Por: Luis Reed Torres
(Continúo aquí hurgando en el volumen titulado «El Asesinato de Rudolf Hess» que, debido a la investigación y a la pluma del médico inglés W. Hugh Thomas, quien auscultó minuciosamente al antiguo Stellvertreter (lugarteniente) durante el tiempo que estuvo comisionado por su gobierno en la prisión de Spandau, sostiene que el verdadero Hess fue asesinado el año 1941 y que su sitio lo ocupó desde entonces un sosias)
4.- Cabría suponer que la hoja de servicios de Hess fue aderezada por él mismo en los tiempos del Tercer Reich a fin de quedar revestida de mayor gloria, esto es a través de la constancia de sus heridas en el frente de batalla; pero es el caso que, como certeramente anota Thomas, «el verdadero Hess no era vanidoso. Además, en 1937, cuando fue impreso el extracto, Hess no tenía necesidad alguna de hinchar su reputación militar. En aquel momento se encontraba sólidamente situado; era la mano derecha de Hitler. Habían pasado casi veinte años desde que dejara el servicio activo y no tenía ambiciones militares inmediatas. Parece no haber motivo, en época tan tardía, para falsificar detalles de un pasado lejano». Por otra parte, el doctor Thomas refiere que en 1978 visitó a Ilse Hess, esposa de Rudolf, en su casa de los alpes bávaros, y que la dama «le confirmó que su marido sí había sido gravemente herido durante la Primera Guerra Mundial, si bien hasta el momento de la visita del médico no había albergado dudas en cuanto a que el hombre de Spandau pudiera no ser su marido. Tiempo después, Thomas recibió una misiva de la propia Ilse Hess en la que le explicaba que la multicitada herida «había sido una Lungen Durchshuss, esto es una lesión que le afectó el pulmón y que, en efecto, ésta había determinado el fin de la carrera militar de Rudolf Hess en el arma de infantería; que cuando caminaba cuesta arriba se resentía de los efectos sólo en los primeros mil metros de ascensión y que, fuera de esto, en la vida cotidiana Hess habría podido olvidarse de sus heridas si no fuera por las cicatrices que tenía en el pecho y en la espalda. Los datos proporcionados por frau Hess venían, pues, a corroborar en lo fundamental lo expuesto en la hoja de servicios de guerra original. Hess –y su propia esposa lo ratificaba– tenía cicatrices en el pecho y en la espalda. La bala de fusil, como supuse yo, realmente le había atravesado el pecho. El prisionero número siete nunca fue herido de esta manera. Por consiguiente, tuve la certeza de que no es Rudolf Hess» (pp. 47-48).
5.- Hasta ahora se ha creído que Hess despegó de Augsburgo el 10 de mayo de 1941 y enfiló rumbo a Escocia en el ME-11O D. Pero es el caso que Thomas demuestra –de manera al parecer inobjetable– que en el asunto existieron dos aviones y no solamente uno; que el citado ME-110 D carecía de la autonomía suficiente como para realizar el recorrido que dijo haber hecho el piloto que se lanzó en paracaídas sobre Escocia; que no llevaba tanques de gasolina suplementarios que le hubiesen permitido efectuar semejante itinerario; que el avión que arribó a Escocia procedía de Dinamarca y no de Augsburgo, cerca de Munich, y que –aquí se adentra uno más que nunca en el terreno de la hipótesis– el avión del verdadero Hess fue derribado –¿por orden de Göring, jefe de la Luftwaffe?– y reemplazado por otro prácticamente en una operación vertiginosa (pp. 51, 53, 60, 67).
Reconoce Thomas que la idea de los dos aviones, «el asesinato de Hess y su sutitución por un doble presupone –me doy cuenta de ello– una conspiración de fantástica complejidad. Lo que no es óbice para que dicha conjura tuviese el más fantástico de los éxitos. No sólo se hizo desaparecer a Hess, sino que el público británico no se dio cuenta del engaño. Si el gobierno británico supo o no qué es lo que había ocurrido en realidad, es otra cuestión, y mucho más espinosa» (p.71).
