sustituta del lenguaje escrito:
“Homo Sapiens: de este modo clasificaba Línneo a la especie humana en su Sistema de Naturaleza, de 1758.
Fisiológicamente, el homo sapiens no posee nada que lo haga único entre los primates (el género al que pertenece la especie de la raza humana). Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica…
“Así pues, la expresión animal synbolicum comprende todas las formas de la vida cultural del hombre. Y la capacidad simbólica de los seres humanos se despliega en el lenguaje, en la posibilidad de comunicar mediante una articulación de sonidos y signos “significantes”, provistos de significado… Pues el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es “lenguaje-palabra”, el idioma de nuestra habla.
“El hombre reflexiona sobre lo que dice, Y no sólo el comunicar, sino también el pensar y el conocer que caracterizan al hombre como animal simbólico se construyen en lenguaje y con el lenguaje. El lenguaje no es sólo un instrumento del comunicar sino también del pensar. Y el pensar no necesita del ver”.
“Las civilizaciones se desarrollan con la escritura, y es el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita la que desarrolla una civilización”.
Y continúa diciéndonos que “…hasta la invención de la imprenta, la cultura de toda sociedad se fundamenta principalmente en la transmisión oral. Hasta que los textos escritos son reproducidos a mano por amanuenses, no se podrá hablar aún del “hombre que lee”. Leer, y tener algo que leer, fue hasta finales del siglo XV un privilegio de poquísimos doctos.
El homo sapiens que multiplica el propio saber es, pues, el llamado hombre de Gutenberg… Así pues, es con Gutenberg con quien la transmisión escrita de la cultura se convierte en algo potencialmente accesible a todos.
El progreso de la reproducción impresa fue lento pero constante, y culmina -entre los siglos XVIII y XIX– con la llegada del periódico que se imprime todos los días, el “diario”. Al mismo tiempo, desde mediados del XIX en adelante comienza un nuevo y diferente ciclo de avances tecnológicos. En primer lugar, la invención del telégrafo, después la del teléfono (de Alexander Graham Bell). Con estos dos inventos desaparecía la distancia y empezaba la era de las comunicaciones inmediatas. La radio, que también eliminaba distancias, añade un nuevo elemento: una voz fácil de difundir en todas las casas. La radio es el primer gran difusor de comunicaciones; pero un difusor que no menoscaba la naturaleza simbólica del hombre. Ya que, como la radio “habla”, difunde siempre cosas dichas con palabras. De modo que libros, periódicos, teléfono, radio son todos ellos -en concordancia- elementos portadores de comunicación lingüística.
La ruptura se produce… con la llegada del televisor y el televidente [aquí el autor utiliza el término “televisión” y “televisor” indistintamente, a fin de señalar que la relación entre el televisor-máquina y el televidente es estrechísima].
La televisión, -como su propio nombre lo indica- es “ver desde lejos” (tele), es decir, llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. Y en la televisión, el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico. Para él las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas dichas con palabras.
“…Podemos deducir que la televisión está produciendo una permutación, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza misma del homo sapiens. La televisión no es sólo instrumento de comunicación; es también, a la vez, paideía [aquí el autor se refiere a esta palabra, de origen griego, como el proceso de formación del adolescente (país, paidos), señalando que Werner Jaeger extiende este significado a toda la formación del hombre], un instrumento “antropogenético”, un medium que genera un nuevo ánthropos, un nuevo tipo de ser humano”.
En relación a los niños, su vínculo con la televisión y los efectos que les producen, Sartori nos comenta que “Por encima de todo, la verdad es que la televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y el niño es un animal simbólico que recibe su imprint, su impronta educacional, en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver. . . El problema es que el niño es una esponja que registra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve (ya que no posee aún capacidad de discriminación), Por el contrario, desde el otro punto de vista, el niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser “reblandecido por la televisión”, adicto de por vida a los videojuegos”.
Y agrega que “¿Este niño se convierte algún día en adulto? Naturalmente que sí, a la fuerza. Pero se trata siempre de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita. Los estímulos ante los cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales. Por tanto, el vídeo-niño no crece mucho más.
A los treinta años es un adulto empobrecido, educado por el mensaje: … es, pues, un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural”.
Por último, en relación a la manipulación de imágenes y la parcialidad con que son tratadas en la televisión Giovanni Sartori nos comenta que “La televisión llega siempre con rapidez al lugar donde hay agitación, alguien protesta, se manifiesta, ocupa edificios, bloquea calles y ferrocarriles y, en suma, ataca algo o a alguien”.
“El aspecto más grave de esta preferencia espectacular por el ataque es que viola, en sus más hondas raíces, el principio de toda convivencia cívica: el principio de “oír a la otra parte”. Si se acusa a alguien se debe oír al acusado. Si se bloquean calles y trenes, se debería oír y mostrar a los damnificados, a los inocentes viajeros; pero casi nunca sucede así. Por lo general, la televisión lleva a las pantallas sólo a quien ataca, al que se agita, de tal modo que la protesta se convierte en un protagonista desproporcionado que siempre actúa sinceramente (incluso cuando se ha equivocado de parte a parte). Atribuir voces a las reclamaciones, a las quejas y a las denuncias está bien. Pero para servir de verdad a una buena causa, y hacer el bien, es necesario que la protesta sea tratada con imparcialidad. Donde hay una acusación, tiene que haber también una defensa. Si se muestran imágenes de la persona que ataca, se deben retransmitir también imágenes de la persona atacada”.
“De este modo, la pantalla se llena de manifestaciones, pancartas, personas que gritan y lanzan piedras e incluso cócteles Molotov y tienen siempre razón en las imágenes que vemos [como es el caso en México de las recientes manifestaciones feministas que causan destrozos a comercios, edificios y monumentos, agrediendo además a periodistas y policías], porque a su voz no se contrapone ninguna otra voz”.
Y nos pone como ejemplo de manipulación de la información que vemos en la televisión el siguiente: “En general, y genéricamente, la visión en la pantalla es siempre un poco falsa, en el sentido de que descontextualiza, pues se basa en primeros planos fuera de contexto. Quien recuerda… en televisión, la guerra de Vietnam, recordará la imagen de un coronel survietnamita disparando a la sien de un prisionero del Vietcong. El mundo civil se quedó horrorizado. Sin embargo, esa imagen no mostraba a todos los muertos que había alrededor, que eran cuerpos horrendamente mutilados, no sólo de soldados americanos, sino también de mujeres y niños. Por consiguiente, la imagen de la ejecución por un disparo en la sien era verdadera, pero el mensaje que contenía era engañoso”.
Dada la tendencia en el incremento del número de televidentes y usuarios de otras tecnologías audiovisuales (teléfono móvil, Internet, videojuegos) es impostergable una concientización sobre los peligros que representa la degradación cultural y la manipulación que ejercen a través de la imagen. De la misma manera, es de vital importancia, para la sobrevivencia de una civilización libre y democrática, empezar a formar entre los jóvenes y adultos un sentido crítico sobre los peligros que se derivan del uso y abuso de la televisión y los demás medios audiovisuales, buscando, simultáneamente, dedicar unas horas cada día a otras actividades culturales tales como la lectura, música, pintura, etc., y estrechar las relaciones sociales y familiares, lo cual redundará en la elevación del nivel cultural de la población y en el combate al control que ejerce el Estado a través de la imagen televisiva.