Por: Gustavo Novaro García
La irrupción del virus que comenzó en noviembre del año pasado en China, ha afectado de diferentes maneras a lo largo de todo el planeta. En México no sólo ha provocado desasosiego, muertes y suspensión de actividades, también ha provocado el brote de saqueos organizados a comercios, principalmente en el Estado de México y en la Ciudad de México, pero ya han sucedido en Oaxaca, provocado alerta en León, Guanajuato y amenazas de ellos en Puebla y Veracruz.
En un México acostumbrado al robo de combustible y a los asaltos a los trenes de carga, en el que los ladrones entran a las tiendas de autoservicio hasta en vehículos, cuando camiones con diversos productos se accidentan y los pobladores cercanos someten las mercancías a la rapiña, esta forma de vandalismo tensa un ambiente social de por sí enrarecido.
El punto más grave de esta forma de inestabilidad social en fechas recientes, ocurrió en los primeros días de 2017, cuando frente al alza promedio de 20% de los precios de las gasolinas aprobadas por el gobierno de Enrique Peña Nieto en los últimos días de diciembre de 2016, entre el 1 y el 10 de enero, el país pareció caer en la inestabilidad, con robos a tiendas departamentales, asaltos masivos, inclusive en los transportes públicos y los vecinos tomando medidas de autoprotección.
Poco a poco se restableció el orden y no se llegó a la situación límite que enfrentó Argentina en diciembre de 2001, provocada por el llamado “efecto corralito”, cuando el gobierno restringió la cantidad de dinero que la población podía retirar de los bancos y que culminó con la caída del gobierno encabezado por Fernando De la Rúa.
Pero desde el lunes 23 de marzo, cuando en México comenzaron las medidas sanitarias y sociales para contener la expansión del Covid-19, la policía cibernética comenzó a detectar a través de Facebook, páginas que invitaban a sumarse al saqueo de tiendas de servicio, departamentales o de conveniencia.
Grupos de máximo 50 personas, ingresaban con violencia a los establecimientos y se dedicaban a la rapiña. Entre los objetos robados están bebidas alcohólicas y refrescantes, cajas de cigarros, botanas y helados; y en algunos casos ropa y tenis, o artículos diversos como pilas y teléfonos celulares.
Cabe señalar que una rápida intervención policiaca ha impedido varios robos, que hasta el momento han sido detenidas más de 70 personas y que se ha recuperado una buena cantidad de mercancía hurtada.
En la parte más negativa, los robos se han dado hasta en una tienda de artículos deportivos en la calle de Regina, una zona peatonal del Centro Histórico de la Ciudad de México, y que la violencia contra los empleados ha llevado a que los encargados de los comercios hayan dicho que no impedirán los robos por el temor a que sufran daño sus trabajadores o sus clientes.
La pregunta es, ¿En esta primavera de 2020 el país está en la anomia?
Al parecer todavía no. Pese a que la ola criminal “común” que ocasiona 100 muertos por día no tiene visos de disminuir, a que sigue vigente la política oficial de tratar con benevolencia a los delincuentes y que al parecer han sido escuchados los llamados de las cámaras de comercio a que la policía responda con mayor vigor a las convocatorias a los saqueos, la situación se ha contenido.
Sin embargo, una fase 3 más restrictiva para contener el virus, que implica un mayor control a quienes están en las calles lo que provocará una concentración anormal en los hogares de pocos recursos; los riesgos de desabasto y aumento de precios; y el número de personas que se están quedando sin ingresos, sí puede provocar que un ambiente ya de por sí inestable se sobrecaliente.
Por el bien de todos, esperemos que la población mayoritariamente se comporte con estoicismo y soporte esta dura prueba, si se llega a soltar el tigre y se desatara la inestabilidad social, no creo que el país soporte la prueba y los resultados serían imprevisibles y atemorizantes.