Por: Gustavo Novaro García
En los últimos 30 años hemos testimoniado una degradación de la vida pública del país. El Estado abdicó su legítimo derecho a aplicar la fuerza frente a autodenominados “grupos luchadores sociales”. Comenzó, por ejemplo, en las marchas para conmemorar el 2 de octubre, con pintas, vandalismo y ataques con cohetones a la embajada de los Estados Unidos, mientras la autoridad observaba sin hacer nada; y el tema fue escalando y los destrozos se volvieron la norma, ahora cuando se quiere poner en orden a estos individuos, siempre acusan “represión” y que se les violan sus “derechos humanos”.
En paralelo, la crisis económica que detonó con el error de diciembre de 1994, provocó un aumento en la criminalidad, que ha sido imposible de controlar en lo que va del siglo XXI.
Y, a partir de la asunción de la presidencia por parte de López, su renuencia a condenar a los vándalos, su desprecio por las leyes, y las acusaciones sin pruebas contra numerosos personajes, instituciones y medios de comunicación que realiza habitualmente en sus diarias apariciones frente a sus paleros, han agudizado esta situación.
Así, la aplicación del derecho se ha vuelto selectiva, si usted no está en la gracia del poder, se le calumniará, se le congelarán sus cuentas o se le denunciará sin mayores elementos.
El ejemplo más reciente de lo que mencionamos, sucedió el pasado 28 de septiembre, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en conferencia de prensa, señaló a María Beatriz Gasca, vicepresidenta de responsabilidad social y recursos humanos, de GINgroup, de financiar la toma de la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por parte de colectivos feministas y madres de víctimas de feminicidios.
Además, mencionó que GINgroup es una empresa que utiliza facturas para evadir impuestos y que la empresa, dirigida por Raúl Beyruti, está sujeta a investigación.
A Sheinbaum se le hizo raro que Beatriz Gasca hubiera acudido a entregar víveres “en un auto lujoso” a “un grupo de mujeres que se manifiesta violentamente en la ciudad. ¿Está extraño no?”, ironizó y exhibió fotos de Gasca al arribar a la calle de Cuba, donde está el inmueble tomado. La evidencia que usó Sheinbaum, la sacó de… Google.
A decir de Sheinbaum, las ocupantes de la CNDH actúan de forma cada vez más violenta, con el rostro cubierto recurren a bombas molotov y martillos para causar destrozos y agredir a la policía, a esta fracción se le conoce como el grupo negro. En esto, no mintió.
Frente a esto, Gasca usó su cuenta de Twitter para anunciar que dejó su cargo de manera temporal y que apoya la toma por sus propias convicciones. GINgroup, por otro lado, avisó la separación de su vicepresidenta y que investigará los hechos.
La última actividad conocida de Gasca antes de la acusación de Sheinbaum fue haber participado en una subasta de la fundación Cherie Blair, creada por la esposa del ex primer ministro de la Gran Bretaña, Tony Blair, para recaudar fondos en favor de microempresarias oaxaqueñas.
Dos días después de la presentación de Sheinbaum, el congreso capitalino externó su preocupación porque la jefa del ejecutivo de la ciudad expusiera a una ciudadana a la ira pública, y preguntó si existía una investigación por un posible delito. Y Sheinbaum invitó Beatriz Gasca a sumarse a mesas gubernamentales, en donde se discute el tema de la violencia hacia las mujeres.
Así, Sheinbaum creó una tormenta en un vaso de agua, que deja más dudas acerca de sus motivos reales y de su postura frente al movimiento feminista radical.
Si hay evidencias de que las ocupantes de la CNDH violan flagrantemente la ley ¿Por qué no las detiene? Habría elementos de prueba suficientes para presentarlas ante el ministerio público.
¿Las “revelaciones” fueron en contra de una mujer o de la empresa donde laboraba?
¿Es culpable a ojos de la autoridad una ciudadana por el simple hecho de respaldar una causa que no les gusta?
Mientras más se hunde el gobierno morenista en el descrédito al no poder solucionar los problemas económicos, políticos y sociales de México, más recurre al espectáculo, a la violencia verbal contra quienes no lo apoyan incondicionalmente o se someten a su proyecto. Le pasó a Bea Gasca, por ahora, como antes le tocó a Loret de Mola, al diario Reforma o a Eduardo Medina Mora. ¿Quién seguirá y cuáles serán las consecuencias?
Nos quieren atemorizar para que no actuemos ni nos quejemos y, al parecer, lo están logrando. ¿Creen que se salgan con la suya?