Por: Gustavo Novaro García
Uno de los dos co-emperadores, el más joven de ellos, murió en medio de la emergencia. El ejército se vio diezmado y los soldados se encontraban con muchas dificultades para encontrar parejas. Se tuvieron que pagar entierros públicos colectivos para los más pobres. Y la población culpó al cristianismo, entonces una religión oscura y minoritaria, de ser propagadora de la plaga, por no respetar a los dioses,
Se trata de la primera pandemia que asoló a Europa, el siglo II d.C., bajo el gobierno de Marco Aurelio (161-180), el emperador filósofo. Se calcula que la plaga mató a, por lo menos, 2 millones y medio de habitantes de un imperio que entonces rondaba los 75 u 80 millones.
La sociedad romana fue sacudida de una forma tal que sólo gracias a siglo y medio de paz, crecimiento y estabilidad, a la conducción de un hombre muy capaz que supo encauzar a las instituciones en un momento de una crisis que superaba todo lo acontecido anteriormente, y a que los medios de comunicación limitados por la tecnología primitiva no permitieron la expansión con mayor celeridad de los virus, no provocó una catástrofe mayor, pese a que se extendió durante años.
La enfermedad fue muy probablemente el primer brote masivo de viruela en la historia europea. El virus originario Orthopoxvirus es compartido sólo por tres especies, que coincidían en las zonas subsaharianas de África: la humana, los camélidos, y los roedores, muy particularmente los jerbos.
De alguna manera, el virus alcanzó ya mutado Arabia a mediados de los años 150 y provocó una gran mortandad. En esos momentos, la península arábiga era una encrucijada necesaria para el tráfico de especias entre la India y el imperio romano. Pero la expansión se contuvo, aunque continuó latente y en movimiento hacia zonas con mayor densidad poblacional.
La década siguiente el virus llegó a Asia menor, y allí se junto con otro fenómeno para extenderse por Europa: las tropas romanas regresaban victoriosas a sus cuarteles de una guerra contra Parthia, y a partir de allí, por donde pasaban los soldados los seguía su invisible carga mortal.
Fue devastada una sociedad sin conciencia de cómo tratar una pandemia, con ideas médicas rudimentarias y sin drogas adecuadas; además sin haber generado anticuerpos ante la falta de exposición. A pesar de que en la antigüedad ya existían enfermedades contagiosas de alto riesgo como la lepra, la tuberculosis y la malaria, la viruela era algo nuevo. A ello se sumaba la gran concentración poblacional en Roma, la mayor ciudad durante siglos en Europa, con cerca de un millón de habitantes, y a que las legiones y el comercio interno iban desde el Éufrates hasta Escocia, Marruecos y el Rin, para que consideremos este caso una pandemia.
Siglos antes, otro brote infeccioso había atacado la Grecia clásica, en particular Atenas, pero la escala y difusión de esa epidemia era muy pequeño en dimensión y número de muertes comparado con el de la época de Marco Aurelio.
La enfermedad en sus efectos y síntomas quedó registrada al detalle, debido a que una de las grandes mentes médicas de la historia, Galeno, tomó apuntes y los legó a la posteridad.
En enero de 169 murió Lucio Vero el co-emperador, más joven en 172 las perdidas en el ejército eran tales, que Marco Aurelio tuvo que alistar a ex esclavos, gladiadores y convictos para rellanar las filas ante una invasión de las tribus bárbaras germánicas, la conocida como las Guerras Marcómanas, inmortalizada en la columna que está en Piazza Colonna. El imperio sobrevivió a esa prueba, la peste antonina, aunque quedaría debilitado.
Los europeos y los africanos con los siglos irían adaptando su sistema inmunológico a la viruela, producía decesos pero ya no de una forma tan rápida y numerosa. Pero la enfermedad seguiría siendo tan mortífera como siempre. Es por eso que causó estragos devastadores cuando entró en contacto con sociedades que no habían tenido contacto previo con ella. Eso sucedió con el descubrimiento y conquista de América. Las muertes en momentos clave de Cuitláhuac en la futura Nueva España y de Huayna Cápac en Perú junto con millones de sus súbditos, facilitarían la caída de los reinos mexica e inca, extrañas víctimas de una enfermedad que pesa sombría en Las Meditaciones de Marco Aurelio, un gobernante que supo estar a la altura del reto de un enemigo invisible y que aplicó medidas enérgicas en medio de la catástrofe epidemiológica.