Por: Ignacio Herrera Cruz
Con la oferta de entretenimiento que se ha multiplicado en los últimos años, la audiencia de las cadenas televisivas se ha ido erosionando, los programas tradicionales ya no son tan vistos en los números masivos que acumulaban apenas dos décadas atrás. Lo que en este 2020 se considera un éxito, en los 90 hubiera sido considerado mediocre y quizá en riesgo de cancelación.
En la actualidad, los únicos programas que mostraban ratings consistentes eran las transmisiones deportivas en vivo. Pero ahora, se da la paradoja que cuando los consumidores se encuentran en sus casas, y ávidos de diversión, no hay espectáculos deportivos.
Acontecimientos tradicionales como los grand slam de tenis (Roland Garros y Wimblendon) se irán hasta el próximo año, las peleas de boxeo no tienen fecha de retorno. Las ligas colectivas de futbol, beisbol, cricket, basquetbol dudan cuándo regresar y cómo a la actividad, al igual que la Fórmula 1. Los Juegos Olímpicos de Tokio se enviaron de plano a 2021.
Es en este panorama de carencia de oferta y acumulación de demanda, que tanto ESPN en Estados Unidos, como Netflix en el resto de mercados deportivos, se anotaron un gran éxito: pasaron durante cinco semanas consecutivas un documental sobre los años dorados de Michael Jordan y los Chicago Bulls.
En un fenómeno que se creía en vías de extinción: que los telespectadores esperaran semana tras semana un producto, y llenaran el vacío hasta la siguiente entrega con comentarios y especulación; y revivieran hechos, datos, memorias e imágenes. Netflix ya lo había logrado con la biografía de Luis Miguel, cada domingo la audiencia se conectaba para recordar la vida del cantante, ahora esto se dio con un caso de las canchas de basquetbol.
El basket es un deporte con arraigo en México -por increíble que parezca, nuestro país obtuvo la medalla de bronce en esta especialidad, en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 – la irrupción de Michael Jordan a fines de los 80 catapultó aún más el seguimiento de la NBA en nuestro país. Y popularizó esta liga alrededor del orbe.
En los 10 episodios dirigidos por Jason Hehir, se recupera principalmente la temporada 1997-98 de la NBA, la última en la que los Bulls de Jordan fueron campeones, pero se abarcaron muchas facetas de la vida y trayectoria de Jordan, se involucraron a personajes no directamente ligados con este deporte, inclusive participaron dos ex presidentes de Estados Unidos: Barack Obama y Bill Clinton; así como la actriz Carmen Electra que alcanzó fama en la serie Guardianes de la Bahía/Baywatch; reporteros que escribieron libros sobre esta época, deporte y personaje principal, entre otros.
Lo medular es cómo se percibe Jordan a sí mismo a través del prisma del tiempo y de la visión de rivales y compañeros de trabajo. Encontramos a un basquetbolista obsesionado con ganar, con acumular títulos, con que se le recuerde como el mejor en su deporte de todos los tiempos.
Jordan con sus saltos espectaculares y acrobáticos, se gana el apodo de “Air Jordan”, que se traslada a una marca comercial en los tenis Nike, se piensa que en un lapso de tres años, si bien le va a la compañía de ropa deportiva, venderá productos por un total de tres millones de dólares. En un solo año vende más de 120 millones.
Encontramos de todo: Jordan que recuerda cómo en su primer año en los Bulls el equipo se encerraba a beber alcohol e inhalar cocaína, lo que lo hizo volverse un solitario; las derrotas en los playoffs frente a los Detroit Pistons, con juegos en los que había golpes, y que culminaron cuando al fin, con la llegada de Scottie Pipen, los de Chicago vencen a los de Detroit, y estos se retiran antes de que acabe el tiempo oficial, para no saludar de mano a los ganadores; el genio maligno que era el gerente general Jerry Krause, que envidiaba a los atletas y se atribuía los éxitos del equipo.
Revivimos jugadas fabulosas, Jordan con el reloj a punto de terminarse anotando canastas desde ángulos casi imposibles; al legendario Dream Team de los Juegos Olímpicos de 1992, cuando un humillado Estados Unidos decidió ganar el oro de nuevo y envió lo mejor que tenía la NBA; el primer retiro de Jordan y la película Space Jam que filmó con Bugs Bunny, entre otros. Los escándalos de Dennis Rodman, que se tomaba vacaciones a media campaña o en las finales. El estilo zen de manejar egos del coach Phil Jackson.
En fin, El último baile, es una gira por los recuerdos y lo que vuelve especial a los deportes. El espíritu competitivo de Jordan que no se quiere mezclar en política, “Porque también los republicanos compran tenis”. Que recuerda como si hubieran sido ayer rencillas de años atrás y que, cuestionado antes de una final, acerca de que si deben temer a los Jazz de Utah porque ellos controlaron a los Lakers de Los Ángeles y a un jugador que era una bestia como Shaquille O´Neill, responde: “Yo no soy Shaq”.