Por: Gustavo Novaro García
Gobernadores y alcaldes dieron El Grito de Independencia en plazas vacías, donde habitualmente solemos congregarnos para dar el “¡Viva México”! La dura realidad que la pandemia del Covid le impuso a nuestro país, modificó uno de los rituales cívicos más importantes que tenemos año con año.
Calles y avenidas a los que nos habíamos acostumbrado a ver con banderas, símbolos patrios y efigies de héroes, lucieron apagadas y sin esos tradicionales adornos, cubiertas con un velo de luto e incertidumbre.
La ceremonia más emblemática, la presidencial, se dio en un Zócalo que se quiso llenar con luces, para suplir a las ausentes masas enfervorecidas, pero que en realidad enmascaró una celebración plena de símbolos masónicos, los cuales pasaron de largo para una gran mayoría, pero que resaltaron para los entendidos.
Algunos señalaron que López, al fin, actuó con prudencia al cancelar su idea inicial de que 500 personas desfilaran con antorchas y de que él fuera a la Lotería Nacional a encabezar el sorteo fraudulento, lo que finalmente hizo la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
Pero yo creo, que ante las circunstancias, lo adecuado es que hubiera acudido a dar El Grito a Dolores Hidalgo, y en el atrio de la iglesia emulara lo que hizo Miguel Hidalgo hace 210 años, en un entorno de solemne austeridad. Pero López sólo se siente a gusto y confortable en su Palacio y se dio una fiesta para sí mismo y su mujer. Su arenga fue respondida por un pequeño grupo de militares.
Al día siguiente, el desfile con el que recordamos la entrada del ejército trigarante a la capital, al igual que cuando se conmemoró en 2019 el comienzo de la Revolución, volvió a ser un espectáculo escenificado para la vanidad presidencial. Y además, mal ejecutado hasta por los soldados que fallaron en su coordinación, lo que desató sarcasmos en las redes sociales y una profunda vergüenza en quienes han portado el uniforme.
Así, estos días patrios se han significado por el divisionismo y el encono, por un gobierno al que le gusta polarizar a la sociedad y el que ha desaprovechado numerosas oportunidades para llamar a la unión y a enfrentar las crisis sanitaria, económica y de inseguridad que sacuden el territorio nacional.
Los defensores de López insisten en manejar que el no es responsable del Covid y que la mayor parte del mundo ha sufrido sus embates; pero una mayoría cada vez más desencantada con el rumbo que han tomado los acontecimientos, a la cual pertenezco, no puede dejar de señalar además de la equivocadísima forma de enfrentar la pandemia, los constantes ataques a la libertad de expresión, el pésimo manejo de las finanzas públicas, una errática política exterior, entre otros agravios a la sociedad.
México que surgió a su vida independiente en medio de una devastación económica producto de más de una década de guerra civil, que desde el comienzo enfrentó desde el norte a una nación que se guió bajo los conceptos de un destino manifiesto y a la que se le impuso por la fuerza un sistema republicano y federalista que no correspondía con sus tradiciones, ha estado en una constante búsqueda de lo que realmente constituye su identidad.
Durante sus primeros cien años, nuestro país enfrentó guerras intestinas, invasiones, bancarrotas, pésimos gobiernos; y durante el siguiente siglo, intentó establecer instituciones sólidas que le pusieran coto al caudillismo y a los absurdos de y desde el poder.
El 2021, cuando conmemoraremos el 200 aniversario de la consumación de la Independencia, sería un momento adecuado para sanar heridas, reconocer a Agustín de Iturbide, el Libertador, y rencauzar el rumbo del país. Pero con López, que es obtuso, ignorante y con una visión muy limitada de la historia nacional, continuaremos con la idea de la confrontación y de ignorar capítulos y personajes históricos que al sector que ahora gobierna le parecen incómodos.
Los pasados 15 y 16 de septiembre más bien fueron el prólogo de tiempos aún más terribles y que se presagian oscuros. Quisiera equivocarme, pero no veo motivos para el optimismo, con un gobierno cada vez más aislado de la sociedad y confiando su estabilidad únicamente en las fuerzas armadas. El presidente y su esposa, solitarios en el balcón de Palacio Nacional viendo una plaza vacía, simbolizan el ánimo mexicano.