Por: Graciela Cruz Hernández
Nació el 8 de noviembre de 1876 en Sayula, Jalisco. Hijo de Severo Díaz Larios, y de Dionisia Galindo. Recibió la instrucción primaria y secundaria en la Escuela Municipal de Sayula, a cargo del Profesor Sabino Jiménez Corona. Comentaba Díaz Galindo: “Eran unas verdaderas clases que, una vez recibidas, no extrañábamos las que recibíamos en los colegios de preparatoria y profesional. Debo dejar consignado un testimonio especial de gratitud hacia mi maestro, pues cuando pasé por su clase se esforzó en elevar el nivel de mi instrucción enseñándome nuevos métodos y conocimientos muy avanzados, especialmente en matemáticas y cosmografía”.
En un una ocasión el maestro recomendó el niño al Gobernador Gral. Ramón Corona, para que Díaz de apenas once años de edad, fuera a la capital del estado a estudiar una carrera científica, pero su papá se opuso por la corta edad de su hijo. Tiempo después el político Jesús L. Patiño, ofreció apoyarlo para que cursara una carrera científica en Guadalajara, pero Díaz Galindo se decidió por ingresar al Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande, al cual se matriculó a sus dieciséis años, en 1892, fue admitido en el segundo año por sus conocimientos de latín.
Al año siguiente, de su ingreso era ya el encargado del observatorio del Seminario, el cual contaba con los adelantos tecnológicos del momento gracias a sus aparatos de fabricación francesa y el cual llegó a ser de gran importancia.
El 9 de septiembre de 1900, a sus veintitrés años, recibió la ordenación sacerdotal. Más adelante se trasladó a Guadalajara, donde además de ejercer en el Ministerio Sacerdotal, fue el encargado del Observatorio del Seminario Conciliar Tridentino del Señor San José de dicha capital; labor que se interrumpió en 1913 cuando la institución fue clausurada por Venustiano Carranza.
En 1902 fue calurosamente felicitado por parte de varios sabios del país con motivo del descubrimiento que hizo de ciertos fulgores de la luz del planeta Júpiter comparables a los de Venus. Hacia 1903 ingresó a la Sociedad Astronómica de México. Junto con su colega, el Pbro. José María Arreola Mendoza, desarrolló una serie de experimentos en relación a una partícula de radio (número atómico 88), mismos que fueron reportados en el «Boletín Eclesiástico y Científico del Arzobispado de Guadalajara» (1904), previa conferencia ofrecida el 4 de Abril de 1904 en la Escuela Libre de Ingenieros de dicha capital.
En 1906 participó como uno de los delegados por México en el X Congreso Internacional de Geología (celebrado en la Ciudad de México), evento donde presentó sus «Efemérides del Volcán de Colima», trabajo elogiado especialmente por la delegación cubana.
Su prestigio le permitió hacerse cargo del Observatorio de la Escuela Libre de Ingenieros. Luego fue director del primer centro de investigación científica de la Universidad de Guadalajara: el Observatorio Meteorológico. Él eligió el lugar que le pareció más adecuado para instalar el Observatorio, en la actual avenida Vallarta y consiguió el telescopio y el instrumental necesario.
El Observatorio fue inaugurado por el gobernador Zuno, quien lo designó director del mismo. En 1947, al decidirse que el Observatorio debería transformarse en Instituto de Astronomía y Meteorología, ejerció el cargo de director hasta su fallecimiento. Fue considerado como el más avanzado de los meteorólogos del país en su tiempo, además tuvo el reconocimiento de la comunidad científica internacional por sus trabajos, aportaciones y publicaciones.
Fue catedrático en diversas instituciones y escuelas durante muchos años, principalmente de Ciencias Físicas y Experimentales, Matemáticas, Química, Historia Natural, Cosmografía, Astronomía, Psicología y Lógica, e impartió las cátedras de Astronomía y Meteorología y Mineralogía en la Escuela Libre de Ingenieros de Jalisco, de la cual fue director.
En 1925 el gobernador del estado José Guadalupe Zuno lo designó miembro de la Comisión Organizadora de la Universidad de Guadalajara, e integró la comisión que presentó el proyecto de la Escuela Politécnica.
