Por: Graciela Cruz Hernández
Nació en Toluca, Estado de México, el 18 de junio de 1892. Realizó sus estudios primarios y secundarios en la escuela oficial de Santa Fe, Estado de México. En su adolescencia ingresó al Seminario Conciliar de México, allí se formó sólidamente en las humanidades greco-latinas, la filosofía y la teología escolásticas. En el Seminario Conciliar, Garibay fue nombrado bibliotecario, hizo traducciones del hebreo, griego y latín, y aprovechó para aprender sobre las culturas del México prehispánico. Entre los libros del seminario encontró algunas reproducciones de códices y textos en lengua náhuatl, aprendiendo de manera autodidacta el náhuatl.
Se negó a ir a Roma a continuar estudiando. Fue ordenado sacerdote (1917) e inició su ministerio en Jilotepec, Estado de Mex., donde aprendió la lengua otomí recogiendo textos y tradiciones indígenas.
Durante cinco años fue maestro en el Seminario, enseñó humanidades y retórica (1919-1924). Ejerció su ministerio en San Martín de las Pirámides, Huixquilucan, Tenancingo y Otumba (1924-1941). Aparte de sus ocupaciones religiosas, se hizo cargo de aspectos educativos, sanitarios y agrícolas; en las comunidades indígenas inició pequeñas industrias entre los indígenas y profundizó su conocimiento del náhuatl y del otomí. Garibay, aparte de leer griego, latín y hebreo, también aprendió inglés, francés, alemán e italiano. Realizó algunas traducciones a partir del hebreo, del arameo y del griego sobre las Sagradas Escrituras.
Se vinculó con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a partir de la década de 1940.
Fue nombrado canónigo lectoral de la Basílica de Guadalupe con el encargo de expositor de textos bíblicos (1941). Garibay dictó por ese tiempo conferencias y cursos en varios recintos universitarios.
Su obra escrita es muy extensa, destaca su magna Historia de la literatura náhuatl (Editorial Porrúa, 1953); Vida económica de Tenochtitlán, (México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1960); Poesía náhuatl (Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1963-1967). Preparó también ediciones de las obras de Bernardino de Sahagún, Diego Durán, Diego de Landa, Manuel Orozco y Berra, así como de los dramaturgos griegos que tradujo al castellano.
En 1951, con ocasión del IV Centenario de la UNAM, recibió, con otros distinguidos maestros, un doctorado Honoris Causa. Al año siguiente fue nombrado profesor extraordinario de la Facultad de Filosofía y Letras; más tarde en 1956, fue director del Seminario de Cultura Náhuatl, dependiente del Instituto de Historia.
Se le designó como miembro de la Academias Mexicanas de la Lengua (1954) y de la Historia; del mismo modo que el Vaticano lo designó como Prelado pontificio.
Apoyado por los hermanos Porrúa, Garibay lleva a la prensa su versión de toda la tragedia griega, y así Esquilo, Sófocles y Eurípides llegan con gran éxito a las manos del hombre sencillo y común, aún con el pesar de los críticos y “sabios” que, citando al padre Garibay, “o leen los originales o no leen nada”. Garibay, era consciente de sus limitaciones como traductor, es difícil la lectura e interpretación de un texto en la lengua original, y más tratar de hacerlo accesible a la gente común, en ocasiones para ese efecto, usó expresiones como lo haría cualquier mexicano.
Sus traducciones no se limitaron al mundo heleno, también dio a conocer, en su propia versión, textos hititas, acadios y egipcios agrupados en Voces de Oriente (1964). Tradujo el Libro del Eclesiastés y el Pirque Aboth, mismos que incluye en su Sabiduría de Israel, además da a conocer en la popular colección “Sepan cuántos…”, sus Proverbios de Salomón (1966).
Garibay descubre que, en la documentación náhuatl, se encuentra una fuente inagotable que da luz sobre la existencia de una riqueza literaria y un pensamiento filosófico. En 1959, Garibay comentaba sobre la risa de los críticos, que negaban la existencia de un legado literario, de un pensamiento filosófico y una concepción política en el México antiguo:
Pero su risa nace de la ignorancia… La ignorancia, hija del atrevimiento y de la petulante soberbia, seguirá dando muestras de que no cabe enmienda para ella.
Para acallar las muecas de los “críticos sin bozal”, como los llamaba Garibay, dedicó gran parte de su tiempo a la búsqueda de las fuentes y su posterior publicación, a él debemos que Sahagún, fray Diego de Landa y el indígena Juan Bautista Pomar se dieran a conocer en ediciones accesibles.
