Por: Graciela Cruz Hernández
Existen pocos datos biográficos de esta ilustre benefactora, pero entre esos pocos datos tenemos que su abuelo llamado Pedro de Busto llegó a la Nueva España procedente de León España, a la Villa de León en 1590, se casó con Leonor Diez de Noriega y uno de sus hijos llamado Francisco contrajo matrimonio con doña Francisca de Moya y Monroy, se establecieron en el Real de Minas Guanajuato, a fines del siglo XVII, se dedicaron a la minería, procrearon varios hijos, entre ellos estaba Josefa Teresa y Francisco Matías quien adquiriría el título de marqués de San Clemente en 1730, entre los descendientes de este marqués se encuentra don Lucas Alamán.
Josefa Teresa de Busto y Moya Xerez y Monroy, nació en 1682 en la Villa de Guanajuato, vivió gran parte de su niñez y juventud en la ciudad de Santiago de Querétaro, al casarse en 1701 se regresó a Guanajuato, su esposo fue don Manuel de Aranda y Saavedra de origen español de la Provincia de Extremadura, pero radicado en la Nueva España desde 1696. Tuvieron muchos hijos, doña Josefa enviudó en 1729.
Doña Josefa provenía de una familia que había logrado grandes riquezas, ella misma entre sus bienes contaba con numerosas casas en la Villa de Guanajuato, haciendas como la de Aguas Buenas (Silao) donde aparte de la siembra y la crianza de ganado se beneficiaban de la extracción del mineral de las minas de la familia. Como era costumbre en las familias ricas de aquellos siglos, doña Josefa contaba con varios esclavos. Podemos pensar que los esclavos de esas familias eran tratados de las formas más humanas posibles puesto que hay documentos en los que se puede apreciar los conflictos que llegaron a existir sobre todo entre los descendientes de su hermano el marqués y que tenían que ver con sus esclavas domésticas y criadas mulatas, pues una de las hijas del marqués congeniaba a tal grado con las esclavas domesticas que compartían los espacios de descanso y una de esas esclavas servía de celestina para que la hija del marqués pudiera ver a un enamorado que ésta tenía, esto no tuvo un buen desenlace para tal esclava, pero en fin esto da a entender que si hubo tal confianza en ese caso, es porque seguramente para la hija del marqués no era común ver que se tratara mal a la servidumbre fueran esclavos o no.
Volviendo a doña Josefa Teresa, cuando ella enviudó se hizo cargo de los negocios que junto con su esposo administraba y empezó a tomar las decisiones que tanto ayudarían a su pueblo y que dejarían su nombre grabado en la historia de Guanajuato.
Doña Josefa veía la necesidad de educar (tanto académica como espiritualmente) a los jóvenes de la Villa y sobretodo que fueran educados sin la necesidad de que tuvieran que ausentarse de la casa paterna, así que promovió la donación de dinero en efectivo y otro tipo de bienes entre los mineros, para el proyecto de establecer un colegio de la Compañía de Jesús, ahí en la Villa de Guanajuato.
La iniciativa de doña Josefa fue secundada por varios empresarios mineros de la localidad, quienes se comprometieron a recaudar fondos diariamente, obtenidos de las ganancias que generaban las minas que tenían en propiedad. En este afán destacaron entre otros, su hermano el marqués don Francisco Matías de Busto y Moya quien se comprometió a dar $10,000 pesos en reales y don Juan de Hervás, con $5,000 en reales.