Como profesor, el “Pater Díaz” así lo llamaban sus discípulos, era exigente como maestro, pero fue siempre paciente y sus clases las hacía muy amenas. En el ciclo 1932-1933, impartió la clase de Geología de Jalisco, en el primer curso de verano para extranjeros de la Universidad de Guadalajara.
El padre Díaz, fue el primero, o de los primeros investigadores en astronomía y meteorología que se atrevió a hacer predicciones de tiempo hasta con doce días de anticipación, fallando en contadas ocasiones. Sus conocimientos científicos, los puso a disposición de los campesinos para que lograran mejores rendimientos en la agricultura, les avisaba de lluvias, heladas y sequías.
Según Enrique Flores Tritschler, su sorprendente previsión le acarreó gran fama cuando, junto con el padre [José María] Arreola, predijo con certeza el desastre de Cuyutlán: un sismo intramarino produjo un tsunami u ola gigantesca que arrasó la población. Ya desde 1904 hacía dibujos sobre las manchas solares; realizó estudios especializados sobre la actividad del volcán Colima; en 1917 el gobierno del estado de Jalisco lo comisionó para que estudiara las grietas abiertas en el camino a Tesistán.
Como sacerdote se desempeñó: de 1913 a 1915 como capellán de la Iglesia de la Visitación; de 1917 a 1919 capellán del Templo de Jesús María; y a partir de 1919, ocupó la capellanía del Templo y Convento de Santa María de Gracia, entre otros oficios que le asignaron los arzobispos de Guadalajara.
En tiempos de los enfrentamientos Iglesia-Estado, supo conciliar sus compromisos con el mundo científico y gubernamental, con su obediencia a sus superiores eclesiásticos. El citado canónigo Taurino Ruiz expone dos situaciones: “Había algunos sacerdotes [Arreola, Cornejo y Díaz, entre ellos] que por diversas causas habían sido reconvenidos por el arzobispo, quien incluso los destinó a celebrar misa diaria en lugares de la periferia, muy distantes del centro y el único que acató con obediencia el mandato fue el padre Severo, quien acudía a oficiar a una hacienda cercana a Huentitán. En junio de 1943, la local Sociedad de Amigos de la URSS lo invitaron formalmente, a participar en un ciclo de conferencias dictando una sobre alguno de sus favoritos tópicos científicos. Enterado el arzobispo José Garibi Rivera, le sugirió abstenerse de concurrir y el padre Díaz obedeció.”
En 1924 fundó su observatorio particular al cual denominó DCB, siglas correspondientes a los meteorólogos que más lo influyeron: el francés H. Marie Davy, el mexicano Juan N. Contreras y el estadounidense Frank H. Bigelow, de quienes se consideraba un humilde discípulo.
Entre algunos de los títulos de sus trabajos publicados en diversas revistas locales y nacionales, están: Excursión al volcán de Colima (1902); Las últimas erupciones del volcán de Colima a la luz de nuestra diaria observación (1903); El alto-stratus. Origen, evolución y función meteorológica (1904); Efemérides del volcán de Colima. Según las observaciones practicadas en los observatorios de Zapotlán y Colima de 1893 a 1905 (1906); Estudios de meteorología mexicana (1907); Un temporal de invierno. Primeros pasos en la meteorología de precisión (1907); El origen y la evolución del nimbus. La cumulización horizontal (1908); La vida científica de Galileo (1909); El clima de la ciudad de Guadalajara (1909); Síntesis de nuestros principales meteoros. La causa de la lluvia en el Estado de Jalisco (1911); Tratado de Álgebra y complementos de Aritmética. Estudio sobre los temblores sentidos en Guadalajara (1912); Una nueva ley en la atmósfera. Ley de la oposición al viento. Teoría del método de Guilbert (1914); La habitabilidad de los astros (1915); El primer año de previsión del tiempo en Guadalajara. Resolución para esta ciudad del problema del pronóstico semanario (1922); Las manifestaciones volcánicas en las cercanías de Guadalajara (1923); Las temperaturas mínimas del norte y las lluvias de Guadalajara y de la república mexicana. Nueva Meteorología. Primera parte. Hechos fundamentales (1927); Elementos de astronomía y meteorología. La geografía de Chapala y las fumarolas de San Juan Cosalá (1932); Estudio del temblor del 3 de junio (1932); El suelo de Jalisco (1933); Sesenta años de observación pluviométrica en la ciudad de Guadalajara (1934); La erosión y la geomorfología (1942); El clima de la ciudad de Guadalajara (sin fecha); Geografía General y Física del Estado de Jalisco (1946); La tradición científica en Guadalajara (1953); y La desecación del lago de Chapala (1956).
