Por: Jerry Gortman
La mortandad y la devastación económica que ha dejado el coronavirus ha traído consigo, como en todos los demás países, una verdadera sacudida en la sociedad norteamericana, cuyo ojo del huracán es el mismo centro del poder político estadounidense, es decir, la presidencia de los Estados Unidos.
El coronavirus afectó gravemente la agenda política del presidente Donald Trump, al anular y revertir el crecimiento económico que había venido presentando la economía norteamericana, principal logro con el que Trump iba a centrar su campaña en las próximas elecciones presidenciales.
El cierre de fábricas, comercios, tiendas departamentales y restaurantes produjeron, tan sólo en el mes de abril, la pérdida de 20.5 millones de empleos. La cifra de desempleo pasó de 4.4% en marzo a 14.7% en abril, mientras que el PIB tuvo una contracción anual del 4.8%, según cifras dadas a conocer por el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos.
Asimismo, la Unión Americana presenta el mayor número de muertos por efecto del coronavirus en el mundo, con más de 75,000 personas fallecidas, que lo coloca por encima de países como Reino Unido, Italia, Francia y España.
Ante los devastadores efectos económicos y sociales provocados por la pandemia, el presidente Donald Trump en un acto celebrado el miércoles 6 de mayo en la Casa Blanca, dijo que el virus es el peor «ataque» que sufre Estados Unidos y culpó a China de no detenerlo.
«Esto es peor que Pearl Harbor. Peor que el World Trade Center», afirmó Trump. «Y nunca debería haber ocurrido. Podría haber sido frenado en la fuente. Podría haberse detenido en China. Debería haberse parado en la fuente, pero no lo fue».
De la misma manera, el presidente Trump ha señalado que tiene pruebas que el coronavirus fue creado en el laboratorio de Wuhan, en China, mencionando la posibilidad de que se haya salido de control, expandiéndose en este lugar, sin que las autoridades chinas hicieran algo por aislarlo e informaran inmediatamente de este hecho y del alto grado de contagiosidad que tiene este virus. Apuntó que Pekín pudo haberlo parado, pero eligió dejar que se propagara por el mundo.
«Si fue un error, un error es un error…pero si fueron intencionadamente responsables, sí, entonces debería haber consecuencias», señaló Trump. «¿Fue un error que se descontroló o fue algo deliberado?», se cuestionó el presidente norteamericano. «Hay una gran diferencia entre ambas cosas», añadió, especulando sobre la posibilidad que apunta a la creación de la Covid-19 en un laboratorio.
También el Secretario de Estado del gobierno estadounidense, Mike Pompeo, declaro que: “Estoy muy seguro de que el Partido Comunista Chino pagará un precio por lo que hicieron aquí, ciertamente desde Estados Unidos”.
En el mismo contexto, Danny Russel, ex funcionario del Departamento de Estado y encargado de la política de la región Asia-Pacífico durante la presidencia de Obama, declaró que: “Realmente no hay nadie que no quiera ver a China responsabilizada por el intento de encubrimiento político, que ralentizó la conciencia internacional y permitió que el virus se extendiera. Hay un resentimiento en todo el mundo”.
Cabe señalar, que otros países también culpan a China de la crisis económica provocada por su cuestionado manejo del coronavirus. El periódico Bild de Alemania ya hizo las cuentas del daño económico que ha dejado la pandemia en el país germano, señalando, en un editorial titulado «Lo que China nos debe» que el país asiático les adeuda unos 160 mil millones de dólares.
El Reino Unido también se suma a esta tendencia. La Sociedad Henry Jackson publicó un análisis de cómo deberán demandar a China el resto de los países titulado “Coronavirus Compensation?” (¿Compensación por el coronavirus? Evaluación de la posible culpabilidad de China y vías de respuesta legal), calculando que la cifra que les adeudaría el país asiático sería de 350 mil millones de libras.
Por su parte, el gobierno chino ha lanzado un esfuerzo de propaganda para contrarrestar la posición del gobierno norteamericano.
Culpa a los soldados estadounidenses por importar el patógeno cuando se celebraron en Wuhan los Juegos Mundiales Militares en octubre del año pasado.
Al respecto, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, declaró que el “paciente cero” de la pandemia podría haber venido de Estados Unidos. “Podría ser el ejército de Estados Unidos el que trajo la epidemia a Wuhan ¡Sean transparentes! ¡Hagan públicos sus datos! Estados Unidos nos debe una explicación”, señaló Zhao.
Mientras que otro funcionario del gobierno chino, Geng Shuang, acusó a los “políticos estadounidenses” de mentir sobre la pandemia.
“Tienen un solo objetivo: tratar de eludir la responsabilidad de su propia epidemia y de las medidas de prevención y control y desviar la atención pública”, dijo.
Lo que si es cierto, en medio de esta guerra de declaraciones, es que el coronavirus se inserta en un contexto en el que China ocultó información sobre el virus, tardo en informar a la comunidad mundial y reprimió e incluso existen sospechas de que realmente mató al médico chino Li Wenliang que quiso alertar sobre la peligrosidad del mismo.
Asimismo, es un hecho que el presidente Trump minimizó el virus, tardó en aplicar medidas para combatirlo y ha sido objeto de críticas por la gestión que ha hecho de la crisis desatada por el coronavirus.
A los errores de Trump en el mal manejo de esta crisis se le suma el golpe producido por el coronavirus en la economía norteamericana, todo lo cual ha afectado gravemente su aspiración para reelegirse a la presidencia de su país.
De hecho, las encuestas muestran que el apoyo al mandatario está cayendo en estados clave.
Ante esta situación, el presidente estadounidense ha tenido que modificar su discurso y, por ende, su estrategia de campaña, pues de lo contrario podría perder las elecciones de noviembre próximo.
Su principal ofensiva radica en culpar a China de la responsabilidad en la propagación y manejo inadecuado del virus, a fin de castigarla mediante medidas que permitan resarcir el daño causado a los Estados Unidos.
Para ello, ha manejado varias opciones para sancionar económicamente a los chinos, entre las cuales destacan la aplicación de sanciones, imponer aranceles, la cancelación de obligaciones de deuda de Estados Unidos y la elaboración de nuevas políticas comerciales.
El éxito de la campaña de Trump a la presidencia de los Estados Unidos radica en el buen resultado de las medidas económicas que implante para la pronta recuperación de las deterioradas condiciones económicas de los ciudadanos norteamericanos y en el logro de una política efectiva que consiga convencer al electorado estadounidense que la culpa de la crisis del coronavirus es totalmente atribuible a la decisión de China de no hacer nada en contra de la propagación del coronavirus y permitir que se extendiera por el mundo, causando la ola de miles de muertes de ciudadanos norteamericanos y la destrucción de la economía de los Estados Unidos.
También depende de las acciones que emprenda Trump para castigar a los chinos por el mal manejo del virus y la imagen de fuerza que proyecte ante los electores estadounidenses. Mostrar debilidad ante los chinos podría resultarle contraproducente.
Sin embargo, de fracasar su estrategia política, para el mes de noviembre, fecha en la que está programada la celebración de las elecciones, los ciudadanos podrían estar más molestos y más pobres.
Sus votos mostrarán a quién realmente le echaron la culpa, a los chinos o a Trump.