Otros puntos que se agregan a los cinco contenidos anteriormente y que verdaderamente hacen reflexionar en cuanto a las afirmaciones del doctor Thomas son los siguientes:
6.- Según ha concluido Thomas, Hess no tenía particular prisa en entrevistarse con el Duque de Hamilton para intentar apresurar el fin de la guerra entre Inglaterra y Alemania, pues esperaba una zona neutral anticipadamente convenida para realizar esa charla. En otras palabras, no tenía por qué precipitarse en volar para ver al Duque –como hasta ahora se ha expuesto– y mucho menos en Escocia, lugar no precisamente neutral y el menos a propósito para una misión de la naturaleza de la que pensaba Hess. «Aún más –escribe Thomas–, hacer lo que en apariencia llevó a efecto Hess, volar en solitario en un caza hasta el corazón del territorio enemigo y estrellar allí su avión, era una empresa tan atolondrada como suicida. Aparte otros inconvenientes, el piloto carecería de medios para regresar y llevarse consigo las propuestas que el adversario pudiera haberle hecho». Agrega Thomas que Hess no conocía al Duque de Hamilton ni tenía, en ese momento, idea alguna de dónde pudiera hallarse éste; por lo demás, Hess sabía muy bien que los ingleses podrían torturarlo a fin de que revela secretos militares de los que sin duda estaba enterado: concretamente la inminente acometida germana sobre la Unión Soviética. Por todos estos detalles, pues, el supuesto viaje de Hess en avión a Escocia resultaba una misión absurda.
7.- Se ha sostenido que Hess sufrió un repentino trastorno mental que le llevó a realizar aquella misión, pero es el caso que, hasta antes de su partida, el Stellvertreter no dio jamás señales de insanía y, por el contrario, recibía constantes elogios de la prensa alemana por su incansable actividad administrativa al lado del Führer, si bien también es cierto que había quedado algo relegado en relación a Göring. De todas maneras, Hess no era afecto a crear situaciones melodramáticas o a golpes de efecto que le permitieran retornar a un primerísimo plano político a través de una empresa tan descabellada como el viaje a Escocia.
8.- Adolfo Hitler sabía del pensamiento de Hess en cuanto a lograr la paz con Inglaterra –punto con el que el Führer concordaba–, pero desconocía cualquier proyecto concreto que implicara una partida en avión rumbo a Escocia. Es posible que Hitler supiera que Hess había estado entrenándose para una misión de largo alcance a través de una serie de vuelos sobre territorio alemán, pero lo más probable es que el futuro viaje tuviera por meta un lugar neutral –Lisboa o Estocolmo, por ejemplo– y no precisamente Escocia. De ahí que Hitler se abatiera profundamente al conocer la noticia de que Hess se hallaba en territorio enemigo y lo declarara loco, tanto más cuanto que el ataque alemán a la URSS se hallaba a la vuelta de la esquina y, obligado por los ingleses, Hess podría revelar detalles importantes. Por lo demás, Thomas se esfuerza en demostrar que no existen evidencias contundentes que demuestren que Hess haya pretendido tomar rumbo a Escocia, y una carta que, al parecer, dejó Hess para Hitler se ha extraviado. «Pero con mucho, es una desdicha aún mayor que frau Hess perdiese (dijo ella) la copia que su marido le dejó. Porque éste es el solo y único documento, hoy desaparecido, que exponía el propósito –si lo hubo– de realizar el vuelo en cuestión» (p. 117).
9.- Escribe Thomas: «La más decisiva pregunta sin respuesta es la que respecta a los designios del propio Hess. ¿Trató de llegar a Escocia el 10 de mayo? Si no era así, ¿qué es lo que intentó? ¿Salió simplemente en otro más de sus vuelos de entrenamiento, después del cual se proponía ir a Berlín como dijo a su esposa? Su objetivo final, la razón de todos los vuelos de prueba, sigue siendo un enigma. Puesto que poseía mapas del Báltico en su casa, lo más probable que tuviera en mientes encontrarse con algún intermediario en el único país neutral de dicha área: Suecia. Mas, como le había dicho en su carta a Albert Haushofer, esperaría hasta recibir respuesta positiva del otro lado» (p. 120).
(El padre de Albert, el doctor Karl Haushofer, experto mundialmente reconocido en geopolítica de la Universidad de Munich, fue mentor y amigo muy cercano de Rudolf Hess durante muchos años, paréntesis de Luis Reed Torres)
(Continuará)