Díaz Galindo fue un ferviente defensor del lago de Chapala, debido al Decreto de 1953, que planteaba la desecación del mismo vaso lacustre.
En forma póstuma se publicaron: Manifestaciones volcánicas en las cercanías de Guadalajara (1984); y Síntesis de las clases de Geología de Jalisco dadas por el Pbro. Severo Díaz –versión de J. Bernabé Godoy– (1986).
En 1900 hizo la traducción del francés al español del Tratado elemental de Química de A. Maillard. Sus trabajos científicos se publicaron en el Boletín Científico y Eclesiástico de Guadalajara; Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, (de la cual formó parte). Gaceta Municipal, El Clarín, Boletín de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Revista de Revistas, La Linterna de Diógenes, El Faro, El País, Boletín del Observatorio Meteorológico, Boletín de Minería e Industria, entre otras.
Entre las sociedades a las que perteneció se encuentran la Academia de Estudios Teológicos y Filosóficos del Sagrado Corazón de Jesús de Ciudad Guzmán; la Sociedad Astronómica de México; la Sociedad Médico-Farmacéutica de Guadalajara; la Sociedad Geológica de México; fue vocal de la Cámara Agrícola de Guadalajara; socio honorario del Instituto Solar de Montevideo, Uruguay; también perteneció a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y a la Junta Auxiliar del Estado de Jalisco, de la cual fue presidente desde 1923 hasta su fallecimiento.
Fue académico de número de la Asociación Jalisciense de Ingenieros; miembro del Comité pro-Guadalajara; socio honorario de la Academia Literaria Enrique González Martínez; miembro honorario de la Sociedad de antiguos alumnos de la Escuela Preparatoria de Jalisco; Se calcula que dictó más de un centenar de conferencias, algunas fueron en la Sociedad Médico-Farmacéutica sobre los fenómenos sísmicos en 1912. En el Seminario Conciliar de Guadalajara en 1919, disertó sobre el hombre fósil y el descubrimiento del telescopio; y en la Escuela Preparatoria de Jalisco en 1949 dictó un curso sobre «La Cosmografía de la Luna».
Severo Díaz Galindo, falleció el 14 de septiembre de 1956, víctima de una trombosis a los ochenta años de edad, en su casa de Garibaldi #440, en la que se conserva una placa en su memoria; también se le dedicó un busto de bronce en la Plaza de Armas de su pueblo natal; una calle de Guadalajara precisamente donde está el Observatorio Meteorológico, lleva su nombre. En 1982, el Municipio de Guadalajara inauguró el Planetario Severo Díaz Galindo en su memoria y en beneficio de los habitantes jaliscienses. Desafortunadamente el planetario fue víctima del descuido de las autoridades que en una mala decisión lo cerraron por lo que sus instalaciones, cayeron en el vandalismo y quedaron en total abandono.
En 1993, el Congreso del Estado de Jalisco, nombró al Pbro. Severo Díaz Galindo como Hombre Ilustre de Jalisco. Fue inhumado en la Rotonda de honor del Panteón de Belén y sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres el 11 de septiembre de 1994. El 7 de noviembre de 2001 el Seminario Conciliar estableció el Centro de Investigación Severo Díaz; y en febrero de 2004 el Congreso del Estado de Jalisco lo reconoció como benemérito ilustre de Jalisco. Y es así como este sacerdote mexicano Severo Díaz Galindo, es considerado y con mucha razón, una de las más prominentes figuras científicas del siglo XX.