Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
El centenario escritor mexicano Salvador Borrego Escalante (1915 -2018) –autor favorito de la vieja derecha mexicana, célebre por sus libros Derrota Mundial y América Peligra– murió este 8 de enero en su domicilio después de confesarse ante un sacerdote que lo atendió antes de su último suspiro.
Al morir Salvador Borrego a sus 102 años y ocho meses, con él se cerró toda una época del denominado revisionismo histórico, concretamente el de habla hispana.
La vida y obra de Salvador Borrego Escalante (Ciudad de México, 1915-2018) no me son desconocidas, desde hace dos décadas leí sus libros y lo he investigado. Justo es decir que el autor me recibió en su casa infinidad de ocasiones para charlar sobre su obra. Consecuencia de esa labor fue el libro denominado El escritor prohibido, decano del revisionismo histórico (edición del autor, 2015).
El hombre de carne y hueso tuvo una trayectoria como periodista en Últimas Noticias de Excélsior (1936-1965) así como en la Cadena García Valseca (1948-1973). Fue además autor de 56 libros que han sido leídos por varias generaciones de mexicanos, principalmente por aquellos convencidos de los argumentos presentados por el autor en cuanto a una conspiración judeo-masónica, esto es, –de acuerdo a su particular interpretación del mundo–: una asociación secreta y al mismo tiempo cofradía rectora, capaz de implementar con su brazo izquierdo el comunismo (vía violenta), en tanto que con su brazo derecho, el liberalismo (vía gradual) y cuyas principales metas serían: a) en una primera etapa, el asedio de ambos brazos ejecutores contra la Iglesia de Roma para minar desde sus cimientos al cristianismo; b) en una segunda etapa, en la que la vía gradual resultó más efectiva que la violenta, el dominio del mundo bajo una élite rectora, dueña absoluta de los organismos financieros internacionales que tendrían la consigna de imponer el modelo neoliberal en todo el orbe, aún a costa de poblaciones enteras de la humanidad.
Estas y otras ideas impregnan toda la obra de Salvador Borrego.
Con su ejercicio periodístico, así como con la difusión de sus ideas mediante libros, se puede constatar que durante la segunda mitad del siglo XX, fue un hombre muy activo en México con capacidad para orientar o influir directamente sobre un sector de la población mexicana: la que en la escasa historia de las ideas políticas en México, la imaginería política mexicana registra como la derecha política.
Ahora con la muerte del hombre de carne y hueso los tinterillos del periodismo negaran el valor de su obra incurriendo una vez más en el silencio mediático o a endilgarle un simple adjetivo: “antisemita”. Y como es de esperarse, el análisis a conciencia con base a sus textos quedará postergado para “mejor época”. De allí la necesidad de no permitir el silencio mediático ni los comentarios impregnados del clásico veneno para Salvador Borrego.
He aquí unos comentarios típicos que son abrumadoramente erróneos.
Un desliz insistente al cual recurren analistas y comentaristas consiste en endilgarle al periodista el segundo apellido de Estrada. En realidad, es Escalante. Existen otros descuidos que han generado mucha confusión; durante la década de los sesenta, a menudo los comentaristas de su obra confundieron las labores periodísticas de Salvador Borrego con las de sus hermanos Enrique y Armando (muertos desde hace varias décadas). Quizás el engaño más grave sea que se refieren a él como si se tratara de un autor muerto hace años. Equivocación absoluta: a sus 102 años este periodista se mantuvo activo y en sus más recientes libros, como en el intitulado Inmediatamente que lo decida México será rico (2017), Salvador Borrego fustigó con imperiosa vitalidad contra el neoliberalismo y contra los voraces políticos corruptos de México. Todavía en diciembre de 2017 durante la comida de fin de año organizada por los amigos de Salvador Borrego, este periodista comentó su profunda preocupación porque México pudiera caer en manos del “mesías tropical”, situación que lo entristecía, pero a su vez, pedía a los convidados “mantener el brazo en alto”. Se mantenía sorprendentemente lúcido, pero su cuerpo requería descanso absoluto.
Manda la costumbre agradecer a los maestros por sus enseñanzas. Y yo no me abstendré de hacerlo con el gran “maestro de maestros del periodismo”.
Descanse en paz Salvador Borrego E.