Es autor de varios escritos, entre ellos: «La poesía lírica azteca; esbozo de síntesis crítica», en Ábside; Llave del náhuatl, (una gramática y vocabulario náhuatl-castellano dirigido a los principiantes en la lengua náhuatl). Poesía indígena de la altiplanicie, el texto aparece publicado en la “Biblioteca del Estudiante Universitario”. En 1945, publica su trabajo, Épica náhuatl, a petición de la Universidad Nacional Autónoma de México, es, en mucho, un texto complementario a la Poesía indígena de la Altiplanicie. En 1940 no se atrevió, del todo, a llamar literatura a los poemas e historias sagradas nahuas, por algo que él llama “un atentado a la etimología”, literatura implica alfabeto, letra, y los nahuas, anteriores a la conquista se expresaron por medio de ideogramas simbólicos.
Garibay descubrió elementos que presentan al hombre indígena como un ser preocupado por la belleza y el cultivo de su lengua. De este modo, demuestra a los críticos, que hay una producción cultural en el México antiguo y no meros seres con una existencia primaria.
Garibay se consideraba un simple divulgador y siempre invitaba a sus jóvenes lectores, a la búsqueda y profundización de los datos. Esa es una máxima que aplica a sí mismo, en 1953, al publicar el volumen uno de su Historia de la literatura náhuatl, se incomoda porque conoce sólo como referencia, la existencia de un manuscrito en el que se encuentra buena parte de la riqueza literaria náhuatl. El padre Garibay no descansó hasta que localizó el manuscrito, al cual le hizo la paleografía, versión bilingüe y notas.
El manuscrito era “Los Romances de los señores de Nueva España” conservado en la Colección Latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Texas; Manuscrito de Juan Bautista de Pomar, Texcoco, 1582, salió a la luz en 1964 en el volumen uno de Poesía náhuatl, libro publicado dentro de la colección del Seminario de Cultura Náhuatl, del que Garibay fue director. En 1965, publica, en el volumen dos de Poesía náhuatl, la primera parte de Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de México. La segunda parte del manuscrito de los Cantares mexicanos de la Biblioteca Nacional de México, aparece hasta 1968, un año después de la muerte de Ángel María Garibay, como el volumen tres de Poesía náhuatl.
El padre Ángel María Garibay falleció el 19 de octubre de 1967 en la ciudad de México, y cincuenta años después de su muerte así lo describió así su discípulo Miguel León Portilla:
Era Garibay varón de mediana estatura, tez blanca y hasta un tanto sonrosada, y a partir de sus años 60 había perdido buena parte de su cabello. Su mirada era penetrante y su rostro estaba enmarcado por una barba que al final terminó blanquecina. Con su mirada chispeante acompañaba sus palabras a veces un tanto irónicas, pero siempre pertinentes y sabias.
Tenía fama de hosco y hasta de apartado del mundanal ruido pero, como pude comprobarlo siendo su discípulo por más de quince años, tenía siempre las puertas del corazón de par en par para recibir a quienes, serios y capaces, acudían a él. Varón sin reposo, desde muy joven se interesó por el legado cultural de México. Lo hizo ya durante los días de la Revolución Mexicana hallándose en el seminario conciliar de México donde ocupó, entre otros, el cargo de bibliotecario. Allí pudo consultar obras con transcripciones de textos en lengua náhuatl y también en griego, hebreo y hasta otomí.
Garibay me refería que alguien llegó a reprocharle por qué si conocía el griego y el hebreo distraía su tiempo dedicado al estudio del náhuatl y su literatura. La respuesta de Garibay fue que precisamente porque apreciaba las lenguas clásicas, entre ellas encontraba como otra fuente al náhuatl.
Se han ponderado, y habrán de valorarse más, sus merecimientos de estudioso de los textos nahuas, grecolatinos y hebraicos. Monumento de sabiduría siempre asequible son sus obras; presencia del humanista que de sí mismo dijo: “Si soy el primero en acoger las ideas nuevas, soy igualmente el último en olvidar las antiguas” (Esquilo, 1939, p. 66).
Fuentes:
https://www.gob.mx/sep/acciones-y-programas/angel-maria-garibay-kintana
https://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/biografias/bio_g/garibay_kin.htm
https://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/garibay.htm
(Víctor Manuel Hernández Torres)
León-Portilla, Miguel, “Ángel María Garibay. A 50 años de su muerte”, Arqueología Mexicana núm. 146, pp. 14-19.