Por: Graciela Cruz Hernández
Victoriano Salado Álvarez nació en Teocaltiche, Jalisco, el 30 de septiembre de 1867, hijo de Epifanio Salado y Elena Álvarez. Cursó su instrucción primaria en el Colegio parroquial de su pueblo, Teocaltiche. Desde niño gustaba de la lectura, desde temas religiosos hasta novelas de caballería. Posteriormente en 1881 en la ciudad de Guadalajara, se matriculó en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco.
En algún momento pensó estudiar medicina llegando incluso a comprar los libros para tal carrera, pero finalmente se decidió por entrar a la Escuela de Jurisprudencia. Mientras transcurrían sus estudios profesionales fue paleógrafo y colaborador de la revista La República Literaria; también fue corresponsal en Guadalajara del periódico capitalino El Imparcial.
Se tituló como abogado en 1890, desempeñándose como juez al inicio de su vida profesional, pero lo que más le gustaba era ejercer el periodismo. Sus colaboraciones se publicaron en El Mercurio Occidental, en El Debate y en El Diario de Jalisco. Ese gusto por el periodismo le llevó a dirigir y fundar con Manuel M. González El Correo de Jalisco.
En el Liceo de Varones por el año de 1893, fue nombrado profesor de Historia de México, también fue elegido diputado local. Nuevamente en 1897 ocupó la cátedra de Historia Universal y por segunda ocasión fue electo diputado. Su labor como escritor ahora la mostraría en lo que sería su primer libro, titulado “De mi cosecha”, esto en 1899. Al año siguiente, en 1900 fue nombrado representante de la Academia de Jurisprudencia para los concursos científicos, y escribió el ensayo “Trascendencia sociológica del problema de la enseñanza secundaria en México y datos para resolverlo”, y en 1901 publicó “De autos”.
Invitado por el director de El Imparcial para el año 1901 se estableció en la Ciudad de México. Otro de sus logros fue obtener la cátedra de Lengua Castellana en la Escuela Nacional Preparatoria.
En 1902 publicó el primer tomo de lo que más tarde denominaría Episodios Nacionales, que tituló “De Santa Anna a la Reforma”. La monumental obra publicada en ediciones sucesivas, lleva los siguientes títulos: “Episodios Nacionales. Santa Anna, La Reforma, La Intervención, El Imperio”: “Su Alteza Serenísima”, “Memorias de un Polizonte”, “El golpe de Estado”, “Los Mártires de Tacubaya”, “La Reforma”, “El plan de pacificación”, “Las ranas pidiendo rey” y “Puebla”.
En la política también fue ascendiendo pues en 1902 fue electo diputado federal y después senador de la república. En 1905 el gobernador del estado de Chihuahua, Enrique C. Creel, lo nombró secretario de gobierno de dicho estado. En 1906 fue designado secretario de la embajada de México en Estados Unidos. Entre sus labores como político no olvidaba ni dejaba de lado su faceta como escritor pues en 1908 publicó “Breve noticia de algunos manuscritos de interés histórico para México que se encuentran en los archivos y bibliotecas de Washington, D. C.”, y ese mismo año fue encargado de negocios de la referida embajada. En 1911 fue ministro plenipotenciario de México ante la República de Guatemala.
A su regreso a México, ocupó la Subsecretaría de Relaciones Exteriores, encargado del despacho por ausencia de su titular Federico Gamboa, y en 1911 fue secretario de Relaciones Exteriores. De 1912 a 1914 fue ministro plenipotenciario de México ante las Repúblicas de Brasil y de Argentina, donde ya en 1910 había estado como presidente de la delegación mexicana a la IV Conferencia Interamericana, celebrada en Buenos Aires.
Victoriano se opuso al movimiento revolucionario, por esta razón fue exiliado, primeramente se fue a Barcelona, luego vivió en Los Ángeles, California, donde como periodista colaboró en La Opinión y La Prensa de Los Ángeles y de San Antonio, Texas, respectivamente. Desde allí enviaba sus artículos al Excélsior y El Universal de la Ciudad de México, a El Informador de Guadalajara y a El Diario de Yucatán de Mérida.
En 1926 regresó a México, pero en 1927 el presidente Elías Calles lo expulsó, y pudo regresar al país hasta 1929.
Otras de sus obras fueron: “La vida azarosa y romántica de don Carlos María de Bustamante (1933)”; “La novela del primer ministro de México en los Estados Unidos (1933)”; y “Memorias”. “Tiempo viejo-tiempo nuevo” (edición póstuma de 1946). Su hija Ana Salado añadió otros relatos a “De autos” para publicar en 1953 los “Cuentos y narraciones”. Su nieta Ana Elena Rabasa publicó “las compilaciones Rocalla de la historia (1957)”, “Cómo perdimos California y ganamos Tehuantepec”, “De cómo escapó México de ser yankee, Poinsett y algunos de sus discípulos (1968)” y “El agrarismo, ruina de México (1969)”.
Salado Álvarez, perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente de la Real Española, de la que fue secretario perpetuo, y a la que ingresó con el trabajo “México peregrino. Mexicanismos supervivientes en el inglés de Norteamérica”; fue miembro de la Academia de la Historia de Madrid y de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Sociedad Antonio Alzate.
Victoriano Salado Álvarez, falleció en la Ciudad de México el 13 de octubre de 1931.