Por: Luis Reed Torres,
Es verdaderamente inaudito lo que está ocurriendo en México: un hombre –uno solo– está literalmente destruyendo al país sin que nadie de los que verdaderamente puedan oponerse, en virtud de su poder económico y/o bélico, haga algo por impedirlo. Absolutamente nadie se atreve a ponerle un hasta aquí a Andrés Manuel López Obrador por más que éste vaya aniquilando las instituciones que con tanto esfuerzo ha logrado erigir el pueblo mexicano. Con absoluta impunidad, el Presidente de la República ataca, descalifica, ofende, censura, rechaza, ignora, desprecia, y mil etcéteras más, a quien osa poner en duda sus afirmaciones. Su ignorancia en prácticamente todos los temas es pasmosa –coloquialmente se diría que es enciclopédica– y ni en nuestras peores pesadillas se habrían convertido en una realidad –-como en verdad ha ocurrido– sus devastadoras acciones en contra de la nación.
López Obrador jamás acepta culpa alguna. Todos los problemas son achacables al pasado, y en ningún momento repara en el hecho –menos lo reconoce– de que si bien es cierto que hemos padecido pésimos gobiernos desde hace muchos sexenios, los siete meses que han transcurrido del suyo los ha agravado de manera sensible. Aún más: ha creado nuevos males que ponen en entredicho el futuro de México — y desde luego de las nuevas generaciones– y ni siquiera lo altos mandos de las Fuerzas Armadas –de toda mi admiración y todo mi respeto– procuran disuadirlo de las mil y una barbaridades que está cometiendo.
Los recortes presupuestales sin ton ni son han provocado en diversas dependencias el cese masivo de gente particularmente calificada, lo que no sólo daña la parte operativa del gobierno, sino que se traduce en el desamparo económico de miles de familias, muchas de las cuales, a no dudarlo, votaron por el actual Presidente el 1 de julio de 2018 tras hacer caso omiso de las voces que les alertaban de que todo sería mucho peor si López Obrador se encaramaba en el poder.
Los apoyos tradicionales a investigadores, científicos, deportistas y jóvenes participantes en diversos certámenes internacionales de los más diversos tipos han sido considerablemente mermados, cuando no cortados de tajo, con lo que el país se aísla del progreso y renuncia a escalar las más altas cumbres del esfuerzo humano en muchas aristas.
Al cancelar las operaciones para edificar el nuevo aeropuerto en Texcoco, López adujo como razón fundamental los actos de corrupción que en el proceso se habrían presentado. Pero es el caso que –por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas– es inexistente la lista de corruptos que necesariamente debería haber exhibido para frenar la magna obra.
Al derogar la Reforma Educativa, el Presidente, por sus pistolas, condena irremisiblemente a la mediocridad la enseñanza que recibirán millones de niños y jóvenes, y los sindicatos magisteriales, esos sí corruptos hasta el tuétano, continuarán percibiendo jugosísimos y mal habidos dividendos económicos que les permitirán seguir haciendo de las suyas cuando así lo deseen.
Por lo demás, el Presidente viola cuando quiere las soberanías estatales y cancela proyectos de elevado provecho –con votaciones a mano alzada–, como el metrobus en la región lagunera en provecho de los habitantes de Durango y Coahuila. En otras palabras, pareciera que actúa con toda premeditación para causar al país el mayor daño posible.
El desabasto en el sector salud es ya de gravedad inocultable –ni siquiera hay gasas en muchos hospitales–, y Pemex, la construcción de la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, así como el proyectado Tren Maya, constituyen otros dolores de cabeza que no se avizora cómo puedan ser resueltos cuando el Presidente actúa a tontas y a locas sin hacer el menor caso de avisos, estudios o advertencias.
En síntesis, la actuación de Andrés Manuel López Obrador en estos siete meses de gobierno ha sido francamente no sólo decepcionante, sino desastrosa en todos los campos, incluso en el diplomático, pues se agacha de manera abyecta ante el vecino del norte y se envalentona frente a España y le exige disculpas absurdas. En fin, todo un estuche de monerías…
Cuando estoy por concluir este artículo –1 de julio de 2019–, López y sus huestes celebran en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México su triunfo electoral registrado el año anterior.
Me pregunto qué logros festejarán. Averígüelo el legendario Vargas.
Insisto: la tarea del actual Presidente de la República parece consistir en demoler paso a paso –eso sí, con celeridad– las instituciones que conforman la columna vertebral de México y hacer añicos todo lo que de verdad favorezca a los mexicanos. Increíble, pero cierto.
La sangre de los mexicanos, por último, se sigue derramando diariamente de manera inexorable, y se ha vuelto ya virtualmente una hemorragia incontenible.
Alguien dijo por ahí que la fuerza de los vampiros radicaba en que nadie creía realmente en su existencia. A fe mía que, por lo visto, tenía razón…