El día 23 de mayo de 1732 Doña Josefa compareció ante el escribano público don Félix Alfonso Martínez de León, para dejar constancia del ofrecimiento de $60,000 en reales, que servirían para la manutención del colegio jesuita, previa autorización del rey Felipe V de España, quien el día 10 de julio de 1744 consultó este tema con el Real Consejo de Indias quien le dio informes positivos sobre el asunto y el día 20 de agosto de 1744 el rey otorgó la licencia para que los jesuitas pudieran crear el Colegio de la Santísima Trinidad en la reciente ciudad de Santa Fe de Guanajuato. Como vemos pasaron varios años desde que se hizo la petición hasta que se otorgó el permiso y mientras se obtenía la autorización real, se obtuvo, de parte del Virrey don Juan de Acuña y del Obispo de Michoacán, don Juan José de Escalona y Calatayud, en julio y noviembre del año de 1732, la autorización para que se asentaran varios padres jesuitas en Guanajuato y conformaran el Hospicio de la Santísima Trinidad. Muchos años pasaron desde que doña Josefa acudió ante el escribano y se empezó el proceso de su soñado proyecto, pues como vimos fue hasta el 20 de agosto de 1744 que el Rey autorizó el establecimiento del Colegio. Pero lamentablemente, Doña Josefa ya no supo de esta autorización pues murió a la edad de 60 años, dos años antes de la fecha de aprobación. En su testamento, Doña Josefa hizo referencia a una nueva escritura en la que mantenía su compromiso de apoyar económicamente la fundación del Colegio, ya que los ocho años iniciales que se habían previsto como plazo de término, en el documento de 1732, habían concluido, a pesar de la tardanza en la autorización del rey, la esperanza persistía porque ya había en Guanajuato un hospicio en el que los padres jesuitas habían iniciado su labor educativa, y Doña Josefa dejó expreso en su último legado que, aunque no se llegara a fundar el tan anhelado Colegio, mientras hubiera un hospicio éste seguiría contando con el apoyo necesario para seguir funcionando.
En una escritura consta que doña Josefa dio en cesión la casa que tenía en la calle de Cereros (hoy calle Lascuráin de Retana), que es donde ahora se encuentra el Edificio Central de la Universidad de Guanajuato. Esta casa incluía la capilla que en otros tiempos fuera del hospital de los indios otomíes, y que actualmente es el Salón del Consejo Universitario.
Hacemos una mención especial a don Pedro Lascuráin de Retana un hombre caritativo de origen español radicado en el Valle de Guanajuato. Don Pedro, siempre fue generoso para los indios y desvalidos.
Ayudó a fundar las misiones religiosas Jesuitas en la Ciudad de Guanajuato, y los productos de sus Haciendas las donó a los Padres de la Compañía de Jesús para la construcción del Colegio de la Purísima Concepción, ahora la Universidad de Guanajuato. De conformidad con las pláticas que don Pedro había celebrado en el año de 1732 con el Obispo de Valladolid, Dr. Don Juan José de Escalona y Calatayud, y con doña Josefa Teresa de Busto y Moya, quien al parecer era su comadre.
Al quedar fundada la misión permanente de Jesuitas el 19 de Noviembre de 1738, don Pedro prometió que después de su muerte dejaría para el sostenimiento del Colegio de Guanajuato, las cuatro haciendas que poseía en esta jurisdicción de Valle de Santiago. Don Pedro Bautista Lascuráin de Retana, puso gran empeño para el establecimiento de la cátedra de Filosofía en el Colegio, también contribuyó con grandes cantidades de dinero para otras obras piadosas.
El sueño de doña Josefa Teresa de Busto y Moya fue ofrecerle a su comunidad una institución que beneficiara cultural y espiritualmente a la gente de su amada Villa. Ella pedía la fundación de un Colegio que al inicio fue para cientos de estudiantes, quizá nunca imaginó que ese Colegio se convertiría en lo que es hoy, la Universidad de Guanajuato, que brinda formación a miles de jóvenes, no sólo la ciudad sino del estado mismo.
La acción benefactora de doña Josefa Teresa de Busto y Moya son de esas acciones dignas de almas grandes y generosas que no solamente ven por el bien de sus familiares cercanos sino que se interesan por el bien de la nación, que siguiendo el evangelio saben que Dios nos devuelve el ciento por uno cuando se sabe dar con generosidad desde el corazón. El bien que se haga por la patria se hace en bien de los que más amamos.